«Nos encontramos en estos países de los Emiratos Árabes por motivos de trabajo –cuenta Claudia-. Nuestros ambientes de trabajo a menudo se caracterizan por una fuerte competitividad, acompañada por las dificultades de la integración y a menudo con falta de tiempo para relaciones interpersonales sencillas y auténticas. La Iglesia católica en Dubai es viva, joven, alegre y sin complejidades. En la misa cotidiana, con más de 2000 fieles –en su mayoría filipinos, paquistaníes e hindúes- hay mucha participación y gran recogimiento. También en nuestra comunidad local somos todos extranjeros y tratamos de dar testimonio evangélico en los distintos ambientes donde nos movemos, llevando el amor y la unidad a nuestro alrededor. Somos muchos los que vivimos la espiritualidad de la unidad que hemos conocido en nuestros países de origen. Y tratamos de proponerla a nuestros vecinos como remedio ante la vida frenética e individualista que se vive aquí. Para nosotros es de fundamental importancia el encuentro mensual de la Palabra de Vida. La leemos juntos, tratamos de profundizarla y compartimos las experiencias que surgen al ponerla en práctica. La visita de María Voce y Jesús Morán, en enero de 2016, en una escala de su viaje a India, ha dado un nuevo impulso a nuestra exigencia de llevar a muchos el ideal de la unidad, permaneciendo en red entre todos». «Por eso fue natural involucrar a todas las personas con las que estamos en contacto a que participaran y vivieran la experiencia de la Mariápolis que preparamos con tanto esmero – explica Amjad –. El 27 y 28 de enero pasado, 65 personas provenientes de 12 países (4 de Medio Oriente, también de Pakistán, Filipinas, Brasil, Japón, Italia y Camerún), nos dimos cita en Ras Al Khaimah, un Emirato cerca de Dubai, para vivir nuestra primera Mariápolis en estas tierras. ¡La emoción era grande! A algunos les parecía realmente un sueño finalmente encontrarse después de tanto tiempo. Fuimos acogidos en la parroquia del Padre Willy, quien es originario de Filipinas. El título elegido: “Unity in diversity” (“Unidad en la diversidad”), reflejaba muy bien la realidad y los desafíos que todos vivimos». «Me impresionó mucho –escribe una joven de India- lo que escuchamos de Chiara Lubich sobre la “técnica” para construir la unidad. Ahora quiero ponerla en práctica». Y una mujer filipina agrega: «Descubrir que Jesús, en el momento en el que se siente abandonado por el Padre, puede convertirse en “clave de unidad” en la medida en que trato de imitarlo, me ha llenado de esperanza». En un clima de gozo se compartieron alegrías y dificultades, tanto en los encuentros de grupo como en la sala, y las exigencias de una vida compartida con los demás. Hubo momentos de juego, de oración, una velada “intercultural” con un programa recreativo: canciones, videos, representaciones, danzas… que involucraron a todos. «Se dedicó especial atención al programa dedicado a los niños; varios de ellos no querían volver a sus casas…», cuenta Claudia. «Fue como un “oasis” –explica Amjad- donde cada uno encontró a una familia con la presencia espiritual de “Jesús vivo”. «En estos días volvió a despertar en mí la llama de este ideal que conocí hace tantos años –confesó un brasileño-; ahora quiero donar este ‘fuego’ a otros». «En la conclusión nos parecía –escriben Mía y Michel- que quienes regresaban a sus países o a los Emiratos como Omán, Qatar, Baréin, llevaban un “pedazo de la fraternidad” vivida en la Mariápolis. En cada uno era evidente el deseo de seguir viviendo así en los propios ambientes, llevando a todos la esperanza. Ahora, a través de los medios de comunicación, nos mantenemos conectados formando una red viva, tratando de ayudarnos los unos a los otros, abiertos a todos».
Poner en práctica el amor
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