Vivir en el mismo edificio y ser extraños. Es lo que sucede en la mayor parte de los casos. Basta un poquito de valentía y un gesto sencillo para encontrarse realmente, algo como lo que hizo la familia Scariolo. “El encuentro con el otro es una riqueza recíproca, más allá de las culturas, de las religiones y de las ideologías. Cada vez descubrimos que el otro ha sido creado como un don de amor para mí y yo para él”. Con estas palabras Adriana y Francesco Scariolo, focolarinos suizos, casados hace 42 años, cuentan una experiencia que, hace algunos meses, los enriqueció de forma especial. “Vivimos en el Cantón de Ticino, en la Suiza italiana, y desde hace un año y medio vivimos en un edificio de 13 apartamentos. Los días antes de Navidad 2021, pensamos en hacer la vuelta de las felicitaciones, puerta a puerta. La sorpresa y la gratitud de todos los vecinos fue grande: “Yo fui el primer inquilino de este edificio y nunca me sucedió que nadie viniera a felicitarme” dijo uno de ellos. “Nosotros somos musulmanes, pero queremos desearles también a ustedes Feliz Navidad”, agregó otro. También le distribuimos a todos una invitación para un momento de fiesta por el fin de año y para desearnos un Buen 2022 en nuestra casa. Así el 19 de diciembre tuvimos un refrigerio-cena con tres familias, una musulmana y dos cristianas, de las cuales una era evangélica y la otra católica, respetando las normas de seguridad y utilizando rigurosamente el cubreboca. Fue un lindo momento en el que cada uno se dio a conocer espontáneamente. “Es bello saber que hay vecinos con quienes darse la mano, saludarnos -afirmó el marido de la señora musulmana- nos sentimos menos solos”. ¿Es algo que ya habían hecho en el pasado? “Sí, no es la primera vez que tratamos de crear relaciones con las personas del condominio. Todo surgió hace muchos años cuando escuchamos hablar de la “fiesta de los vecinos”, una iniciativa propuesta para darle a las personas la posibilidad de encontrarse. Nos dimos cuenta de que se necesitaba un poco de valentía y de fantasía de nuestra parte y lo intentamos. Al inicio, aprovechando el año nuevo, poniendo en sus casilleros del correo las felicitaciones, después, dependiendo de la reacción de las personas, haciendo más amistad, intentando organizar antes del verano un almuerzo en el jardín con todos. Después nos mudamos de ese barrio para hacer un período de voluntariado en el extranjero que duró 7 años, pero regresando, desde que estamos en este nuevo edificio, hemos querido mantener la tradición”. ¿Qué les sorprendió más de sus reacciones? “Ver sus rostros sonrientes. No se lo esperaban, sobre todo en un período delicado como este debido a la pandemia. Además nos pareció un regalo poder terminar los últimos días del 2021 con un momento de socialidad después de tanto aislamiento, un signo que da esperanza y no frena el deseo de amar a los demás y de construir relaciones fraternas. El 2 de enero de 2022 acogimos a otras familias que se habían anotado pero que, por la sana distancia, no pudimos recibir junto a las otras. Algunas se habían contagiado de COVID y por lo tanto no pudieron venir, pero la cena con ellos solo la postergamos para tiempos mejores”. ¿Qué quiere decir para ustedes salir a encontrar al hermano? “Quiere decir salir al encuentro de la humanidad de hoy a través de simples gestos de amor cotidianos. Por ejemplo, ayudar a la vecina que cada tanto tiene problemas con su TV, escuchar a la pareja que recién tuvo un bebé, disipar los muros de la indiferencia, del anonimato que caracteriza las relaciones y que ha crecido con la pandemia. La frase de Jesús “todo lo que hicieron a uno de estos hermanos míos más pequeños a mí me lo hicieron” nos interpela. Entonces cada prójimo realmente es la persona que Él pone a nuestro lado para ser acogida y amada. Y ¿quién es más próximo que los vecinos de la casa?”.
Maria Grazia Berretta
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