Movimiento de los Focolares

Pablo VI: profeta, apóstol, mediador

Oct 3, 2016

La intervención de Maria Voce, el 23 de septiembre en la catedral repleta de Brescia, en el curso del evento “Pablo VI, un retrato espiritual”. Giovanni Battista Montini, hombre del diálogo

PaoloVI_ChiaraLubichPersonalidades de la Iglesia Católica, representantes del mundo islámico, autoridades civiles, representantes de asociaciones y personas de Brescia y de las ciudades cercanas, el pasado 23 de septiembre llenaron la catedral de la ciudad italiana para participar en el evento “Pablo VI, un retrato espiritual”, con el testimonio de Maria Voce, presidente del Movimiento de los Focolares, presentado por Rosi Bertolassi del mismo Movimiento. La intervención toca tres aspectos de la personalidad de Giovanni Battista Montini: profeta, apóstol, mediador. En ella, la presidente de los Focolares expresa, ante todo, una  profunda gratitud que une el Movimiento que ella representa al beato Pablo VI, “uno de los dones que Dios ha querido hacer a la Humanidad en nuestro tiempo”. Y recuerda el periodo en el cual la Iglesia estudiaba el Movimiento naciente: «Siendo Papa, su función fue determinante para discernir acerca del carisma de Chiara Lubich y para hacer posible lo que a inicios de los años sesenta parecía todavía “imposible”, individuando sapientemente vías jurídicamente factibles para expresar la fisonomía específica de esta Obra nueva en la Iglesia». Por tanto, subraya que, precisamente porque «impregnada de la Palabra, la figura de Giovanni Battista Montini – Pablo VI – se nos presenta en su triple dimensión de profeta, apóstol, mediador. En la dimensión profética, Maria Voce evidencia «la capacidad de abrir con valor y sabiduría nuevos caminos» y de «derribar muros y expresar la renovación de la Iglesia que su alma anhelaba». Como el histórico abrazo de paz con el patriarca Atenágoras en enero de 1964 en Tierra Santa; en 1970, cuando con una histórica decisión, elevó a doctora de la Iglesia – título otorgado desde siempre sólo a los hombres – a dos mujeres: Teresa de Ávila y Catalina de Siena; o todavía cuando, en el Año Santo de 1975, se arrodilló para besar los pies del metropolita ortodoxo Melitón. «Pablo VI fue verdaderamente el Papa del diálogo» así se expresó Juan Pablo II en Concesio durante su visita pastoral en 1982, subrayando en su predecesor la capacidad de dialogar con la Humanidad entera». Maria Voce subraya también su dimensión apostólica: «En Ecclesiam Suam (…) sentimos vibrar el pensamiento y el ánimo del apóstol del cual había elegido el nombre, el apóstol misionero y el primer teólogo de Cristo, aquél que se había hecho todo a todos y nada se había ahorrado para que el anuncio del Evangelio llegase a todas las gentes». A este respecto, Maria Voce recuerda los viajes apostólicos «que lo acercaron a los pueblos de la Tierra, haciendo a Iglesia más una y más “católica” como le gustaba subrayar a Pablo VI, en el sentido etimológico del término. De gran nivel y significación universal permanece el histórico y profundamente humano discurso pronunciado en la ONU. Me gusta señalar todavía la innovadora inserción de los laicos en puntos vitales de la institución eclesiástica, su confianza en las aportaciones de las ideas de ellos y su reconocimiento, en la Octogesima adveniens,  de la legitimidad de la pluralidad de opciones en el campo político aun en la fidelidad a los principios evangélicos». Por último, su capacidad de “Mediador en el único Mediador”:  después de haber recordado  la sorprendente carta a las Brigadas Rojas «brotada de su alma en el tiempo doloroso del secuestro del diputado y amigo Aldo Moro», la presidente afirma su función de mediador y añade: «Pablo VI –  siguiendo las huellas del Maestro – toma sobre sí la angustia y el tormento del mundo sintiéndolo profundamente suyo, carga con su pecado advirtiendo realmente el peso de éste y sufriéndolo hasta el fondo, como a menudo delata su rostro. Y es así como, en él, la paternidad de Dios se manifiesta nítidamente, anulando toda distancia entre el Cielo y la Tierra, sanando heridas, enjugando lágrimas, llevando paz y unidad». Lee el discurso integral.

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