Movimiento de los Focolares
Estuve en el Genfest de 1980

Estuve en el Genfest de 1980

Genfest1980_bNací y crecí en Macao, una ex colonia portuguesa que ahora forma parte de China continental. Allí conocí el Ideal de la unidad en una Mariápolis. Macao es una pequeña ciudad que se puede visitar en pocas horas, por lo tanto, la invitación a un Genfest que tendría lugar en Roma, junto con miles de jóvenes de todo el mundo, me atraía mucho, aunque no tenía la mínima idea de qué era. Recién había empezado a vivir este Ideal junto con otros jóvenes y algunas focolarinas venían a menudo a visitarnos y nos traían noticias y la vida concreta del Evangelio vivida en el Movimiento en todo el mundo. Ese mundo que había conocido sólo a través de las lecciones de Geografía, ahora, con el Ideal de la unidad, se había vuelto pequeño y cercano. En cuanto llegamos a Roma, algunos días antes, nos reunimos en una casa con muchos jóvenes provenientes de Filipinas, Hong Kong, Australia, América Latina… ¿Cómo convivir con todos ellos? Nosotras asiáticas éramos un poco tímidas y, sin conocer el idioma no sabíamos cómo comunicarnos. Pero en cambio no había necesidad de hablar para entendernos, nos congregaba la misma alegría y enseguida entre nosotros nació un fuerte vínculo. Después de un par de días nos sentíamos una única familia. Después supimos que el título del Genfest era: “Por un Mundo Unido”. El Genfest se realizó en un estadio abierto, por lo tanto rezábamos mucho para que no lloviera. Se esperaban cientos de autobuses de toda Europa.

Chiara Lubich

Supimos que Chiara Lubich (a quien todavía no conocía personalmente) deseaba que el Genfest fuera “un momento de Dios”. Más que a la fiesta, Chiara nos llevaba a lo esencial. Aunque entonces no entendía mucho el italiano tenía la tarea de traducir para los gen chinos, filipinos y brasileños. No fue nada fácil, todo lo contario. Cuando empezó el Genfest, entre la emoción y la dificultad de escuchar, no lograba traducir. Cuando Chiara subió al palco, los 40.000 jóvenes éramos “un solo corazón y una sola alma”. Estábamos fascinados por su presencia y allí entendí quién era Chiara. Aún en medio del inmenso estadio, cada uno la sentía cercana. No entendí todo lo que dijo, pero sentía que ya habíamos emprendido el camino hacia el mundo unido. Pero un ideal tan grande exigía el compromiso de cada uno. En un momento dado llegó la lluvia… Era impresionante ver como quien tenía paraguas lo usaba para tapar a quien tenía delante. Y a pesar de que no logramos, por motivos técnicos, entender el mensaje de Chiara, todos estábamos felices. Su presencia en medio nuestro, por el amor recíproco, nos arrastraba y nos llenaba de alegría. ¡Ese “momento de Dios” se estaba realizando!”. Al terminar el Genfest todos los 40.000 partimos con la convicción que recorriendo el camino que Chiara Lubich nos había indicado habríamos podido dar nuestro aporte a la construcción de un mundo más unido. Y empezamos enseguida: amando a cada persona que encontrábamos y viviendo el amor recíproco entre nosotros 24 horas sobre 24. Del de Sousa

Genfest 1980: el mundo una familia

Genfest 1980: el mundo una familia

Genfest1980_cNací en Bérgamo (Italia), soy la mayor de 4 hijos de una linda familia con sólidas raíces cristianas. Cuanto tenía 17 años, iba a la escuela superior y estaba comprometida en la parroquia. Me apasionaba el estudio, dedicarme a los demás, los paseos a la montaña. Tenía muchos amigos y una experiencia de fe rica. Era, como se decía entonces, “una buena muchacha”, sin embargo… me faltaba algo. Buscaba algo todavía más grande, bello, auténtico. Italia atravesaba años difíciles marcados por los atentados de las Brigadas Rojas y por la crisis laboral. Mi papá, metal-mecánico, primero se había tenido que acoger al subsidio estatal porque le habían reducido el horario laboral y, después perdió definitivamente el trabajo. Yo sentía un fuerte el dolor ante las injusticias, ante las contraposiciones sociales, me atraía el compromiso político para renovar la sociedad. Transcurría horas hablando con mis amigos, confrontándonos en debates que, sin embargo, me dejaban vacía por dentro. Genfest-1981_aUn día Anita, una chica de la parroquia, nos invitó a mí y a mi hermana al Genfest que se iba a realizar en Roma. Nos dijo que nos encontraríamos con miles de jóvenes de otros países y también con el Papa. Anita tenía algo especial. Una alegría sincera brillaba en sus ojos, y como ella, otras personas de la parroquia –el sacerdote, dos catequistas, un seminarista- parecía que tenían un secreto: estaban siempre abiertos a todos, disponibles, eran capaces de escuchar en forma auténtica. Con una buena dosis de inconciencia, mi hermana y yo partimos con un centenar de jóvenes de la parroquia a Roma, al Genfest. Debido a un accidente llegamos tarde al estadio Flaminio, y nos tocó ubicarnos en la parte alta de las graderías, en la parte descubierta y lejos del palco donde ondeaba un escrito: “Por un mundo unido”. Llovía sin parar y estaba empapada. Empecé a preguntarme cómo se me había ocurrido emprender una aventura de este tipo. Pero enseguida unos jóvenes suizos que estaban sentados unas gradas más debajo de las nuestras, nos pasaron una lona para que nos reparáramos de la lluvia, nos ofrecieron comida y nos prestaron binoculares para poder seguir mejor el programa. Hablábamos idiomas distintos, pero nos entendimos enseguida: experimenté la gratuidad del amor y una gran acogida. En la gramilla del estadio, a pesar de la lluvia, se alternaban coreografías coloridas. Me parecía que había entrado en otra dimensión. 40.000 jóvenes llenos de entusiasmo que llegaban de todas partes de la Tierra, que daban testimonio del Evangelio vivido realmente. Genfest1980Después subió al palco una pequeña mujer de cabello blanco. Era Chiara Lubich. La veía por el binocular. Apenas empezó a hablar, el estadio hizo profundo silencio. Escuchaba absorta, más por su tono de voz y por la convicción que emanaba que por sus palabras. Tenía una potencia que contrastaba con su figura frágil. Hablada de un “momento de Dios”, y a pesar de que hizo referencia a las divisiones, fracturas y desunidades de la humanidad, anunciaba un gran ideal: el de un mundo unido, el ideal del Jesús. Nos invitaba a llevar lo divino a la sociedad, al mundo, mediante el amor. Su intervención duró pocos minutos. Yo me sentía como aplastada por una conmoción que nunca había experimentado. Tenía el rostro húmedo por las lágrimas. Salí de ese estadio caminando entre el río de jóvenes, con la profunda convicción de que –desde ese momento en adelante- ningún acontecimiento doloroso o difícil me podría destruir: ¡el mundo unido es posible y yo tengo la maravillosa posibilidad de construirlo con mi vida! ¡Había encontrado! Quería vivir como Chiara, como esos jóvenes con quienes había estado esa tarde, tener una fe como la de ellos, su misma vivacidad, su misma alegría. Genfest1980_dA la mañana siguiente, en la Plaza San Pedro, tuvo lugar el fascinante encuentro con Juan Pablo II. Durante el viaje de regreso, yo –que era timidísima- bombardeé de preguntas a las Gen: ¡quería saber todo de ellas! Empecé a frecuentarlas en mi ciudad. Las Gen me hablaron de su secreto, un amor sin condiciones a Jesús Abandonado en cada pequeño o gran dolor en nosotros o a nuestro alrededor. Comprendí que se trataba de una experiencia de Dios, radical, sin medias tintas; que Él me invitaba a darLe todo, a seguirlo. Me vino un temor grandísimo pues para mí se trataba de TODO o NADA. En los meses sucesivos al Genfest, no faltaron los sufrimientos y dolores fuertes. Pero la vida que había emprendido con las Gen, el poderle dar un sentido al dolor, la unidad entre nosotras hecha de amor concreto, de comunión, me ayudó a seguir adelante, más allá de cada obstáculo, en una aventura extraordinaria que me dilató el corazón. Experimenté que, con Dios en medio nuestro, todo es posible y la realidad de la familia humana que había soñado era posible. Patrizia Bertoncello

María Voce: «¡El Genfest es nuestro!»

María Voce: «¡El Genfest es nuestro!»

YFUW_PaoloBalduzziA sus espaldas 180 jóvenes del Movimiento de los Focolares, en representación de sus coetáneos de todo el mundo. Rostros, colores y rasgos étnicos muy distintos. En primera fila se presentan tres jóvenes de Siria. A su lado está Michel, que viene de Mali y tiene ojos muy expresivos. Conoció a los Focolares en su país y desde entonces dice que su vida cambió. František de la República Checa y María de Portugal explican: «Provenimos de más de 40 países. Estamos aquí de todos los continentes para confrontarnos sobre nuestra identidad y nuestros desafíos para construir una cultura de fraternidad». Detrás de ellos están sentados Amin de Argelia, que es musulmán, y Kioko, budista japonesa. Todos trabajan para construir, con un aporte realmente mundial, el próximo Genfest de Manila (6-8 de julio de 2018), el primero, en la historia de esta manifestación, fuera de Europa. ¿Por qué en Asia? Responde Giuseppe, que es italiano: «Asia contiene el 60% de los jóvenes del mundo, por lo tanto para nosotros significa apuntar al futuro, a la fraternidad universal. El título, “Beyond all borders”, más allá de las fronteras, es uno de los desafíos más grandes que tenemos que afrontar», empezando por los límites personales: los prejuicios, la diversidad social y cultural. Un gran desafío en un país que ha sido afectado por una oleada de violencia endémica, por la        exclusión social de muchos sectores de la población y por una crisis política sin precedentes. «Queremos que estos conflictos no nos dividan sino que sean una posibilidad para unirnos más». genfest_beyondallbordersFue la gran idea lanzada por Chiara Lubich en 1987. La fundadora de los Focolares, ante una platea de jóvenes, explicó el motivo del nacimiento del Genfest: «Es una explosión de fuegos, no artificiales, sino reales, del amor de Dios. El objetivo del ut omnes (“Padre, que todos sean uno” Jn. 17, 20-23) se acerca. Jesús conquista y arrastra, deja tras de sí todo lo que no va, como un riachuelo fresco que deja en la orilla todo lo que no puede arrastrar su limpidez». Y agregó: «Verán los milagros de las gracia de Dios, porque Dios está con nosotros. Él es el único omnipotente». Está presente María Voce, la actual presidente de los Focolares. «Quisiera dirigir un enorme gracias a los jóvenes». El de ellos –afirma– es un gran acto de valentía, «la respuesta de hoy al llamado que Chiara lanzó desde los años ’60 “Jóvenes de todo el mundo, únanse”. Este llamado resuena todavía, no sólo para ustedes sino para todos. El objetivo del mundo unido todavía no lo hemos alcanzado. La primera generación por si sola, no lo logró, no podía lograrlo. Sola, tampoco la segunda lo podrá lograr, porque es un objetivo enorme. La idea de un mundo unido debe transmitirse de generación en generación, y ellas, 20171123-01unidas, pueden llevarlo a cumplimiento». Y agrega: «El Genfest no se refiere sólo a los jóvenes, sino a todos. Por eso quiero ir también yo y espero que seamos muchos». Cada uno puede hacer algo: «Alguien podría decir, ‘pero yo estoy enfermo, no logro… ¡Ofrece tu sufrimiento! Se puede ayudar con la acogida, ayudando a los jóvenes a preparar el programa, dando un aporte económico para esos jóvenes que de lo contrario no podrían participar. Hagamos toda nuestra parte. ¡El Genfest es mío, es nuestro!» Antes de concluir la conexión, una joven filipina propone a todos una tripe tarea: «Primero: organizar un Genfest local. Segundo: hacer una acción concreta, para ayudar al menos a un joven a ir a Manila. Tercero: adquirir la camiseta con nuestro logo, es también un modo de ayudarnos». Todos los detalles están en el sitio de los Jóvenes por un mundo unido, una sigla que a partir de ahora tenemos que aprender de memoria: Y4UW. Ver también:  dev.focolare.org/genfest-2018/

Genfest 1975: por un mundo unido

Genfest 1975: por un mundo unido

PatriziaMazzola

Patrizia Mazzola

Transcurrían los años ’70, marcados en la historia de muchos países por protestas sociales, guerras y desorientación. En mi ciudad, Palermo (en Sicilia, isla del Sur de Italia), asistía al último año del Instituto de Magisterio y estaba muy pendiente de la vida política. Era un período muy triste: en Sicilia se producía una oleada de crímenes mafiosos, jóvenes que pertenecían a la izquierda y a la derecha política, durante las huelgas estudiantiles, se enfrentaban a menudo con hechos violentos. El retiro de los norteamericanos de Vietnam y la caída de Saigon dejaban solamente heridas abiertas, provocadas por una guerra absurda. También yo, como muchos jóvenes, buscaba puntos de referencia. Con este ánimo, acepté con gusto la invitación de una profesora para participar en el Genfest, manifestación integrada en el Año Santo organizado por el papa  Pablo VI. Genfest1975Estaba asistiendo a las reuniones de los scouts,  y no me parecía verdad poder hacer esta nueva experiencia. La invitación se extendió también a muchos otros estudiantes de mi liceo y finalmente, junto con mis hermanas, decidimos ir al Genfest. En el último momento, me acuerdo que me vino la tentación de renunciar porque ese año debía dar el examen de graduación al finalizar el secundario. Al final fui alentada por los demás y viajamos desde Palermo con otros ómnibus. Llevé mi inseparable guitarra, canciones y un grabador, que en esa época eran muy incómodos. Durante el viaje me impresionó la actitud de algunas chicas, las gen, que ya vivían la espiritualidad de la unidad. Me impactaban las pequeñas atenciones que dirigían a todos, el clima de armonía y serenidad, a pesar de nuestra exhuberante vivacidad, los momentos de reflexión que brotaban de las canciones del Gen Rosso y del Gen Verde, que enseguida aprendí y que ya tocaba apasionadamente. Genfest1975_bEra el 1º de marzo de 1975. Fue poderoso el impacto en el Palacio de los Deportes romano, con 20 mil jóvenes procedentes de los cinco continentes.Enseguida experimenté la fuerza del Evangelio vivido. Por ejemplo, era la primera vez que compartí lo que tenía con el que estaba sentado a mi lado, haciendo la experiencia de vivir como hermanos. Mi sueño estaba alli: ver un mundo de paz, un mundo unido ya  realizado. Estaba estupefacta, impresionada por los testimonios, casi que no creía a mis ojos que veían que todo eso era posible.Escuchaba sus historias contadas desde el palco. Esas dos jóvenes de Sud Africa, cuando el apartheid no había todavía desaparecido, o las de un grupo de Belfast (Irlanda del Norte), ciudad que todavía era teatro de división religiosa y política, eran signos de que, si de verdad nos comprometemos, podemos realizar la paz, allí donde vivimos. Genfest1975_aAl día siguiente fuimos todos a la Basílica de San Pietro, donde Chiara Lubich nos presentó al Santo Padre. En el ofertorio, doce jóvenes, en representación de todos, subieron con Chiara al altar. Recuerdo que se produjo un aplauso interminable. En el Angelus en la plaza S. Pietro, el Papa nos saludó con palabras que nos alentaban a ir adelante; «Tuvimos aquí esta mañana, en torno al altar a veinte mil fieles, jóvenes GEN – Generación Nueva- procedentes de todo el mundo. Una conmovedora belleza. Agradecemos a Dios y retomamos el coraje. Nace un mundo nuevo, el mundo cristiano de la fe y de la caridad» Había de verdad comenzado un mundo nuevo. Para mi, el comienzo de una vida nueva. Patrizia Mazzola