Finalmente aquí estamos: el Genfest ha iniciado hoy en Manila, en el World Trade Centre. Es la cita más importante, pero más de otros veinte Genfest nacionales se han llevado a cabo o están realizándose en los cinco continentes. El programa, con canciones, coreografías, experiencias, tiene como enfoque la superación de todo tipo de barrera, “Beyond all borders”. Un slogan corajudo, escogido por los mismos protagonistas como respuesta a las distintas formas de división que hoy se experimentan por todas partes, pero también ha sido el motor de las acciones realizadas en estos años de preparación. Desde las primeras fases, el Genfest tuvo la fisonomía de un evento “en colaboración”: cada participante ha sido un protagonista. La primera mañana, que acaba de terminar, empezó con un vídeo de las distintas locations y acciones del “pre” Genfest, que se llevó a cabo en veinte lugares diferentes del Sudeste asiático, desde el 28 de junio hasta el 5 de julio, en donde centenares de jóvenes desarrollaron acciones de solidaridad y servicio a comunidades y proyectos. El micrófono entonces pasó a los presentadores y a los “vloggers”, que acompañarán a los participantes a lo largo de todo el programa. Para los nacidos antes de la mitad de la década de 1990, aclaramos que los vloggers y los influencers son figuras mediáticas que tienen un gran seguimiento en los medios de comunicación social por parte de adolescentes y jóvenes. En los últimos meses, Louis de Burundi, Maria Clara de Brasil y Ceska de Filipinas son parte de esas figuras por el número día a día creciente de seguidores de sus perfiles Instagram y Facebook. Lo que ha caracterizado esta primera jornada han sido los testimonios de fuerte impacto. Como el de Josef Capacio de San Diego (USA) y Noé Herrera de Mexicali (México). En un tiempo de desequilibrios políticos y sociales y de todo tipo de divisiones, decidieron promover la paz justamente a lo largo del muro que divide las dos naciones. El trabajo conjunto de jóvenes estadounidenses y mexicanos – cuenta Noé – permitió descubrir que los valores, los objetivos y la visión del mundo, aun vistos desde fronteras opuestas, no son tan distintos. «Somos todos iguales y puedo amar a su país como al mío». Luego, tenemos la historia de Jean Paul Muhanuzi, de Burundi, y Egide Nduwayezu, de Ruanda. Es la narración de una amistad verdadera que creció en situaciones dramáticas: tras un atentado que ambos sufrieron, pero que dejó a Jean Paul por el suelo con una grave lesión en la espina dorsal, Egide lo dejó todo para sostenerlo durante la fase de rehabilitación que siguió a la operación de la columna vertebral. La superación de barreras, en su caso, llevó al descubrimiento de la belleza de los respectivos pueblos, etnias y tribus. Jaime Zayas, de El Salvador, lanzó desde el escenario la idea de cambiar el “metro cuadrado” de cada uno, como él mismo experimentó en su propio país, en un contexto de violencia urbana y desconfianza generalizada. El esfuerzo fue ser constructor de paz: «Sabemos que nuestro país tiene problemas complejos, pero podemos cambiar en lo cotidiano viviendo relaciones que se fundan en la reciprocidad». Tommaso Carriere, italiano, es co-fundador de la Asociación “Non dalla Guerra”, un proyecto para formar a las personas a la paz, mostrándoles qué es la guerra, cómo nace y cómo se desarrolla. «Contamos lo que hemos visto en países afectados por la guerra y cómo los conflictos destruyen la sociedad, minando la esperanza y la posibilidad de construir un futuro mejor». Desde 2014 la asociacióm promueve campamentos de verano en Jordania, en donde chicos europeos visitan campamentos de refugiados e interactúan con quienes sufren las consecuencias de la guerra. Las voces de esta primera jornada en Manila cuentan itinerarios de vida y proyectos, “fragmentos de fraternidad”, pequeños pasos que acercan a personas y pueblos y alimentan la esperanza.
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