El apóstol Pablo escribe una carta a la comunidad cristiana de la ciudad de Filipo mientras está en la cárcel a causa de su predicación. Precisamente él ha sido el primero en llevar allí el Evangelio, y muchos han creído y se han comprometido con generosidad en la nueva vida, testimoniando el amor cristiano después de que Pablo haya tenido que irse. Estas noticias le dan una gran alegría, y por eso su carta está llena de afecto a los filipenses. Pablo los alienta a progresar, a seguir creciendo personalmente y como comunidad, y para ello les recuerda su modelo, del cual aprender el estilo de vida evangélico. «Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo». Y ¿qué «sentimientos» son esos? ¿Cómo es posible conocer los deseos profundos de Jesús para poder imitarlo? Pablo ha comprendido que Cristo Jesús, el Hijo de Dios, se vació de sí mismo y vino en medio de nosotros; se hizo hombre, totalmente al servicio del Padre, para permitirnos a nosotros convertirnos en hijos de Dios[1]. Llevó a cabo su misión viviendo toda su existencia de este modo: abajándose continuamente para ponerse a la altura de los más pequeños, los débiles e inseguros, y así aliviarlos y que se sintiesen por fin amados y salvados: el leproso, la viuda, el extranjero, el pecador. «Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo». Para reconocer y cultivar en nosotros los sentimientos de Jesús, reconozcamos ante todo en nosotros la presencia de su amor y el poder de su perdón; luego mirémoslo a Él y hagamos nuestro su estilo de vida, que nos apremia a abrir el corazón, la mente y los brazos para acoger a cada persona tal como es. Evitemos cualquier juicio a los demás, y en lugar de eso dejemos que nos enriquezca lo positivo de cada persona con quien nos encontramos, aunque esté oculto tras un cúmulo de miserias y errores y nos parezca una «pérdida de tiempo» buscarlo. El sentimiento más fuerte de Jesús que podemos adoptar es el amor gratuito, la voluntad de ponernos a disposición de los demás con nuestros pequeños o grandes talentos, para construir con valentía y concretamente relaciones positivas en todos los lugares donde vivimos; es saber afrontar también las dificultades, incomprensiones y divergencias con espíritu de mansedumbre y con la determinación de encontrar caminos de diálogo y de concordia. «Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo». Chiara Lubich, que durante toda la vida se dejó guiar por el Evangelio y experimentó su poder, escribió: «Imitar a Jesús significa comprender que los cristianos tenemos sentido si vivimos por los demás, si concebimos nuestra existencia como un servicio a los hermanos, si planteamos toda nuestra vida sobre esta base. Entonces habremos realizado lo que más le importa a Jesús. Habremos comprendido el Evangelio. Y seremos en verdad bienaventurados»[2]. LETIZIA MAGRI ___________________________________________________ [1] Cf. Ga 4, 6: «La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre»; y también Jn 1, 12: «A todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios» [2] Cf. C. Lubich, Palabra de vida, abril de 1982: comentario a Jn 13, 14: Ciudad Nueva n.166 (1982/4), p. 26.
Poner en práctica el amor
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