El Lago Rotorua es el segundo más grande de la Isla del Norte de Nueva Zelanda, en el Océano Pacífico meridional. Formada en el cráter de un gran volcán, activo hasta hace 240 mil años, que hoy es un espléndido gimnasio para canoas y kayaks. También aquí, como en todas partes de la zona, es una meta turística desde el año 800. El fuerte olor a azufre recuerda la intensa actividad termal que empuja el agua caliente para que salga formando pozos de fango caliente de colores increíbles, desde verde manzana a amarillo, lagos azul cobalto e infinidad de fumarolas. A poca distancia el geiser Lady Knox eructa una vez al día un chorro de agua y vapor de 20 metros de altura. El mismo calor efervescente de los 170 participantes en la “Mariápolis”, que del 26 al 29 de abril pasados se alojaron en un campamento situado precisamente en la rivera del lago. Estre los participantes había también familias originarias de Filipinas, de India y de Corea, había más de 50 entre jóvenes, chicos y niños y algunos “huéspedes” italianos, dos matrimonios, Roberta y Stefano, y Beatrice y Franco. Cuentan: «Partimos para Sydney y, después de un vuelo de alrededor de 4 horas, llegamos a Auckland donde nos encontramos con Yob y Bruno de Melburne. Con ellos, después de 4 horas en carro, llegamos a Rotorua. Fueron tres días riquísimos de relaciones personales y con todas las familias. Numerosas experiencias del Evangelio vivido y talleres sobre ecología, un tema que aquí es muy sentido, sobre el arte de amar, con algunas reflexiones de Chiara Lubich, y después otros sobre comunicación en la familia y sobre la educación de los hijos. Además de encantadores paseos a lo largo del lago y en el bosque». No por casualidad la Isla del Norte fue elegida como lacación para grabar varias escenas de la saga de novelas de Tolkien “El Señor de los Anillos”. Pero el territorio es particularmente interesante también desde el punto de vista etnológico. De hecho en la Isla vive la comunidad Maori más grande de Nueva Zelanda. Si hasta hace 40 años el idioma de este pueblo era hablado por un número muy reducido de personas, hoy, gracias a un programa de integración promovido por el gobierno, la cultura y el idioma Maori (alrededor del 20% de la población) se han vuelto parte integrante del país. «Durante la Misa – explican Roberta y Stefano – recitamos algunas oraciones en Maori, un pueblo cuya civilización y cultura aquí están bien integradas». Después de la cena, el programa de la Mariápolis preveía una velada animada por los niños y adolescentes, con una interesante reflexión “ecológica” sobre el respeto a la creación y al medio ambiente. En la sencillez de una gran familia, se comparten en la Mariápolis una fiesta de cumpleaños, un aniversario matrimonial. «Fueron tres días muy ricos de coloquios personales y con las familias, durante los que hemos podido compartir alegrías y acoger y abrazar juntos los dolores, afrontar los desafíos con el apoyo de la comunidad, permaneciendo fieles al compromiso de vivir el Evangelio con coherencia y constancia». Desde aquí regresa el “pueblo de la Mariápolis”, para volver a sus países de origen llevando la energía y el calor de Rotorua.
Poner en práctica el amor
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