El discurso de María Voce al Congreso Internacional de pastoral de los ancianos “La riqueza de los años” Reconocer que el otro, con su diversidad, es un don para mí. Y construir relaciones de fraternidad fundados en la escucha auténtica, que deja de lado estereotipos y prejuicios y se abre a itinerarios nuevos. Son éstos los presupuestos para cultivar el diálogo entre las generaciones y establecer entre los jóvenes y adultos una relación de amor recíproco. Éste es el mensaje que María Voce, Presidente del Movimiento de los Focolares, quiso ofrecer con su discurso en el primer Congreso Internacional de pastoral de los ancianos, promovido por el Dicasterio de los Laicos, la Familia y la Vida, en el Agustinianum de Roma. Delante de alrededor de 550 expertos y agentes pastorales provenientes de 60 países, María Voce propuso una reflexión sobre el tema del diálogo entre las generaciones. Percibiendo en el día de hoy, a nivel global, “una atmósfera de nuevo entendimiento entre las generaciones”, María Voce toma por ejemplo manifestaciones pacíficas que recientemente han visto la movilización de jóvenes, adultos y ancianos, para poner de relieve que lo que los congregó fue la voluntad de encontrarse y crear conexiones directas, para expresar cada uno su propio pensamiento y pedir un renovado compromiso “por el bien común, los derechos humanos, la solidaridad y la paz”. Si en estos contextos los jóvenes se hicieron promotores de un mensaje de renovación, los más maduros, arrastrados por entusiasmo de los jóvenes, optaron por compartir sus retos y su compromiso. Acerca de los frutos que nacen de la alianza entre las generaciones, María Voce deja la palabra a Chiara Lubich, fundadora de los Focolares: “Desde los comienzos –contaba Chiara– hemos advertido con los jóvenes una relación que no dudaría en definir trinitaria. Constatábamos en nuestra generación de adultos todo el peso, el valor de la encarnación y la concreción. En la generación de los jóvenes, en cambio, toda la idealidad, la autenticidad, la fuerza revolucionaria, la certeza de la victoria. Si la primera generación nos parecía que era según el modelo del Padre, la segunda era su belleza y esplendor y por lo tanto según el modelo del Hijo, Verbo del Padre. Y entre las dos una relación de amor recíproco, como una corriente de Espíritu Santo, que da al mundo un gran testimonio”. Luego, la Presidente de los Focolares trazó algunos senderos que pueden recorrerse para reproducir esta alianza entre las generaciones. Ante todo hizo hincapié en la necesidad de una escucha profunda y por lo tanto “liberar las mentes y los corazones de prejuicios y estereotipos”. Luego es necesario abandonar la representación estática del otro por la cual el adulto sería aburrido y estaría detenido en el pasado, y el joven sería subestimado y juzgado negativamente. Por último, es decisiva la disponibilidad a abrirse a nuevos esquemas para superar juntos las dificultades. María Voce concluyó volviendo a proponer la imagen de la Iglesia bosquejada por un joven durante el Sínodo dedicado a ellos: “La Iglesia es una canoa, en la que los ancianos ayudan a mantener el rumbo interpretando la posición de las estrellas y los jóvenes reman con fuerza imaginando lo que les espera más allá”.
Claudia Di Lorenzi
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