“Hemos aprendido a amarnos sin pedir nada a cambio, como lo hace Dios” “Poco a poco nos hemos enamorado el uno del alma del otro. Nos encontramos ahora en una plenitud de amor que no habíamos experimentado antes, ni siquiera cuando éramos novios, y ello es posible porque ahora nos amamos en la libertad, sin pedir nada a cambio, como lo hace Dios”. Nacho y Fili son de México, están casados desde hace 30 años y tienen dos hijos. Cuentan que su amor nació, realmente, sólo después de haber hecho el descubrimiento de que Dios es Amor y que amó al hombre hasta dar la vida por él. Al ponerse como medida un amor tan grande entendieron que podrían superar sus respectivas limitaciones y sanar las heridas que habían lastimado su relación. Un descubrimiento que dio sentido al recorrido de cada uno de ellos y los hizo capaces de amarse recíprocamente hasta donarse el uno a la otra. Su historia, hasta un determinado momento, se asemeja a la de muchas parejas. Dos personas que se sienten enamoradas y deciden casarse, llevando “como dote” cada uno un vacío interior que socava los cimientos de todo proyecto. Un vacío que esperan colmar sumando sus llagas respectivas: es la premisa de un abismo que conducirá a una ulterior disgregación. “Mi padre tenía otra mujer y otros hijos –cuenta Fili– y yo sufría por eso. Entonces, mi deseo era casarme y tener una familia estable”. “Yo también de pequeño sufrí por la ausencia de mi padre y la poca atención de mi madre –continúa Nacho– Fili y yo unimos nuestras soledades, pero queríamos colmar esos vacíos sin haber conocido el verdadero amor. Muy pronto notamos la ausencia de ese amor entre nosotros”. De hecho, los problemas llegaron rápidamente. Por los celos de Fili, Nacho se vio obligado a cambiar a menudo de trabajo y el rencor que ello causaba producía mayor tensión. Los hijos también se resentían por todo lo que sucedía: “Nuestro amor para con ellos era grande, pero no sabíamos educarlos en el amor, ni hacer que ellos amasen a Dios”. Tras 15 años de matrimonio se separaron: Nacho estaba desilusionado y sentía que la relación se había roto; Fili no conseguía perdonar al esposo. “Parecía que ya nada nos unía – recuerdan– que ya no había amor”. Pero luego, un acontecimiento cambia la dirección de esta historia. Una noche, mirando la televisión, Nacho queda impactado por una mujer, Chiara Lubich, fundadora de los Focolares, que habla de amor fraterno. Ve las imágenes de la ciudadela del Movimiento en México, llamada El Diamante. Es cerca de su casa, un domingo van a misa allí y los invitan a la Mariápolis, un encuentro de los Focolares. No se imaginaban que la invitación a seguir el Evangelio podía ser para ellos revolucionaria: “Perdona hasta setenta veces siete” (Mateo 18:21-22) es la frase a la que se los llamaba a vivir en la cotidianeidad. “Nos hablaron de Jesús Abandonado –cuenta Fili– de cómo él perdonó y dio la vida por nosotros. Entendí que frente a eso mis dolores eran pequeños. Dios ya había perdonado a mi esposo, y la voluntad de Dios para mí era que lo perdonase. Lo hice y experimenté que es posible volver a nacer”. “Somos imperfectos y distintos –observa, al final, Nacho– pero he aprendido a tener confianza en ese Dios que hace que todo sea posible”.
Claudia Di Lorenzi
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