El 30 de julio de 2021 nos ha dejado la hermana Antonia Moioli, acompañada del cariño y la oración de muchos. Estaba serena y con una hermosa sonrisa. Nació en Alzano Lombardo (Bérgamo, Italia) el 13 de junio de 1949 en el seno de una familia profundamente cristiana, a los 19 años Antonia Moioli conoció el Movimiento de los Focolares: el descubrimiento de Dios Amor la hace amar a todos: desde la familia hasta los niños de la guardería. “Me preguntaba qué quería Dios de mí. Un sacerdote me aconsejó que no me preocupara, que siguiera viviendo el ideal y que confiara en Jesús que ha dicho: A quien me ama me manifestaré. Confío y me encomiendo. Mientras tanto, me doy cuenta de que tengo como compañeras de trabajo a unas religiosas muy vivaces y libres. Me regalaron un libro de su fundador, al leerlo, sentí alegría por la sintonía con el Ideal”. En 1971 ingresó en el Instituto de las Hermanas del Niño Jesús, hizo sus primeros votos en 1974 y los votos perpetuos en 1980. Vivió con entusiasmo la experiencia educativa; todos la recuerdan por su vitalidad, amor y pasión por los niños y jóvenes. En 1977 va a Roma, a la escuela de Santa María de los Ángeles donde enseña y se convierte en directora del Instituto. Es un referente para muchos estudiantes. Sus deberes institucionales no la alejan de los chicos, le permiten mostrarles la belleza de seguir a Jesús. En 1993 trabaja, era la única monja, en la pastoral juvenil de la Diócesis y en la Prefectura. Un exalumno dice: “La hermana Antonia fue una verdadera mujer, capaz de mostrar a la Iglesia la altísima vocación de lo femenino: saber ser madre, generando constantemente a sus hijos en la fe, en el encuentro con Jesús… como madre que conoce la potencialidad de sus hijos, no se detenía ante nuestras quejas… Una mujer fuerte, capaz de mostrar su humanidad. Durante la recepción de los jóvenes peregrinos, que llegaron a Roma para la Jornada Mundial de la Juventud (en el 2000), la hermana Antonia… se acercó y me dijo: ‘Tú lavarás los baños del gimnasio’. Hubiera preferido participar en otras actividades. Antes de comenzar, la hermana Antonia me dijo que para servir de verdad a las personas había que ensuciarse las manos. Y ahí noté lo más hermoso que me hizo reconocerla como una verdadera educadora: su puso a limpiar los baños conmigo… Estaba ante una mujer fuerte, feliz de ser monja y educadora, una mujer plena y realizada”. Deseaba que todos pudieran experimentar que amar es dar la vida, momento a momento. Otro rasgo suyo, propio del carisma de su congregación era el amor por los pobres y era sensible ante los que luchaban y las personas más sencillas. También sentía un gran amor por sus hermanas mayores. En 1996 fue responsable de la congregación en Italia y anima a las comunidades con su entusiasmo habitual. Al final de su mandato, se dedicó durante dos años al servicio del Centro Internacional de las religiosas del Movimiento de los Focolares y continuará a partir de entonces, mientras ocupa otros cargos. Celebrando 25 años de consagración escribe: “En estos 25 años he experimentado Su fidelidad más fuerte que mis infidelidades. El inmenso amor de Dios sana, anima, sostiene, es el Paraíso”. Y otra vez: “Al volver a empezar todas las veces que me ha costado o fracasado, me he sentido siempre envuelta por un inmenso amor; María y el carisma de la Unidad han sido fundamentales para hacerme una verdadera hija de mi fundador, con un corazón ensanchado a todas las expresiones eclesiales y la humanidad”. En los últimos años se ha encontrado con la debilidad y la enfermedad; ¡no le fue ahorrado nada, se le ha pedido todo! En ella se realiza lo que dice el fundador Nicola Barré: “Esta noche es un día espléndido”, y como ha escrito la presidenta del Movimiento de los Focolares, Margaret Karram, “la hermana Antonia deja el ejemplo de una verdadera discípula de Jesús, fiel en vivir la Palabra y a seguirlo constantemente, que ha trabajado incansablemente y en los más variados ámbitos por la realización del que todos somos uno”.
Hermana Tiziana Longhitano
0 comentarios