El deber ser de Europa La unidad de Europa es una etapa hacia el mundo unido; un avance y un logro, bajo la presión de instancias populares, del derecho natural, de la revelación cristiana, de fuerzas morales y espirituales; a las que se suma la presión económica y política, científica y tecnológica, que pesa hacia la unificación: objetivo de la razón y de la moral; de la vida en el tiempo y en la eternidad. Para Clemente Alejandrino –heredero de la sabiduría helénica- la unidad es el bien, es productora de vida; la división es el mal y es generadora de muerte. La civilización crece en la medida que unifica los ánimos. Para Huxley todo verdadero progreso de la civilización es un progreso en la caridad. Y la caridad es el sentimiento que induce a hacer de todos uno, no por nada es el alma de Cristo, cuyo testamento culmina con la súplica: “que todos sean uno”. La caridad lleva a la integración, a la comunión, a la solidaridad, incluso en la política y en la economía. Por eso entre las fuerzas esenciales que impulsan hacia la integración europea, nosotros queremos resaltar las fuerzas del espíritu, y no tanto los aspectos políticos, económicos, sociales, etc. Igino Giordani, «Fides», Mayo de 1961, p.130 El cristianismo y Europa Europa está tan llena de rencores como un depósito de explosivos, mantenidos vivos por filosofías y falsos patriotismos, mitologías e intereses egoístas. Para que Europa no explote necesita remover todo este material inflamable, tiene necesidad de una reconciliación universal, que la libere del pasado y purifique el futuro. ¿Quién puede realizar “este ministerio de reconciliación”? El cristianismo: esa reserva de santidad que todavía Europa custodia y sigue comunicando a los otros continentes. Y El cristianismo comporta la unificación en la libertad y en la paz, eliminando las guerras y los otros motivos de fricción. Igino Giordani, «Fides», Mayo de 1961, p.131 El alma de Europa Europa ya tiene un alma, es el cristianismo, su esencia y su génesis. En este soplo espiritual común, también los factores materiales y humanos se funden, y se elevan, dando vida a un ideal universal. Así los pueblos de Europa, reavivando estos principios constitutivos de su historia, fundiéndolos en la llama ideal de la solidaridad, fruto del amor –que representa la inteligencia divina-, encontrarán en su misma racionalidad, en la convivencia y su urgencia y necesidad, la solución por excelencia de sus problemas; y esto en un momento decisivo, en donde una guerra interna –que hoy más que nunca parece irracional y fratricida- podría determinar la catástrofe definitiva. El amor, en cambio, poniendo en circulación el bien y los bienes, podrá determinar la salvación resolutiva. Igino Giordani, «Fides», Mayo de 1961, p.131
Poner en práctica el amor
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