La Palabra de Dios, encarnada, vivida concretamente y en nuestro tiempo, nos da la posibilidad de hacer de nuestra vida una fuente de luz capaz de iluminar muchas tinieblas, ofreciendo nuestro aporte en las distintas situaciones. Una mirada nueva sobre las cosas que traza un sendero de esperanza para nosotros y para los que están a nuestro lado. Una paz que da luz Todo empezó cuando mi hijo tuvo los primeros síntomas de ELA. Como madre me había desvivido siempre por mis hijos y también por los nietos, pero no poder hacer nada para frenar un mal tan solapado fue terrible. Un día estaba en la iglesia y lloraba. Por sobre el altar mayor había esculturas de la crucifixión, con Juan, la Magdalena y María al pie de la cruz, que detuvieron mi mirada. Imaginándome lo que experimentaría María delante de su Hijo en esas condiciones, me vi como ella, impotente y aplastada por el dolor. No tuve la fuerza de rezar, sino que me quedé contemplando, pensando… y una insólita paz me tranquilizó. Desde ese día, todas las veces que la angustia me aprieta el corazón, vuelvo allí y pareciera como que María me repitiese: “Quédate conmigo, acepta el misterio y participa conmigo en la Redención”. La paz que consigo en su cercanía trato de donarla a la familia. Una mañana en la que mi hijo, levantándose, se dio cuenta de que tenía nuevas limitaciones, me llamó por teléfono para decirme: “Mamá, no sé cómo será mañana, pero como estoy sostenido por tu fuerza veo que puedo agradecer a Dios por todo lo que me ha dado”. Para mí fue un bálsamo. (T.F. – Italia) Las riendas del futuro Una reunión de ex alumnos, cincuenta años después de la conclusión del colegio secundario. Canas, o escasos cabellos, bastones, enfermedades, desilusiones… pero al mismo tiempo mucha alegría de reencontrarnos. Fue inevitable recordar a los que ya habían pasado a la otra vida. Después las conversaciones fueron hacia las esperanzas, los proyectos, los jóvenes, los hijos… y aquí se presentó el punto doloroso, del que surgía la misma grave pregunta: “¿En dónde nos hemos equivocado? ¿Qué futuro hemos construido?”. Uno del grupo, que había consagrado su vida al servicio de los pobres, hablando de las varias soledades que él había visto, se había convencido de que en este mundo enfermo, como dice el Papa Francisco, los jóvenes corren muchos riesgos porque respiran indiferencia y no se dan cuenta de la realidad. Y concluía: “Nos toca a nosotros tomar en mano las riendas del futuro”. Nos dejamos con la sensación (nos lo dijimos luego) de que ese encuentro nos había revelado una nueva obligación, una tarea, según las condiciones y las posibilidades de cada uno. Por lo que a mí se refiere, me esforcé por comunicarles a mis nietos lo que sus mismos padres no consiguen transmitirles. (L.A. – España)
A cargo de Maria Grazia Berretta
(extraído de Il Vangelo del Giorno, Città Nuova, año IX – número1- marzo-abril de 2023)
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