En Filipinas, el compromiso de Jóvenes por un Mundo Unido a través del proyecto #daretocare para promover iniciativas para ayudar a los estudiantes La “escuela remota” es uno de los rasgos característicos de esta época de pandemia. En todas las latitudes, los gobiernos están adoptando medidas destinadas a limitar el contagio de Covid-19 sin comprometer la continuidad de la enseñanza. Ocurre que los niños ya no van físicamente a la escuela sino que se “encuentran” con profesores y alumnos en “aulas virtuales”: la web es el teatro de su formación. En los países desarrollados este modelo presenta muchas dificultades. La pérdida de la relación directa pone en riesgo la calidad de la enseñanza y priva a los niños de ese “espacio” de crecimiento y desarrollo que es la relación humana. También es significativo el malestar por el “encierro” forzado y la necesidad de reorganizar la vida cotidiana entre el smart working, el cuidado de niños, los exámenes clínicos y diversas tareas. En los países en vías de desarrollo, o en las zonas rurales que carecen de infraestructuras informáticas, a estos problemas se añaden otros problemas estructurales. Hay muchos territorios donde Internet “no llega” y donde las familias en dificultad, cuyas condiciones, en tiempos de pandemia, se han agravado, no pueden comprar material educativo, computadoras y suscripciones a Internet para sus hijos. Aquí es donde se corre el riesgo de una “catástrofe educativa”, de la que habla el papa Francisco en su Mensaje para el evento dedicado al “Pacto global para la Educación”, el pasado 15 de octubre. En Filipinas hay muchas regiones donde la población experimenta estas dificultades. Aquí, entre los Jóvenes por un Mundo Unido hay docentes que impulsan iniciativas para ayudar a sus alumnos y realizar el camino del #daretocare, que es atreverse a cuidar: ser ciudadanos activos e interesarse por todo lo que pasa en el mundo para intentar construir un trozo de un mundo unido. Frances Roble enseña a los alumnos de primer grado. Entre sus alumnos, los de las familias más pobres no tienen el material escolar para seguir las lecciones. Para asegurar la continuidad en sus estudios, Frances hizo un llamamiento a toda la comunidad de los Focolares para que les den todo lo que necesitan: “Nos levantamos juntos – explica – ayudando a los que necesitan a levantarse”. Ronald Allan Relador enseña en una escuela pública. A diferencia del pasado, a principios de este año, sus alumnos tenían que registrarse on line para asistir a clases. Sin embargo, la mayoría de ellos no tenía ni una pc ni conexión a Internet. Ronald también se ocupó de recaudar fondos para la compra de computadoras e inscribir a algunos estudiantes él mismo. Sin embargo, el dinero recaudado no fue suficiente para cubrir todas las necesidades, hasta que una conocida banda de música del país decidió ayudarlos con una importante donación. “Me siento satisfecho y bendecido después de hacerlo – dice – ¡la generosidad de Dios es inmensa!”. Jaquilyn Marie P. Jumuad también enseña en una escuela primaria. Dice que la transición al autoaprendizaje en línea no es fácil y destaca la dificultad de muchos padres para reemplazar a los maestros, ya que ellos mismos carecen de una formación básica. “La ayuda que ofrece Jóvenes por un Mundo Unido – dice – nos permite dar a nuestros estudiantes la educación de calidad que necesitan”.
Claudia Di Lorenzi
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