Después de la muerte de Pablo VI, «20 días más tarde, el 26 de agosto, sube a la Cátedra de Pedro el “Papa de la sonrisa”, Juan Pablo I. Pero, a pesar de que su breve pontificado duró tan solo un mes, él tuvo tiempo para dirigirnos también a nosotros una sonrisa con palabras de bendición». Así escribió Chiara Lubich en el libro “El grito” (1), en el cual pone en evidencia la ininterrumpida relación que tuvo con los sucesores de Pedro. También con Albino Luciani, si bien fue muy breve su pontificado. «El nuevo Papa tuvo el don de hacerse entender inmediatamente por todos – escribía Guglielmo Boselli (2), en aquel entonces director de Città Nuova –, incluso por los niños. Usa un lenguaje normal, inmediato como el que usaba Jesús, con esa sabiduría del corazón que hace capaces de comunicar en seguida en una relación espontánea: es el don maravilloso que posee quien ha hecho una larga experiencia pastoral, siempre en contacto con la gente, y no necesita hacer discursos difíciles para expertos en la materia. Era un hombre con una vasta cultura humanística y teológica, que había superado la fase en que se encuentran aquellos que todavía están estudiando el cristianismo en el laboratorio. Sus palabras son inmediatamente como deben ser. Basta que abra la boca ya hay un entendimiento mutuo, una capacidad comunicativa verdadera». Su elección se dio después de un breve conclave, que duró sólo veintiséis horas. Habían elegido a un “un apóstol del Concilio”, como se dijo. En la audiencia con los cardenales, el 30 de agosto, de hecho, refiriéndose a la Lumen gentium 22 tocaba uno de los puntos clave de la eclesiología del Vaticano II. «Los obispos – dijo sin mirar el discurso – deben pensar también en la Iglesia universal… detrás de ustedes veo a sus obispos, a las Conferencias Episcopales, que en el clima instaurado por el Concilio, tienen que ofrecer un fuerte apoyo al Papa…Sí, esto es verdad, pero hoy hay una gran necesidad de que el mundo nos vea unidos…Tened piedad del pobre Papa nuevo, que verdaderamente no esperaba ascender a este lugar. Tratad de ayudarlo y busquemos juntos la manera de ofrecer al mundo un espectáculo de unidad, incluso sacrificando a veces algunas cosas; nosotros tendremos las de perder si el mundo no nos ve fuertemente unidos Después de sólo 33 días, el 28 de septiembre, la noticia desconcertante de su muerte. «Juan Pablo I –sigue escribiendo Guglielmo Boselli (3) – tuvo la tarea, quizás, de derribar las últimas apariencias externas de cada “distancia” que todavía persistía entre el Papa, el obispo de Roma “presidente de la caridad” y el pueblo: para hacer un diálogo en cuanto hombre entre los hombres en una iglesia en la que todo sea creíble, auténtico. El Papa Luciani hizo su parte. Quizás no tenía y no podía hacer más». No es difícil reconocer una clara continuidad con Papa Francisco. (1) Chiara Lubich, El grito, Ciudad Nueva ed., pág 107 (2) Città Nuova, 17/1978, pág. 8 (3) Ibidem 19/1978, pág. 9
Poner en práctica el amor
Poner en práctica el amor
0 comentarios