Bañada por los dos océanos, el Pacífico y el Atlántico, la República de Panamá se encuentra en el extremo sureste de América Central y es conocida por el canal interoceánico. Este pequeño país de 75.517 km2, con una población de casi 3,5 millones de habitantes, es hospitalario, con una rica cultura multiétnica y con profundas raíces cristianas (este año se recuerdan los 500 años de la creación de Santa María La Antigua -1513- primera diócesis del continente americano). Panamá es el punto de encuentro y el puerto de entrada y salida de las “Las Américas”.
El 31 de julio pasado, con la llegada de tres focolarinos, tuvo inicio el “focolar temporal”, que, como dice su nombre, es un focolar que se constituye allí donde existe una comunidad del Movimiento por un período determinado, aprovechando la disponibilidad de tiempo de algunos focolarinos. Esta experiencia llega al séptimo año consecutivo, esta vez el focolar temporal estuvo formado por tres focolarinos llegados de Alemania, Paraguay y Venezuela.
Fue un período bello e intenso, en el cual se estrecharon muchas relaciones y se profundizó en la espiritualidad de la unidad, según el estilo de vida evangélico de los Focolares. Reuniones con niños, adolescentes, jóvenes y familias, visitas a las comunidades en la periferia de las ciudades, como en los casos de Pacora y Chorrera a 60 km. de la capital. Además, aprovechando la presencia de Emanuele, focolarino sacerdote, se celebró la Eucaristía y se bendijeron varias casas en comunidades en donde el sacerdote llega una vez al mes.
Jornadas sencillas y alegres, donde muchos han podido profundizar el Ideal de la unidad. P. decía: “entre los mejores momentos de mi vida están estas conversaciones con las personas del focolar”; y P.M., párroco que lleva adelante su misión pastoral en Arco Seco, en la península de Azuero, a 250 km de la capital, agradeció porque fueron hasta allá sólo para saludarlo. De ese saludo nació, después la posibilidad de organizar un encuentro sucesivo con más personas.
Fue relevante también la presencia de familias enteras en distintas actividades que se organizaron durante el mes, incluyendo algunas que están pasando momentos difíciles y que en esos días encontraron un “bálsamo” para seguir adelante. Finalmente, hay que subrayar también la presencia generosa de algunos miembros de la comunidad del Movimiento de Costa Rica.
En agradecimiento a Nuccio Santoro, Michael Wegmann y Emanuele Colombo, la comunidad panameña organizó una espléndida barbacoa, espontánea y familiar. Había 80 personas, muchas de las cuales entraron por primera vez en contacto con el Focolar. Fue una noche animada por el ritmo típico de los tambores y canciones del folclor local.
Ahora que los focolarinos se fueron, en el alma de cada uno permanece un sabor de familia, de gratitud y un impulso renovado a ser constructores “en primera fila” de una sociedad más cercana al hombre, fraterna y unida, para llegar a las “periferias existenciales” de la humanidad.
De Panamá, Javier Lombardo T.
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