También es un llamado para nosotros: tener una mente y un corazón abiertos para reconocer y ocuparnos de las necesidades de los demás, usar nuestros talentos, nuestro tiempo, para el bien común en las casas y más allá. Es una invitación a ponernos en el último lugar para ser “primeros”, para impulsar a todos hacia el único futuro posible: la fraternidad universal. Escuchar Amar a un prójimo a veces significa simplemente escucharlo… ¡incluso durante horas! Me pasó esta mañana, cuando alrededor de las 9.30 me vino a visitar un amigo que pasa la mayor parte del año en el exterior. Me habló de su padre fallecido recientemente, de su cuidador, de varios problemas familiares, también que, para no perder la misa dominical, viaja dos horas de ida y dos de vuelta para llegar a la capellanía donde se celebra en italiano. Eran más de las 12 cuando nos despedimos. Solo entonces me di cuenta de cuánto tiempo me tomó escucharlo. (Umberto – Italia) Competición en la cocina Siempre, al volver a casa del trabajo, veía a mi esposa cansada. Le pregunté a Dios cómo ayudarla y una noche, durante la cena, se me ocurrió la idea de una semana de prueba en la cocina: cada uno tenía que preparar una cena diferente (junto con la abuela somos exactamente siete). Incluso nuestro tercer hijo, un adolescente siempre feliz con todo, estaba entusiasmado con la competencia. A medida que pasaba la semana, una de las hijas propuso continuar, incluso poniendo una calificación. Aquí se volvió aún más divertido. Con gran alegría noté a mi esposa aliviada y feliz de ver a sus hijos en acción. Una vez, hablando entre nosotros, me dijo que estaba descubriendo lados nuevos e inesperados de nuestros chicos. (G.B. – Eslovaquia) Esa mirada decía todo Me había retirado del trabajo antes de lo esperado solo para estar cerca de mi esposa, que desde hacía tiempo comenzaba a estar enferma. Desafortunadamente, la suya era una enfermedad degenerativa. Día tras día veía disminuir sus capacidades, el habla, los movimientos … ¿Dónde estaba la maravillosa mujer con la que había soñado una vida de felicidad, una familia numerosa y hermosa, un compromiso de ser una casa abierta para todos? Ahora estaba allí, inmóvil; movía los ojos y esa mirada decía todo. Mi fe no estaba viva, también porque, como profesor de filosofía, conozco los trucos de la mente y el peligro de las mistificaciones. Pero desde cuando la conversación con mi esposa se había convertido en silencio, sentí que se alegraba si yo rezaba junto a ella, por ella, en ella. Hace dos meses murió en silencio. Dejó un bien que ni mis hijos ni yo sabemos cuantificar. Ella plantó una semilla de luz en nosotros. Cuando apareció la enfermedad, dijo: “La vida ahora es cuesta arriba. Me gustaría recorrerla con ustedes. Pero Dios me pide que pueda decir con la vida mi gracias”. (G.d.P. – Italia)
Maria Grazia Berretta
(tomado del Il Vangelo del Giorno, Città Nuova, año VII, n.4, septiembre-octubre de 2021)
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