El 26 de mayo pasado, en la ciudadela Fiore, María Voce y Jesús Morán, presidente y copresidente del Movimiento de los Focolares, durante la visita en curso a Polonia, se encontraron con un grupo de sacerdotes y religiosos vinculados de distinta forma a los Focolares. El Padre Zdzislaw Klafka, redentorista, habló de su encuentro con la espiritualidad de la unidad y de los efectos positivos de vivir su vocación específica en forma radical. «Le agradezco a Chiara Lubich por haber sido un instrumento dócil en las manos de Dios y hacer nacer en la Iglesia una espiritualidad que me ha ayudado a vivir las dificultades que he encontrado en la vida. Cuando fui nombrado superior me encontré ante un desafío. Estaba en Roma, y antes de regresar a Polonia, le pedí que me señalara una frase del Evangelio que pudiera iluminar mis pasos. Ella me respondió: “Nadie tiene un amor más grande que quien da la vida por sus amigos”. Entonces tenía 29 años y esa frase se convirtió en la brújula que me indicaba el camino. Viviendo la espiritualidad de la unidad empecé a ver a San Alfonso, mi fundador, en forma nueva. No sólo descubrí mis raíces, sino la fuerza evangélica que estaba encerrada en todo carisma de la Iglesia. Alguien me preguntó si mi adhesión a la espiritualidad de los Focolares no era un robarle tiempo a mis deberes de redentorista. El hecho es que he experimentado en más de una ocasión, que cuando regreso de los encuentros con otros religiosos de otras órdenes, tengo más deseos de vivir más radicalmente mi elección de Dios». «La familia numerosa de la que provengo –recuerda el Padre Zdzislaw – me ayudó a vivir por Dios, pero “junto a los demás”. Después del noviciado con los redentoristas vino a dar una conferencia un profesor, Wlodzimierz Fijalkodwski quien, entre otras cosas, dijo que había conocido a los focolarinos. Nos dejó la dirección y fuimos a visitarlos. Nunca olvidaré ese encuentro. Me encontré con personas realizadas que me dieron la clave para construir relaciones de caridad, hasta experimentar la presencia del Resucitado. Y también otra clave que me permitió tener la paz: Jesús Abandonado, la gran intuición de Chiara Lubich, que ayuda a no sucumbir ante el miedo. No había terminado los estudios en Roma cuando, con otro religioso, nos llamaron a Polonia para confiarnos la formación de los seminaristas. Los invitamos a que asumieran la responsabilidad de cada aspecto de la vida del seminario. De parte nuestra, en cambio, decidimos estar al lado de ellos, escucharlos, tratarlos con seriedad. El rostro del seminario cambió. Tuvimos esa responsabilidad durante tres años, después me volvieron a mandar a Roma para completar los estudios. Como tantos en el Movimiento me pedían que hablara de mi fundador, y sobre todo viendo como Chiara amaba a los santos, saqué la licenciatura y el doctorado sobre San Alfonso María de Liguori. Aunque era joven fui elegido por dos trienios como superior de la provincia de los Redentoristas. En 1991, después de la caída del muro de Berlín que marcó una página nueva para los católicos del Este de Europa, nació una radio. Este medio se convirtió en un medio para formar las conciencias de los católicos que, durante el comunismo, habían quedado paralizadas. Seguidamente nació una red televisiva y el Instituto Superior de Cultural Social y Mediática, del que soy el rector desde hace 14 años. El instituto tiene más de 400 estudiantes». Mirando a la presidente de los Focolares el Padre Zdzislaw, concluyó diciendo: «Admiro en María Voce su simplicidad, su sabiduría. Me fascina su libertad de vivir el ideal de la unidad, y ésta es la esencia de la vida de Chiara Lubich».
Poner en práctica el amor
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