«¡JÓVENES GEN! ¡Nosotros los acogemos con gran alegría! ¡Como hijos, hermanos, amigos! […] Busquen lo característico de la juventud. En cuanto la mirada de su conciencia se abre ante la escena del mundo que nos rodea, una inquietud se despierta en el alma de la juventud: quiere conocer, quiere sobre todo probar, quiere intentar. ¿Qué cosa buscan? […] Ustedes, jóvenes de este tiempo, ya tienen una respuesta negativa, y casi rebelde en sus corazones: ustedes dicen, ¡no queremos el mundo así como se nos presenta! Es un fenómeno extraño: un mundo que les ofrece los frutos más bellos, más perfeccionados, más deseables de la civilización contemporánea, no los satisface, no les gusta, ustedes aprovechan las conquistas, las comodidades, las maravillas, que el progreso moderno les pone a disposición. Pero un sentido crítico, de protesta e incluso de nausea detiene vuestra búsqueda en esa dirección. Es una dirección que les lleva fuera de ustedes mismos, es una alienación, porque en el fondo, es una dirección materialista, hedonista, egoísta. Que no satisface verdaderamente el alma, ni resuelve verdaderamente los problemas esenciales y personales de la vida. […] Ustedes han hecho otra elección. Por eso se llaman Gen, Generación nueva. Es sobre todo una elección liberadora. Liberadora del conformismo pasivo, que dirige a gran parte de la juventud de nuestro tiempo… La base de vuestra psicología es un acto personal y soberano de libre determinación. La elección de Cristo. […] Jesucristo se entrecruzó con vuestros pasos; y es por eso que hoy ustedes están aquí. Sí, por el encuentro con Él, con Jesucristo. ¿Pero quién es Jesucristo? ¡Qué pregunta inmensa!. […] Y bien: primero, en Sí mismo, Cristo es el verbo de Dios hecho hombre; Cristo, para nosotros, es el Salvador de la humanidad. Dos océanos: la divinidad de Jesucristo, y la misión de Jesucristo en el mundo. […] A nosotros nos parece que ustedes, focolarinos, han afrontado este doble problema: ¿Quién es Él, Cristo? y ¿Quién es Él, Cristo, para nosotros? Y por eso el fuego de la luz, del entusiasmo, de la acción, del amor, del don de sí y de la alegría se ha encendido dentro de ustedes, en una plenitud interior nueva ustedes lo han comprendido todo, Dios, ustedes mismos, su vida, los hombres, nuestro tiempo, la dirección que quieren imprimir a su existencia. Sí, esta es la solución, esta es la clave, esta es la fórmula, antigua y eterna, un descubrimiento, nuevo. Ustedes la han intuido, y con todo el derecho han dado a su movimiento la definición de «Generación nueva», ¡Gen! Por lo tanto, ¡queridísima Juventud Gen! ¡Encuentren, conozcan, amen, sigan a Jesucristo! Este es su programa. Esta es la síntesis de su espiritualidad, que ustedes, celebrando el Jubileo del Año Santo, quieren reafirmar en sus conciencias y traducir con sus vidas. Con dos conclusiones. La primera: para condensar en un pensamiento central y fecundo el secreto de su Movimiento traten de tener siempre a Jesús como Maestro. Y después la segunda conclusión, escuchen atentamente de los labios del Maestro Jesús la palabra: «Todos ustedes son hermanos». Tengan la sabiduría y la valentía de llegar a esta conclusión, que es la raíz de la socialidad cristiana. A menudo es desconcertante observar como muchos, que se dicen seguidores del Evangelio, son incapaces de deducir del mismo Evangelio una socialidad basada en el amor. […] Ustedes, Generación nueva, sean fieles y coherentes. Si han elegido a Cristo como su Maestro, confíen en Él y en la Iglesia, que a Él les conduce y presenta. Demuestren con los hechos la fuerza de realización de la caridad, del amor social, instaurado por el Maestro. Sí, será una experiencia nueva, generadora de un mundo más justo y más bueno. Será una experiencia fuerte; que exigirá resistencia, sacrificio, heroísmo quizá; que exigirá que también ustedes sean robustos y decididos Cirineos, que ofrecen sus espaldas para sostener la Cruz de Jesús. Si, ¡también tienen que sufrir con Él, como Él, por Él! ¡Pero no teman, Gen! ¡Estén seguros! Habrán trabajado para su salvación y la de nuestro mundo moderno. Y siempre, como hoy ¡sean buenos y felices!».
Poner en práctica el amor
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