El testimonio de una pareja del norte de Perú, sobre cómo han afrontado la enfermedad de la hija sostenida por el amor de Dios y por una gran familia que se sumó a la propia. “Estábamos cenando, cuando me di cuenta de que nuestra hija menor tenía un bulto en la garganta que le producía un gran malestar –cuenta Marisela, la madre–. El médico la examinó y en la ecografía se evidenció un tumor de 5 cm. Nos aconsejó que consultáramos al endocrinólogo para ir más a fondo. El especialista ordenó hacer una biopsia, que, lamentablemente, confirmó la presencia de un tumor maligno con metástasis. Era necesario operar de urgencia. Fue para nosotros una noticia muy fuerte, que no nos esperábamos Llegando a casa, me encerré en el baño para desahogarme y, llorando, le pregunté a Dios del por qué de este sufrimiento”. “Me sentía muy angustiado, la operación era cara –continúa Luis, el padre– pero traté de evitarle la preocupación económica a Marisela. Pediríamos un préstamo para la intervención quirúrgica que se haría en Lima, la capital, sin embargo, ¿dónde nos alojaríamos durante todo el tiempo que requiriera la operación y la convalecencia? Nos pusimos en contacto con los responsables del Movimiento de los Focolares, del cual participamos. Nuestro Centro ya estaba ocupado por algunas familias venezolanas inmigradas a Perú a causa de la difícil situación que se vive en ese país, no obstante nos dijeron que un religioso del Movimiento ofrecía para nosotros la casa de huéspedes de su congregación. Sentimos así la cercanía de Dios. En Lima, el especialista en Neoplásicas ordenó, por seguridad, hacer una segunda biopsia y otros exámenes, pero también esta última esperanza se esfumó con la confirmación del diagnóstico. Nuestra hija rompió en llanto y el médico la consoló, asegurándole que todo iría bien”. “Desde los focolares de Lima se organizaron para juntar una suma de dinero que pusieron a nuestra disposición y que fue suficiente para cubrir el costo de la operación. A su vez, nuestra hija mayor organizó una rifa que sirvió para cubrir otros gastos. La noche antes de la operación vino a visitarnos el Padre Nacho, quien suministró la unción de los enfermos a nuestra hija y nos acompañó hasta la clínica. Durante la intervención quirúrgica, un ejército de personas rezaba para que todo fuera bien. ¡Y así fue!”. “El médico, luego, nos dijo que se implementaría la Yodo terapia –explica Luis–. ¡Un tratamiento con un costo muy elevado para nosotros! Pero la fe mueve montañas y cura a los enfermos, nos dijimos. La doctora nos ayudó a registrar a nuestra hija en el SIS (Sistema Integral de Salud) y, al verificar sus datos, resultó que estaba ya registrada. Alguien, que no conocíamos, estaba pagando su seguro de salud desde hacía tres meses. ! Fue una gran sorpresa para nosotros! De esta manera todos los exámenes nos salieron gratis y también la terapia necesaria”. “Una vez más –concluye Marisela–, constatamos el poder de la oración y hoy estamos muy agradecidos a esta gran familia del Movimiento de los Focolares por el amor expresado en mil modos y por no habernos dejado solos en estos momentos tan difíciles”.
Recogida por Gustavo E. Clariá
0 comentarios