Entusiasmo, deseos de comprender y de ser protagonistas del propio futuro: son las notas que caracterizaron la experiencia post JMJ para el grupo de jóvenes que se encontró, desde el 1 al 6 de agosto, en Jasna, en Eslovaquia. «No podíamos imaginar algo así. Si estamos contentos con la comodidad, con ser “cristianos de sofá”, nunca seremos de verdad protagonistas de la historia», declara Anita, joven argentina, en el momento de volver a su país. «Las propuestas alentadoras del Papa durante la JMJ pedían una adhesión inmediata, pero también una conciencia que debe madurar, y es esto lo que tratamos de hacer aquí en Jasna», explica Gianluca Falconi, filósofo. Junto con el teólogo Michel Vandeleene y la psicóloga Antonella Deponte animaron los momentos de profundización, ofreciendo un tramado de perspectivas distintas y una aproximación pluridisciplinar. Francisco en Cracovia habló de derribar el miedo, de difundir la paz en un mundo tan lleno de odio, del valor de la misericordia y de la Cruz, de los obstáculos que hay que superar para encontrar a Jesús. Pero ¿cómo traducir estos desafíos concretamente en la vida cotidiana? Los días pasados en Eslovaquia fueron la ocasión para considerarlos en detalle, para comprender las razones, para preguntarse personalmente sobre la propia vida. La experiencia internacional dio la posibilidad de un diálogo con personas procedentes de contextos muy distintos: desde el Líbano a Australia, desde Francia a los Estados Unidos, desde Rusia a Ucrania. «Una de las temáticas más fuertes – explican los organizadores- no era tanto la de la existencia de Dios o de los grandes problemas, sino la relación con el otro, con el que es distinto, – polos alrededor de los cuales se desarrollaba la reflexión común. Se ponían en evidencia los cuestionamientos personales sobre la búsqueda del sentido de la vida, las preguntas sobre lo que vale cada uno de nosotros, las oportunidades y las dificultades de las relaciones con el otro, con el enemigo, con el que piensa diferente» Todas las preguntas partían de experiencias personales. Como la del joven iraquí que puso en relieve las dificultades de relación que vive en su propio país. Para alguno el paso de ir “hacia el otro” resultaba imposible. Y entonces la “escuela” ofreció la oportunidad de ir a fondo en pequeños grupos, pero también con coloquios personales: espirituales, psicológicos, o para proporcionar actitudes estratégicas en las relaciones humanas. Y se habló también de la relación consigo mismo, de la autoestima, de la dignidad personal, de las emociones y de la apertura mental Otro de los grandes temas que trataron fue el del futuro: tomar las riendas de la propia vida y darle una dirección. Los que dialogaban de este modo eran adolescentes, jóvenes universitarios, trabajadores. Cristianos de distintas iglesias, agnósticos y no creyentes. Vocaciones distintas, 12 lenguas. Era por lo tanto una gran variedad de público, mancomunado por la sed de verdad, interesados y apasionados. «Este modo de presentarse de los jóvenes no es común en la sociedad de hoy», comenta Gianluca, en su larga experiencia de educador. «Tengo 15 años y en mi grupo había personas de más de 30 años – cuenta Carla, italiana-. Es lindísimo porque pude confrontarme, pedir explicaciones, adquirir seguridad». Un tramado de generaciones, de idiomas y de culturas: «Entre nosotros la filosofía no es muy apreciada porque el acercamiento a la realidad es distinto- explica Antoine del Líbano-, pero estoy contento de conocer otras mentalidades distintas a la mía». Fraternidad vivida como antídoto del mal, sueños que se realizan. Estos son algunos de los nuevos paquetes que han colocado dentro de la valija los jóvenes: «El Papa nos ha dicho que no dejemos de soñar- confiesa Anna de Milán-. Y lo que estamos viviendo es un sueño que se convirtió en realidad»
Poner en práctica el amor
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