«Vengo de Sarajevo, Bosnia y Herzegovina, donde durante siglos convivieron musulmanes bosnios, croatas católicos, serbios ortodoxos, judíos, gitanos y otros. La guerra de los años ’90 que quería convencernos de que no podíamos convivir en un mismo país, ocasionó millares de víctimas, un millón de prófugos, y la destrucción de ciudades, edificios religiosos y monumentos históricos. En nuestro edificio vivíamos croatas, serbios y bosnios musulmanes. Entre nosotros compartíamos todo, hasta el último cigarrillo, el aceite aunque fuera poco, la harina, el café y también el dolor de la muerte. Mi marido que trabajaba como técnico de radio aficionado en las instituciones del Estado, instaló una estación de radio para poder vincular a las personas que durante meses, por causa de la interrupción de las conexiones telefónicas, no tenían noticias de sus seres queridos. Cuando terminó el conflicto me comprometí en política, en el Partido Socialdemócrata y me postulé como Consejero Municipal. Las consecuencias de la guerra eran terribles. En ese período le llegó al Alcalde de Sarajevo la invitación de participar en el encuentro “Juntos por Europa” que se realizaba en Stuttgart y dado que él no podía asistir, me pidió que lo hiciera yo en su lugar. En esa ocasión conocí al Movimiento de los Focolares, personas que quieren llevar la unidad a la humanidad. Se pueden imaginar el significado que tuvo para mí este encuentro dado que yo provenía de una experiencia de guerra. Volviendo a casa sentí una gran fuerza de vivir y de luchar para difundir los ideales recién conocidos. En nuestra ciudad, después de 20 años, todavía lloramos por nuestros muertos, y reconstruimos todo lo que fue destruido, pero también construimos puentes entre las personas. Y lo hacemos juntos sin odio. En estos días Sarajevo celebra 20 años del final del asedio a la ciudad, que duró 1425 días, en el que fueron asesinados 12.000 ciudadanos civiles, de los cuales 1500 niños. La ciudad ahora ha cicatrizado sus heridas y recuperó el buen ánimo que tenía en el pasado. Las campanas repican, la oración desde los alminares de las mezquitas resuena en las plazas. Dado que no profeso ningún credo, me identifiqué con el diálogo que Chiara Lubich comenzó entre las personas sin referencias religiosas. Mi compromiso es el de tejer esta red de comunión y de comprensión recíproca en mi ciudad con las vecinas musulmanas, con los católicos, -por ejemplo durante la visita del papa Francisco- y con las personas de convicciones distintas. Ahora en Sarajevo existe un grupo de jóvenes, también ellos de credos y culturas distintas que continúan difundiendo la cultura del diálogo. Ya desde hace algunos años desarrollamos distintas actividades y nació la idea de fundar una asociación para transmitir a las jóvenes generaciones los valores universales. En el 2014, cuando se conmemoraba el centenario del estallido de la primera guerra mundial, cuya chispa partió desde Sarajevo, organizamos, junto con el grupo internacional Gen Rosso, talleres para jóvenes de distintos Países Europeos. El año pasado colaboramos con otras 5 asociaciones de la Región con objetivos similares a los nuestros: estuvimos 7 días con seminarios y talleres sobre el tema de las minorías étnicas, individualizando proyectos concretos. Este año nuestro programa es el de trabajar con los jóvenes y con los desocupados. Nuestro deseo es que Sarajevo, después de la tragedia vivida en los últimos años, se convierta en una ciudad que sepa relatar lo positivo, donde la gente, creyente o no creyente, de nacionalidades distintas, construya paso a paso una humanidad reconciliada». Testimonio relatado en el Congreso OnCity, Redes de luz para vivir en el planeta, Castel Gandolfo 1-3 de abril de 2016.
Poner en práctica el amor
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