Una garantía de amor. La certeza de que todo en la vida tiene un sentido. San Pablo, con esa frase de la carta a los Romanos (Romanos 8,28), nos revela que toda experiencia humana, desde la más bella a la más complicada, forma parte de un designio más grande, un designio de salvación. La clave para aceptar esta propuesta es confiar y fiarse del Padre. El camino hacia la felicidad Tocaba el violín por la calle no para ganar dinero, sino porque me había percatado de que tocando para las fiestas podía hacer felices a las personas. Entonces, ¿por qué no ensanchar el círculo? Un día una señora, que a juzgar por su ropa era dignamente pobre, se quedó escuchándome por largo tiempo, pidiéndome disculpas por no poder ni siquiera colocar una moneda en el estuche del violín. Se alejó con timidez cuando le propuse que tomara el dinero que necesitaba, pero al final acabó aceptándolo. “Compraré pan”, me dijo, y se marchó con lágrimas en los ojos. Al día siguiente toqué en la misma calle, con un cartel bien visible: “Para quien lo necesite”. Muchos tomaron algunas monedas, pero muchos dejaron billetes. Mientras estaba por irme, se me acercó la señora que me había hecho nacer la ida. Le conté lo que había pasado; si lo aceptaba, la suma que se había juntado era para ella. Me contó la desastrosa situación financiera que había reducido la familia a la pobreza. Conocí luego a su esposo enfermo y a una hija desocupada que ahora es mi esposa. Hacer felices a los demás es el camino de la felicidad. (O.A. – Francia) Confiar en Dios Con ocasión de los bautizos de nuestras hijas, como acostumbramos a hacer, organizamos fiestas muy simples, sin derroches, abriendo nuestra casa a amigos y parientes, y dado que siempre recibíamos dinero como regalo, una parte la dedicamos a un proyecto en favor de los niños recién nacidos de un país africano. Recuerdo el bautizo de nuestra tercera hija: en ese período tanto mi esposa como yo estábamos sin trabajo y por lo tanto era difícil decidir si mandar o no el dinero que habíamos recibido (250 euro). Pero, luego, confiamos en Dios y lo mandamos. Después de algunos meses nos hicieron saber que habían rezado para pedir exactamente esa cifra; además ese dinero, que había llegado justo en el momento en que ya no tenían con qué dar de comer a los niños, iban a ser suficientes para tres meses… Nuestra emoción fue muy grande. A nosotros no sólo no nos había faltado nada, sino que a mi esposa, que en ese tiempo necesitaba alguna prenda de vestir, le habían llegado como regalo un abrigo, una chaqueta, dos faldas y dinero por un valor equivalente a tres veces lo que habíamos donado. (D.P.- Italia) Recuerdo de un amigo Una característica de mi amigo Urs era una gran fuerza comunicativa: con su sonrisa y con palabras estimulantes transmitía experiencias personales de su relación con Dios. En el trabajo, en tren, en una habitación de hospital, durante el deporte o de vacaciones… toda ocasión era buena para establecer relaciones no superficiales. Muchos recuerdan su capacidad de ponerse a escuchar, de hacerse prójimo especialmente con el que sufría. En Zurich, animaba un grupo de jóvenes que trabajaban en una iniciativa en favor de los tóxico-dependientes, y gracias a él más de 30 de ellos se recuperaron y varios se acercaron a una vida de fe. En los sufrimientos que padeció en el último período, a raíz de un cáncer, Urs no se dejó vencer: “Todo es amor de Dios, todo, realmente todo”, repetía. Y a pesar de que tenía un futuro tan incierto, se lo veía sereno, confiado. Con otros dos amigos que estaban en las mismas condiciones, se apoyaban y sostenían recíprocamente. Decía: “Le he dado todo a Dios sin condiciones ni peros… y él ha realizado en mí sus promesas: el céntuplo ya en esta tierra. Estoy feliz”. Son palabras que expresan muy bien quién ha sido Urs para nosotros. (F. – Suiza)
Recogido por Maria Grazia Berretta
(extraído de Il Vangelo del Giorno, Città Nuova, año VII, número 4, septiembre-octubre de 2021)
0 comentarios