El ámbito de las parejas en dificultad, de los separados y de los separados que viven en nuevas uniones es un grito de dolor en el mundo que pide auxilio. El Movimiento de Familias Nuevas, una rama del Movimiento de los Focolares, ha iniciado vías de apoyo para estas familias. Son muchas las parejas en dificultades que por malentendidos, pérdida de diálogo, frialdad en la relación llegan a la decisión más drástica: la separación. Familias en crisis que se rompen, separados y nuevas uniones que se forman. A menudo los problemas de una pareja, grandes o pequeños, no pueden resolverse solos, sino que necesitan ayuda externa. Desde hace algunos años, el Movimiento de Familias Nuevas se ocupa de estas familias que se sienten “diferentes” sólo porque no han tenido un camino lineal en la vida. Giulia y Andrea (nombres inventados) son la prueba de que a pesar de las imperfecciones de la vida se puede seguir siendo una familia. Durante su adolescencia ella conoció el Movimiento de los Focolares y descubrió el único ideal que vale la pena vivir: Dios-Amor. El tiempo pasa, sus amigas se comprometen, se casan, algunas se consagran a Dios, pero para ella todavía no hay un futuro seguro. Mientras tanto, ella se gradúa pero sus padres se separan. “Vivo el dolor por una familia que descubro después de casi 30 años, diferente de lo que imaginaba – dice -. Sin embargo, el amor es posible incluso después de tantos años, ¡porque lo he vivido en el ideal!”. Mientras tanto, Giulia cambia de ciudad para perseguir su sueño laboral. Una noche, una amiga insiste en que salgan con otros amigos a una fiesta del pueblo. Así es como conoce a Andrea, guapo y amable… pero él está separado y tiene dos hijos. “¡No, gracias! Respondo a sus llamadas, pero cuando me invita a salir me disturba porque no quiero ni puedo tener una historia con un hombre separado. ¿Cómo habría hecho para conciliar mi vida, mi ser cristiana con alguien como él?” Con el tiempo la historia toma forma, pero su corazón está cada vez más inquieto. “Conociendo el pensamiento de la Iglesia sobre estas uniones voy a misa pero decido no comulgar más porque ya no me siento digna. Decido compartir esta historia con el sacerdote que me conoce de toda la vida. Y así nos encomendamos a María”. La historia continúa. “Siento que mi historia con él es tal vez “mi camino” – añade Giulia – pero eso me hace sufrir y lo que más me duele es la idea de no poder recibir más a Jesús en la Eucaristía. Sin embargo, si esta es la indicación de la Iglesia, la respeto y sigo adelante. Así que sigo siendo fiel a la misa dominical, aunque sea sin la eucaristía”. En 2016, llegó una invitación de Familias Nuevas para asistir a una conferencia en Roma para parejas separadas en nueva unión. “Andrea y yo adherimos a la propuesta. Por un lado me da miedo la reacción que pueda tener, por otro siento que es una oportunidad para nosotros. Son tres días intensos. Veo a Andrea involucrado y muy feliz. Para mí es sentirse “en casa” con la persona que es importante para mí, aunque canónicamente no sea perfecta. Andrea se lleva a casa la sensación de ser parte viva de la Iglesia. No marginado por un matrimonio roto, sino miembro de un Cuerpo vivo y ya no más señalado o excluido. Le dije a Andrea que la familia que quería en mi vida tenía que estar construida sobre ese amor que habíamos vivido en esos días, en esa medida y dimensión, y si él también compartía mi pensamiento, entonces podríamos casarnos. Sí, un matrimonio civil, pero la familia que se creaba debía tener ese sello: el amor mutuo que se nos había revelado”. En septiembre de 2017 se celebró la boda en el municipio. “Creo que mi gran deseo de juventud de salir al mundo se cumplió el día de nuestra boda, donde estaban representadas todas las generaciones y culturas, donde había personas de diversas proveniencias, creyentes y no creyentes, pero todos felices de poder compartir nuestra alegría. Desde hace años formamos parte de un grupo de Famiglie Nuove en el que hay parejas que viven la misma realidad que nosotros, y esto nos da la oportunidad de expresarnos libremente sin miedo a ser juzgados. Esto hace que ya no nos sintamos de segunda clase, sino plenamente aceptados y reconocidos como familia. Nos ayuda en nuestro camino como pareja a no cerrarnos, a mantener vivo el diálogo entre nosotros al compartir con otras parejas, a cultivar relaciones positivas y hermosas amistades”.
Lorenzo Russo
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