Para Oscar, apasionado por el canto y la música, fue duro aceptar la noticia de que podría quedarse sordo. Pero con la ayuda de los jóvenes de los Focolares, en Bolivia, comenzó una nueva aventura que lo ayudó a superar esta dificultad. En 2014 pasé por un período muy difícil, a tal punto que incluso pensé en el suicidio. Todo empezó una mañana en que me desperté con un fuerte zumbido en la cabeza. A los pocos días el zumbido se había vuelto insoportable. ¿Me estaba enloqueciendo? Un día en el que ya no conseguía tolerar ese ruido, fui a la guardia médica. El otorrinolaringólogo me explicó que ese zumbido seguiría estando siempre, y que, más aún, me quedaría sordo… ¡Fue muy duro para mí! Traté de afrontar la situación con decisión pero, en algunos momentos, la desesperación parecía ganarme. Pedí ayuda a la comunidad de los Focolares y creo que fueron sus oraciones las que me salvaron. Una tarde conseguí aceptar esa situación y encontré la fuerza para ir adelante. Seguir luchando por Carminia, mi esposa, y por nuestros seis hijos, pasó a ser un fuerte reto. Empecé a acostumbrarme al zumbido y, pensando en Jesús Abandonado, me vi parecido a él, a su lado. Todas las mañanas lo saludaba con un “Hola, Jesús”. Ese período fue precioso. Puede parecer raro, pero fue justamente en ese dolor donde sentí más cercana la presencia de Dios. Tras muchas consultas médicas y los tantos medicamentos me he estabilizado, aunque el zumbido me sigue acompañando. Una noche pensé: llegará el momento en el que ya no podré ni cantar ni tocar un instrumento… Fue difícil de aceptar, pero dije otro “sí” a Dios, aunque le puse condiciones: “Acepto el hecho de no cantar ya en esta tierra, pero te pido que en el paraíso pueda formar parte de tu coro”. Vivíamos en El Alto (La Paz), a 4.150 metros de altura. Los médicos me aconsejaron que me trasladara a una ciudad más baja. En 2015 nos mudamos a Cochabamba (2.500 metros) y la comunidad local del Movimiento nos recibió con los brazos abiertos. Fue la ocasión para conocer de cerca a los y las Gen, los jóvenes de los Focolares y con ellos empezó una aventura musical que nunca habría imaginado. Yo, que daba por perdido el sueño de seguir cantando, me vi envuelto en la energía y la vida de los Gen hecha música. Un joven me propuso organizar un conjunto musical. Me dio mucha alegría, pero estaba preocupado por mi oído, que ya no funcionaba tan bien como antes. Pero la vitalidad de los Gen, mi experiencia con grupos musicales de jóvenes, además de los instrumentos que teníamos en nuestra familia (ya que cuatro de nuestros hijos son músicos) me convencieron. Un día me llegó de regalo una batería y fue un gran festejo. Los jóvenes tenían muchos talentos. Uno cantaba bien, otro tocaba los instrumentos con pasión; había entre nosotros un genio de la informática y otro más que era un experto del sonido… Fue así como actuamos en seis manifestaciones organizadas por el Movimiento de los Focolares. Era muy bonito ver a los jóvenes tan contentos y a los adultos contagiados por su vitalidad. Dios, al final, no se dejó ganar en bondad, porque pude seguir cantando y sigo haciéndolo.
Óscar Condori (Bolivia)
Vea aquí un pequeño vídeo con la experiencia de Óscar:
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