Acoger al Niño Jesús en la fría cueva de nuestro corazón; dar hospitalidad a aquella Luz que no había encontrado lugar en otro sitio y decidió brillar sobre nosotros, haciendo nuevas todas las cosas. En pocas palabras, Igino Giordani nos narra la Navidad. Jesús nació en un establo para mostrarnos que puede nacer también en nuestro corazón, que es un lugar no muy distinto. Y cuando nace en nuestro corazón, como en la cueva, los ángeles se levantan a cantar, la luz brilla en la noche, y la paz llueve sobre la tierra. Jesús, con su Navidad, inició una Revolución: sacó al hombre de los establos y lo elevó a las estrellas. Esclavo del más fuerte, hizo de él un hermano, un igual. No se puede reducir todo a canciones y velitas. No puede uno burlarse de Dios. El Padre nuestro en el Cielo reclama el pan nuestro en la tierra. Está claro: permanece la acción de quien quiere nuevamente esclavizarnos; volver a quitarnos la libertad. Y esto con distintas formas de presión (…). Desvanece la libertad y desvanece la caridad: y de ese modo se vive según la carne, y en vez de servidores voluntarios de nuestro hermano, nos convertimos en sus explotadores. En cambio, esta es la ley, esta es la justicia: tratar al hermano como me trato a mí. Servicio recíproco, donde justicia y caridad son una cosa sola. Son Dios que vive en nosotros: el Verbo – la Razón – que se encarna entre nosotros, y hace que sobre los establos florezcan las estrellas.
Igino Giordani, «La Via», 24.12.1949
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