Movimiento de los Focolares

Maria Voce: La cultura del diálogo como factor de paz

Mar 20, 2016

El pasado 14 de marzo se conmemoró el 8° aniversario de la muerte de Chiara Lubich. Numerosos eventos en el mundo la recordaron bajo el aspecto, de su contribución a la construcción de la paz. Las palabras de la presidente del Movimiento de los Focolares.

«El deseo que nos anima no es el de recordar sino el de releer juntos, después de 20 años, los contenidos y el método que Chiara Lubich expuso en la UNESCO el 17 de diciembre de 1996, sobre un objetivo más que importante en este momento para las relaciones internacionales: la educación a la paz. En aquella ocasión, la UNESCO concedió a la fundadora del Movimiento de los Focolares el premio especial pensado para cuantos contribuyen con su obra a crear caminos y condiciones para que la paz sea algo real.». Lo recuerda la presidente de los Focolares, Maria Voce, en su intervención del pasado 12 de marzo en Castel Gandolfo, durante la tarde dedicada a Chiara Lubich y la paz, en presencia de embajadores, representantes del mundo de la cultura y del mundo ecuménico. «Mirando la realidad de hoy, aquel episodio parece tener una gran actualidad: ¿Qué hay más importante que la educación para alcanzar tal objetivo? La actualidad dominante, la que cotidianamente se impone ante nuestros ojos, nos ofrece imágenes de una paz violada, a menudo ironizada. Parece casi que, desde la realidad de los individuos hasta la dimensión internacional, el “vivir en paz” no pertenezca a las generaciones del Tercer Milenio. Y sin embargo, ¿cuántas veces invocamos la paz o tratamos de reanudar el hilo roto en las relaciones entre las  personas, entre los pueblos, entre los Estados? No podemos negar que logramos más fácilmente erigir barreras, pensando quizás que puedan defendernos, que actuar para construir la unidad en las relaciones, entre las ideas, en la política, en la economía, entre posiciones religiosas. Y la paz se escapa, se aleja. En la sede de la UNESCO, Chiara Lubich ofrecía un método de educación a la paz: la espiritualidad de la unidad, que es un nuevo estilo de vida capaz de superar las divisiones entre las personas, entre las comunidades, entre los pueblos y por ello, capaz de contribuir a reencontrar o a consolidar la paz. _MG_2370Esta espiritualidad la viven personas provenientes de diferentes experiencias y condiciones: cristianos de distintas Iglesias, creyentes de distintas Religiones y personas de culturas diferentes. Todos ellos animados por el deseo de hacer de la humanidad una sola familia, conscientes de deber afrontar problemas y situaciones que se presentan cotidianamente a todos los niveles y en todos los campos, tendiendo a ser, al menos, allí donde se encuentran – cito a Chiara – gérmenes de un pueblo nuevo, de un mundo de paz, más solidario sobre todo con los más pequeños, los más pobres; de un mundo más unido» (Discurso de Chiara Lubich  en la UNESCO, 17.12.1996), en el que sea posible no sólo llamarse hermanos sino serlo. Si éste es el método, ¿cuál es el «secreto de su éxito»? Es un secreto que Chiara define como el arte de amar, es decir «ser los primeros en amar, sin esperar que se nos ame. Significa saber “hacerse uno” con los demás, es decir, hacer nuestros sus pesos, sus pensamientos, sus sufrimientos, sus alegrías. Pero, si este amor al otro lo viven más personas, se hace recíproco» (Ibid.). Reciprocidad, palabra que tiene mucho peso en las relaciones internacionales, pero, a menudo, limitada a garantizar la tregua en los conflictos, no a prevenirlos o a resolverlos. Quien tiene responsabilidad y funciones relevantes en la convivencia internacional sabe bien qué difícil es la tratativa, cuántos obstáculos se encuentran para llegar a acuerdos que satisfagan a todas las partes. Hacer del amor un instrumento de negociación, respecto al gran objetivo de la paz, serviría para sentirse parte de la misma familia, para vivir esa dimensión auténtica de la fraternidad no restringiéndola sólo a la coexistencia o a la forzada cohabitación, sino abriéndola a las exigencias de los más débiles, de los últimos, de quienes están excluidos por la dinámica política o por una economía que tiene como única ley la ganancia. Amar, por tanto, es actuar para el otro y con el otro; es contribuir a superar las barreras puestas por intereses contrapuestos, por el deseo de manifestar la potencia, por la desigualdad en los niveles de desarrollo y la falta de acceso al mercado o a la tecnología». Al hablar de educación a la paz nos encontramos frente al gran desafío de concertar un método, el de la unidad fruto del amor recíproco, con la fragmentación que envuelve ya todos los ámbitos de nuestra cotidianidad. Chiara Lubich era consciente de esto y por eso ofreció a los Representantes de los Estados miembros de la UNESCO casi una clave, una buena práctica según el lenguaje usado en las relaciones internacionales. De hecho dijo: «No se hace nada bueno, útil, fecundo en el mundo sin conocer, sin saber aceptar la fatiga, el sufrimiento, en una palabra, sin la cruz» (Ibid.). El compromiso por la paz es difícil de realizar si no se está dispuesto a perder las certezas y las comodidades, aventurándose hacia nuevos caminos, inexplorados; siendo creativos sin improvisar; escuchando la voz de los que piden un futuro de paz e individuando dónde emergen las posibilidades para realizarlo. […] Han pasado veinte años desde que Chiara en la UNESCO indicó el amor como «la más potente arma para donar a la humanidad su dignidad más alta: la de sentirse no tanto un conjunto de pueblos, uno al lado del otro, a menudo en lucha entre ellos, sino un solo pueblo» (Ibid.). También hoy, a pesar de afrontar múltiples y recurrentes dificultades, es éste el Ideal que queremos realizar con la colaboración de todos».

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