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¿Qué sentimientos han suscitado en usted las palabras del Papa sobre la posibilidad de reactivar la antigua tradición de las mujeres diaconisas? «Cualquier actitud de apertura de este Papa para involucrar mayormente a las mujeres en la vida de la Iglesia, también en sus funciones “directivas”, me parece una bendición. Esto no quiere decir que yo sea a priori más o menos favorable al diaconado para las mujeres; pero ciertamente soy favorable a un profundo estudio sobre la cuestión, para tratar de comprender mejor cuáles puedan ser el rol y la función de los diáconos en general, y si en dicho ministerio pueden tener también un lugar las mujeres. En este momento considero que la función del diácono, así como se vive prácticamente, parece estar más al servicio del sacerdote que de la comunidad. Si en cambio ese ministerio se viviera y se reconociera más explícitamente como servicio a la comunidad, teniendo también la posibilidad de proclamar el Evangelio, administrar los sacramentos que no están reservados al presbítero o al obispo, o con la posibilidad de administrar una comunidad parroquial, creo que todo ello sería, de por sí, un importante signo de mayor apertura. No veo por qué una mujer, a priori, tendría que estar excluida de estas funciones».
¿El horizonte de una Iglesia-comunión puede ayudar al discernimiento de la cuestión? «Creo que sí. Soy muy partidaria del estudio del diaconado por parte de una comisión ‘ad hoc’ porque creo que, precisamente porque las decisiones relativas serían importantes, instituir un grupo de trabajo va en la dirección de aquel camino sinodal que el Papa ha emprendido para todas las cuestiones más importantes de la Iglesia. Esto quiere decir, no sólo y no tanto fiarse de aquello que al Papa pueda parecerle bien, sino fiarse, sobre todo, de aquella experiencia de Espíritu Santo que se experimenta al afrontar un problema juntos, en comunión».
En realidad las mujeres ya hacen mucho en las comunidades cristianas… «Desde siempre innumerables mujeres sostienen comunidades eclesiales con distintas funciones: distribuir la Eucaristía donde los sacerdotes no pueden llegar, comentar el Evangelio, presidir “Liturgias en ausencia del sacerdote” o seguir la administración de parroquias e incluso de diócesis, sin necesidad de tener para esto un título especial… Si todo lo que ya hacen muchas mujeres en las Iglesias locales se reconociera oficialmente, pienso que eso sería una apertura e indicaría una conducción más comunitaria de la Iglesia. Además de ser favorable al estudio sobre el diaconado, estoy agradecida a un Papa que cada vez más, y fuertemente, quiere inserir a las mujeres en ese camino de reforma de la Iglesia Católica que él está llevando adelante, reconociendo en las mujeres su especificidad y permitiendo que, precisamente en esta especificidad, puedan servir verdaderamente a la Iglesia y a la Humanidad». Fonte:
Città Nuova online
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