A la hora nona exclamó con voz fuerte: “Dios mío, Dios mío; ¿por qué me has abandonado?” (Mc 15,34) ¡Jesús Abandonado! Nos das la más alta, divina, heroica, de lo que significa el amor. Para que tuviéramos la Luz, ti hiciste “oscuridad”. Para que Dios estuviera en nosotros, lo experimentaste lejos de ti. Para que poseyéramos la sabiduría, te hiciste “ignorancia”. Para que tuviéramos la vida, probaste la muerte. Para que nos revistiéramos de inocencia, te hiciste “pecado”. Para que esperáramos, casi probaste la desesperación… Para que el Cielo fuera nuestro, te sentiste abandonado. ¡Jesús abandonado! Nos das la certeza de que, reviviéndote, cada uno de nosotros, desde su propio lugar en el mundo, puede dar ese impulso indispensable y decisivo al cambio que la humanidad espera, irradiando la luz de la resurrección. Chiara Lubich
Poner en práctica el amor
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