Los desafíos del presente y del futuro de la humanidad a la luz de las intuiciones y experiencias de Chiara Lubich en el verano de 1949. El teólogo Hubertus Blaumeiser cuenta el reciente seminario de la Escuela Abbá en Tonadico (Trento, Italia). ¿Quiénes somos? ¿Cómo nos realizamos y nos relacionamos con los demás? ¿A dónde vamos y dónde están nuestras raíces? Estas son preguntas que hoy afrontamos con una nueva urgencia, cuando el ser humano ante la ciencia puede aparecer como un simple fruto de la evolución, determinado por sus genes y la actividad de su cerebro; y cuando con las nuevas tecnologías se puede mejorar cada vez más pero también manipular; cuando masas de personas viven huyendo o reducidas a la pobreza en barrios marginales y la intervención del hombre corre el riesgo de comprometer irreversiblemente el equilibrio del planeta. Estos son desafíos futuros demasiado complejos para ser abordados de manera sectorial, necesitan nuevos enfoques, de “luz”. Con esta convicción, 65 estudiosos de unas veinte disciplinas se reunieron en Tonadico, en las Dolomitas, del 14 al 16 de julio. Un seminario de la “Escuela Abbá” (el centro interdisciplinario de estudios del Movimiento de los Focolares), el Instituto Universitario “Sophia” (Loppiano, Italia) y el “Centro Chiara Lubich”. ¿El objetivo? Dejando a un lado la pretensión de llegar a conclusiones rápidas, estaba destinado a abrir pistas de investigación para recorrer juntos. La ocasión fue ofrecida por el lugar y la fecha: entre esas montañas, hace exactamente 70 años, comenzó un período de arrolladoras experiencias e intuiciones para Chiara Lubich y algunas personas del primer núcleo de los Focolares. Sintiéndose transportados hacia Dios, se encontraron mirando al mundo no desde lo “alto” o desde “abajo”, sino desde el “interior”, por así decirlo. Una experiencia que ha dejado una huella indeleble, decisiva para el desarrollo del Movimiento de los Focolares, pero como se entendió más adelante, también es una fuente de desarrollos culturales inéditos que concierne a todo el arco de las disciplinas científicas. La visión del ser humano que surgió de este encuentro ha sido variada y, sin embargo, convergente. Es necesario – explicó el decano del Instituto Universitario Sophia, Piero Coda – desarrollar cada vez más una autoconciencia universal, «pan cósmica y panumana», citando a Chiara Lubich: «mi yo es la humanidad, con todos los hombres que fueron, son y serán». No es una visión estática de la persona y de la sociedad, destacó la francesa Anouk Grevin, economista y estudiosa de las dinámicas del don. «Tanto dar como recibir se basan en la capacidad de verse en el otro, de hacer propio lo que es suyo, para que pueda comunicarse totalmente y recibir plenamente al otro en sí». Con referencia a las cuestiones ambientales, el politólogo Pasquale Ferrara y el científico de la naturaleza, Sergio Rondinara han abierto un horizonte adicional: «La política mundial adopta una visión antropocéntrica del mundo, mientras que la dimensión socio-natural de la vida del planeta permanece en la sombra». Hay una necesidad urgente de pasar de un antropocentrismo “despótico” a «una antropología no hegemónica sino oblativa». Como coordinador de la Escuela Abbá, Fabio Ciardi sacó las conclusiones: «A medida que pasaban las horas, entrábamos cada vez más en las realidades de la existencia. Es necesario avanzar en esta dinámica: trabajar en nuestro propio ámbito y confrontar con las otras disciplinas». Por su parte, Jesús Morán, copresidente del Movimiento de los Focolares, indicó una doble tarea: una adecuada hermenéutica del carisma de la unidad y «el servicio a la humanidad, afrontando al menos algunas cuestiones decisivas de nuestro tiempo».
Hubertus Blaumeiser
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