En Austria 61 obispos católicos amigos del Movimiento de los Focolares se reunieron en un meeting internacional. Las “heridas” de la Iglesia y los retos de las comunidades cristianas hoy estuvieron en el centro de sus reflexiones en un encuentro enriquecido por momentos de profundización espiritual y compartición fraterna. Una especie de tsunami arremetió en estos últimos años sobre la institución Iglesia. De hecho, si bien hace un tiempo que en muchos países tradicionalmente cristianos ella se presentaba en recesión, el surgimiento de escandalosos abusos ha afectado desde los cimientos su credibilidad. Sin embargo, no es la única llaga que aflige a las comunidades cristianas en el mundo. Urbanización, pobreza, situación de guerra, corrupción en la sociedad y en la misma Iglesia, presiones políticas y culturales, formas de intolerancia y de integrismo religioso, falta de oportunidades de desarrollo y riesgos ambientales, dejan sin aliento ni esperanza a muchos. Éstas son algunas de las “heridas” que los 61 obispos, de cuatro continentes, que conocen y viven la espiritualidad de los Focolares, compartieron cuando se encontraron del 2 al 10 de agosto cerca de la ciudad de Graz en Austria. Si bien se habían citado sobre todo para un encuentro de profundización espiritual y hacer la experiencia de unos días de vivencia fraterna, se pusieron a la escucha del “grito” de su gente. Si no es así, ¿cómo se puede ser testigos de un Dios crucificado y resucitado que se hizo cargo de todo mal, dando una respuesta? No hay que quedarse en los fenómenos –se dijeron– ni ceder ante el pesimismo, sino ir a las raíces. Entre éstas, en el frente de la Iglesia, fueron evidenciados el individualismo y el clericalismo, un déficit de formación y de testimonio coherente, la necesidad de una sólida espiritualidad y de acompañamiento, la urgencia de crecer en la capacidad de escuchar y dialogar. ¿Cómo es posible responder a estos desafíos? No desde lo alto, creyendo que se pueden imponer soluciones, sino desde abajo, recorriendo el camino de Jesús que, haciéndose pequeño e incluso nada para ser un don, llevó al extremo el amor y por eso generó la fraternidad. Mirar la situación desde esa perspectiva permite vislumbrar potencialidades de bien incluso allí donde, a primera vista, pareciera que sólo existe el mal. Es el camino por el que estos obispos quieren caminar con decisión, conscientes de que –como recomienda la Exhortación Apostólica “Evangelii gaudium”– hay que activar procesos que solamente con el tiempo darán fruto. Hoy es lo que se requiere: en la fidelidad a los orígenes, explorar nuevos modos de ser Iglesia.Con pistas bien precisas, entre las cuales: basar el anuncio y la catequesis sobre la vida del Evangelio y la comunión de las vivencias; formar a la espiritualidad de comunión y al “nosotros” eclesial y social; suscitar “células vivas”; escuchar también al que piensa diferente. “Muéstrense como un grupo alegre” fue el deseo del papa Francisco para este encuentro de obispos amigos del Movimiento de los Focolares. Así fue, porque en la sincera comunión entre ellos, hicieron una experiencia de Dios. Así todo cambia, desde las raíces. Sólo desde el ser puede nacer un iluminado hacer.
Hubertus Blaumeiser
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