En el contexto actual, hablar de unidad, puede parecer absurdo, anacrónico, sin embargo, el impulso que anima a los obispos presentes en el Encuentro Ecuménico en la isla de Heybeliada (Halki), no es para nada una utopía. El compromiso de vivir el amor mutuo entre ellos y con sus iglesias es ya un testimonio vital para aquéllos que perdieron la esperanza en el diálogo y en la paz. El 25 de noviembre María Voce, en su intervención programática, habló a los obispos sobre la unidad. Una realidad que además de ser un don del cielo, se convierte también en un compromiso estimulante que –asegura- nos permite “integrarnos en esta historia sagrada de la humanidad”. Una historia sagrada en la que los cristianos tienen un rol imprescindible. La unidad se convierte en una respuesta a los desafíos de hoy. “Frente a la impotencia, que a veces hoy nos invade, – continúa María Voce- tal vez debemos dar un único y primer paso: volver a donarnos a Dios como instrumentos en Sus manos, para que Él, sobre nuestra nada, realice la unidad. Este es nuestro primer compromiso, el primer paso que tenemos que dar individualmente y juntos” Hoy, con una realidad social tan dramática, muchos, sobre todo los jóvenes, sienten el impuso de estar presentes y visibles al lado de quien sufre. Pero la tarea de los Focolares no se agota aquí. Es necesario comprender que la unidad es una meta hacia el mundo unido, por lo tanto, “estamos llamados a la unidad con todos– subraya María Voce-, sin excluir a nadie”. Y citando fragmentos de Chiara Lubich, revela a los Obispos el camino descubierto por la fundadora de los Focolares. “La puerta que nos abre a la unidad es para nosotros Jesús Crucificado y Abandonado” que “ha realizado la reunificación del género humano con el Padre y entre los hombres, es Él, crucificado y abandonado, la causa, la llave de la unidad, que la realizará también hoy”. Llevar la riqueza de la unidad a cada ángulo de la tierra, es la función del Movimiento de los Focolares, suscitar células vivas en todas partes. “En los campos de refugiados, – continúa diciendo María Voce- en los hospitales donde están los heridos de guerra, en las manifestaciones de las plazas, en las colas de los que buscan trabajo y no lo encuentran, en los puertos repletos de emigrantes… en todos lados, en todos lados. Dios nos pide que encendamos fuegos cada vez más grandes”. En el diálogo que se produjo luego de su intervención, algunos obispos contaron sobre sus trabajo en contextos difíciles, de la cercanía de los fieles de las distintas iglesias allí donde existe la guerra y el sufrimiento. En ellos es fuerte la certeza de que es la cruz lo que los une a todos y la que hará florecer comunidades vivas en los lugares más inesperados. El programa continuo con una mirada particular sobre las realidades que viven las iglesias locales de Medio Oriente, el rol de los cristianos y sus dificultades. El obispo Sahak Masalyan a pesar de la compleja situación de la Iglesia Armenia en Turquía, transmitió optimismo y aseguró: “Cuando los cristianos pierden el sentido del optimismo, al final emigran hacia cualquier lado”. Un llamado llegó también del obispo Simon Atallah de la Iglesia Maronita de Líbano. Pidió que recemos con fervor para derrocar la guerra, para que los cristianos no abandonen más sus tierras y puedan volver a vivir en paz y armonía. Como conclusión de la jornada Ángela Caliaro y Carmine Donnici, representantes del Movimiento, presentaron el desarrollo y la influencia de los Focolares en toda la zona mediooriental, una semilla de esperanza que impulsa a los cristianos, a los musulmanes y a los judíos a continuar por el camino de la reconciliación y de la paz. De la enviada Adriana Avellaneda
Poner en práctica el amor
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