A los 99 años, el 17 de marzo, ha fallecido Regina Betz, focolarina alemana, profesora de sociología, pionera de los Focolares en Alemania y Rusia, apasionada por el ecumenismo y comprometida con la renovación cristiana de la sociedad. Siempre tenía prisa. Desde que conocí a Regina Betz, la recuerdo con un ritmo acelerado. No como alguien que se siente empujado o perseguido, sino como alguien que tiene un objetivo que alcanzar y no quiere perder tiempo inútil. Si, en cambio, se detenía contigo, estaba completamente presente: con esa mirada brillante y vivaz, con esa sonrisa inconfundible, un poco traviesa, que te iluminaba durante todo un día. Regina Betz ha tenido cosas que hacer en la vida. Nacida primera de dos hijos en Gotinga (Alemania) en una familia católica, creció en una región de mayoría luterana con un ecumenismo natural, fortalecido aún más por la resistencia al nacionalismo de Hitler. Después de haber pasado algunos años en Italia durante la Segunda Guerra Mundial, se estableció en Roma, durante tres años (1955-1958), después de sus estudios en economía social para trabajar en el Pontificio Consejo para los Laicos. Aquí conoce el Movimiento de los Focolares y queda impactada por “una luz y una fuerza”, como luego escribirá en su libro[1]. Para descubrir el secreto, participa en la Mariápolis del 58 y se encuentra, como dirá, con “cristianos que voluntariamente vivían la unidad” y el modelo de una “nueva y humana sociedad”. “Finalmente encontré – comenta– lo que había estado buscando durante mucho tiempo. Dentro de mí un canto de júbilo”. Al regresar a Alemania, donde todavía no había focolar, continúa su trabajo en la Iglesia y realiza importantes viajes a Asia y Sudamérica. En el 66 estaba entre las voluntarias del Movimiento de los Focolares cuando recibió una invitación para enseñar sociología en la escuela de formación de Loppiano (Italia), donde se sintió impulsada a ingresar – a la edad de 46 años – como consagrada en el focolar. Los años del 68 al 90 la vieron profesora de sociología en Ratisbona (Alemania) y colaboradora del “Instituto para las Iglesias Orientales”, que le permitió conocer a cristianos de Europa del Este y hacer viajes a varios países del países de los Balcanes, a Bulgaria y Rumania. Queda particularmente impresionada por el entusiasmo de los jóvenes comunistas impulsados por el amor por los más pequeños. En 1989 le ofrecieron un trabajo académico en Moscú y esto hizo posible abrir el focolar. “La vida en Moscú – comenta – resultó ser una vida del juntos, juntos en el focolar, el juntos con muchos rusos que llegaban a conocer nuestra vida”. Conocí un poco el alma rusa, llena de generosidad, amabilidad. Experimenté una gran hospitalidad donde todo se compartía. Sin estructuras, pero muchos amigos”. Sin embargo, el florecimiento de la vida alrededor del focolar tiene un precio. Como personalmente me confió, Regina quería, que después de su muerte, hablando de ella, se comunicara la parte “oscura” de su vida. “No tengo nada más que dar – escribió en un diario de ese período – pero es consolador saber que Él está conmigo en el pozo… Para mí cada momento es duro, tengo miedo y no logro imaginar que aún pueda hacer algo”. En 2008 Regina regresó a Alemania, a la Ciudadela Ecuménica de Ottmaring. Estos años se caracterizan por las relaciones con las personas más variadas, cultivadas con visitas y con miles de cartas, escritas a mano y ricas en sabiduría. Con atención y participación, sigue los acontecimientos de la Iglesia y de la sociedad. E incluso con la pérdida de fuerzas, es fiel a la Palabra de vida personal que había recibido de Chiara Lubich: “Quien quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará” (Mt 16,25). “¡Cuántas veces he dejado todo para recomenzar en otro lugar! Y cuánto he ganado: ¡cuántas experiencias, cuánto conocimiento de la vida de países y culturas, cuántas relaciones con muchas personas!” El 17 de marzo, Regina Betz terminó su carrera y dejó definitivamente todo. Estoy seguro de que ha encontrado una vida inimaginable.
Joachim Schwind
1) Regina Betz, Immer im Aufbruch, immer getragen, Verlag Neue Stadt, München 2014.
0 comentarios