Jesús Resucitado nos invita a “salir” de nosotros mismos, de nuestras seguridades frágiles y de nuestros límites El examen aprobado El clamor de una pelea entre dos estudiantes se oía hasta en el corredor, en donde, esperando mi turno para dar examen, paseaba de un lado a otro ansiosamente. Pasó por mi mente la idea de ir a calmarlos, pero me frenaba la preocupación de que justo en ese momento me llamaran para rendir y que pensaran que estaba ausente. Mejor que otros hagan eso… Pero los gritos subían de tono, no me podía quedar indiferente ante la necesidad del prójimo, que para mí era muy importante. Entonces, al rato, fui corriendo a separarlos y tranquilizarlos a los dos. Cuando volví al piso superior, algunos minutos más tarde, oí mi nombre. En el aula respondí a todas las preguntas y aprobé. Un examen superado. Pero no había fracasado tampoco en mi otro examen. (Antonio – Italia) En el convento Después de algunos años de entusiasmo desde cuando había entrado en el convento, lentamente se abría camino en mí la sensación de vivir una vida sin afecto, casi sin humanidad. Un día, internada en un hospital, estaba completamente sola, mientras veía a todas las otras pacientes circundadas de afecto y ternura. Más tarde, con la angustia de haberme equivocado en la vida, me puse a rezar y entendí que Dios me confiaba la misión de ser yo, para las demás, la fuente de ese afecto que buscaba para mí. Cuando volví, me sentía “curada”, tenía la fuerza de recomenzar. Y las cosas ya no eran como antes. (G.d.G. – Eslovenia) Tecnología A mi esposo le interesan todas las novedades informáticas; mientras que yo, frente a ciertos instrumentos me siento inútil y soy lenta para adecuarme a lo nuevo. Con el tiempo fue naciendo en mí una sensación de inferioridad, que él acentuaba, haciéndome notar lo que yo no entendía o incluso poniéndome en ridículo frente a nuestros hijos. Terminé deshaciéndome del celular y me encerré en un gran mutismo. Pero nuestro hijo mayor le hizo entender a su padre que algo no andaba bien, como por ejemplo, que yo había ido al médico y él ni siquiera me había preguntado cómo me había ido, agregando: “Si tu técnica te hace estar tan distraído, ¿para qué quisiste formar una familia?”. Cuando, más tarde, mi esposo vino a pedirme perdón, le dije que teníamos que estar agradecidos por los hijos que tenemos. (E.d.F. – Eslovaquia) Divorcio Cuando nuestra hija nos comunicó que estaba por divorciarse, nos propusimos compartir su dolor, sus dudas, sus problemas, sin juzgar. A menudo le hablábamos por teléfono para hacerle sentir que no estaba sola. Cuando con sus hijos vino a nuestra casa, durante algunos días la acogimos con particular afecto. Cuando volvió a su casa después de esos días, nos llamó para decirnos que ya no quería seguir con los trámites del divorcio, y deseaba hacer todo lo posible para salvar y reconstruir su matrimonio. (J.S. – Estados Unidos)
Recogido por Chiara Favotti
0 comentarios