Proclamar la Palabra no es simplemente hablar, más bien es una acción concreta, que se manifiesta en la vida, en la relación con los demás, con la creación. Es una misión: ser hermanos y hermanas, la imagen del Reino de Dios en nuestro tiempo. Artesanos de paz Burundi es un país muy bonito, pero después de la guerra civil miles de personas de diferentes grupos étnicos emigraron y ahora estamos dispersos en todo el mundo. Los tutsis huyen de los hutus y viceversa, sin contar el regionalismo que enfrenta a la gente del sur con la del norte y que es muy fuerte, sobre todo en lo que respecta al reparto del poder. ¿Y qué hacemos los cristianos? Aquí en Canadá, mi marido y yo pensamos en crear un pequeño mundo nuevo dentro de la comunidad burundesa: a través de diversas actividades culturales y deportivas, damos paso no solo a nuestros compatriotas, también a otros africanos y a nuestros amigos y vecinos de Quebec, de reunirse en torno a una comida tradicional, una bebida y buena música. Nuestro principal objetivo es contribuir a la realización del testamento de nuestro Señor: “Que todos sean uno”. Estamos convencidos, de hecho, de que cada cristiano debe contribuir, a su manera, a la realización de este proyecto. Ahora, varios burundeses están en contacto permanente y se dan la mano, cosa que antes no hacían. (Florida K. – Canadá) Una decisión común Un día, al notar que algo preocupaba a una colega, me acerqué a ella y le pregunté amablemente cómo estaba. Fue entonces cuando me confió que había decidido acoger en su casa una hermana con cáncer en fase terminal. Como me dijo que necesitaba comida especial, incluyendo un tipo de leche muy cara, sentí que también quería contribuir. Podía extraer de mi cuenta, segura de que mi marido estaría de acuerdo, pero esta vez quería decidir con él. No siempre había hecho esto en el pasado, especialmente para los gastos pequeños. Pero desde que nos comprometimos a vivir las Palabras del Evangelio con más convicción, nos volvimos más sensibles al hecho de que “es mejor juntos”. Así que, cuando ambos llegamos a casa del trabajo, le hablé de mi colega y de la ayuda que quería brindarle. Me apoyó inmediatamente. No sólo eso, sino que sugirió dar el doble de la cantidad que yo había planeado. Su rostro expresaba una gran alegría. Esta atención al prójimo que sufre nos hizo sentir más unidos. (Thanh – Vietnam) Optimizar las relaciones A menudo tengo la tentación de “optimizar el tiempo” de acuerdo con mi propio programa, decepcionándome cuando el orden establecido de las cosas por hacer, se ve alterado por un imprevisto: aquel imprevisto que tan a menudo comunica la voluntad de Dios y da un sabor diferente a la jornada. Sin embargo, cada vez me doy más cuenta de que, en el entramado de la vida cotidiana, la mejor actitud es “optimizar las relaciones” con cada prójimo que encuentro. ¡Y aquí la prisa es el gran enemigo! Así que intento detenerme, por ejemplo, con los jubilados debajo del edificio, con la vecina del piso, recién salida del hospital. Me detengo para dar los “buenos días” al habitante en arresto domiciliario, al que muchos marginan por miedo, y para advertirle de que hoy se cortará el agua a todo el barrio por obras de mantenimiento. (Ciro – Italia)
Por Maria Grazia Berretta
(extraído de Il Vangelo del Giorno, Città Nuova, año VIII, nº 2, marzo-abril de 2022)
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