Dios ha querido transmitir la gracia que salva al hombre mediante el hombre mismo. En otras palabras, ha elegido salvarnos también a través de nuestro amor recíproco, mediante la caridad y el cuidado que tenemos hacia el prójimo. Y cuando parece que no hay nada que ofrecer, que no somos útiles, el camino que se nos indica es el de “tocar” a Su puerta como hijos, pedir y confiar. Solicitudes especiales Por casualidad, conocí a una paciente que estaba internada en el hospital en condiciones desesperadas. Para intentar salvarla era necesario encontrar sangre de un cierto tipo sanguíneo, pero no se encontraba. Me puse a buscarla entre mis conocidos, tanto en mi ambiente de trabajo (soy enfermera en una clínica de una entidad de asistencia sanitaria), pero sin resultado. Estaba por desistir, con el peso de la derrota, cuando desde mi alma nació una oración profunda al Omnipotente, un pedido. Había terminado mi horario de servicio en mi reparto y el médico especialista que apoyo me saludó y se fue. Un instante después llegó una joven mujer para su consulta. Salí rápido para llamar al doctor y, distinto a lo sucedido en otras ocasiones, estaba dispuesto a regresar a la clínica. Le solicité a la señora un documento y me entregó su carné de donador de sangre. Casi no podía creer a mis ojos… ¿Y si tuviera ese tipo de grupo sanguíneo? ¿Y si estuviera disponible? ¡Fue precisamente así! Esa misma tarde la mujer fue al cabezal de la enferma para hacer la transfusión directa. (A.M.M. – Italia) Detrás de la puerta A partir de la idea de reducir mis cosas personales, regalándolas a quien podía tener necesidad, instauré relaciones nuevas. Empecé con dos chaquetas costosas que utilizaba raras veces, que ofrecí a mi vecina marroquí, pensando que su hija y su nuera podían estar interesadas. Las agradeció y a su vez me rogó que aceptara un abrigo beige nuevo, que nunca había usado. Para mí implicaba buscar a alguien a quien regalarlo, pero me sirvió para acercarme a la vecina. Dos horas después de ese encuentro una amiga aceptó muy feliz el abrigo para su hermana que usaba solo color beige. La jornada quedó enmarcada con la frase “Den y se les dará”. De hecho, sucedió que recibí muebles, una vajilla, lencería para el apartamento al que me había mudado hacía poco. Para nosotros suizos, es difícil cruzar el umbral del vecino, siempre tenemos miedo de molestar. ¡Pero cuánta humanidad se esconde tras las puertas! Bastan pocos minutos de tiempo ante un café y caen las barreras del prejuicio, el corazón se ensancha y el espacio familiar crece. (Isabelle – Suiza)
A cargo de Maria Grazia Berretta
(tomado de Il Vangelo del Giorno (El Evangelio del día), Città Nuova, año IX – n.1- enero-febrero 2023)
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