Evangelio Vivido: la valentía de hacer las paces Ser constructores de paz quiere decir también actuar con generosidad, ser solidarios con quienes nos rodean, ir más allá y descubrir los caminos que nos permiten acercarnos al otro haciéndole sentir nuestro abrazo. Un dulce En nuestro vecindario vive una familia musulmana. Con motivo de la fiesta que ellos celebran por el final del Ramadan, pensamos ir a felicitarlos y llevarles un dulce (habíamos sabido que se acostumbra hacer así). Dado que no estaban en su casa les escribimos una tarjeta y dejamos el paquete con el dulce y la tarjeta delante de su puerta. Más tarde nos encontramos. Habían salido por los festejos y a su regreso habían encontrado el pequeño regalo. Con una gran sonrisa, el marido nos agradeció diciendo: «Desde hace 25 años vivimos en Suiza y nadie nos había felicitado. ha sido un gran placer». La alegría en mi corazón era doble. (Adriana – Suiza) De un emparedado al céntuplo En el bolsillo tenía dinero suficiente solo para un emparedado. Al salir de la cafetería, vi a una señora que miraba con esperanza a todos los que comían. Seguramente tenía hambre y esperaba que alguien le diera algo. En el fondo, podía comer algo más tarde, en casa. Así que tomé mi emparedado y se lo di, haciéndola feliz. Después la acompañé a la frutería y le pedí al dueño si le podía dar fruta y que yo se la pagaría al día siguiente. Él en cambio le dio una bolsa llena de fruta gratis. Me sentí muy feliz al ver cómo de un emparedado puede derivar el céntuplo. (F.M. – India) Un café fue suficiente En el trabajo después del regreso de las vacaciones me esperaba una sorpresa, un nuevo empleado, al terminar la capacitación, se había acomodado en mi oficina. No solo porque había invadido “mi” espacio, pero desde el primer momento me resultó antipático por su forma de actuar y de hablar de todo y de todos… ¿Lograría trabajar con él? Y pensar que había regresado después de restaurar mis fuerzas, pero sobre todo mi espíritu. De hecho, con toda la familia había participado en un retiro basado en cómo vivir el Evangelio en la vida cotidiana. Y justo estaba ahí a prueba, tenía que trabajar codo a codo con ese tipo “difícil”. Me estaba preguntando cómo hacer para amar a alguien así, cuando de lejos me llegó aroma de café… ¡Idea! Enseguida fui a buscar dos, para mí y para él. Sorprendido por el gesto inesperado, el colega me dijo: «¿Cómo hiciste para saber que necesitaba un café?». Riendo le dije que era adivino. A partir de ese simple gesto de cortesía las cosas cambiaron y después nos volvimos verdaderamente amigos. (V.J.M. – España)
a cargo de Maria Grazia Berretta
(tomado de “Il Vangelo del Giorno” (El Evangelio del día), Città Nuova, año VII, n.4, noviembre-diciembre 2021)
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