¿Qué les dice a la mujer y al hombre de nuestro tiempo el misterio de un Dios que muere en la cruz? En este sacrificio extremo Dios asume todas nuestras culpas y nos pide tener el valor de revivirlo para amar al mundo. De un escrito de Pasquale Foresi. “¿Cómo pudo haber sufrido Jesús una tal separación, un tal abandono por parte del Padre, si Él era el Hijo de Dios, si Él mismo era Dios? Tratemos de penetrar, por lo menos un poco, en lo que pudo haber acontecido en el momento de la pasión, cuando Jesús sufrió el abandono por parte del Padre. Jesús probó en Él la lejanía de Dios. Y si pudo llegar a tanto fue precisamente porque, en cuanto hombre, estaba unido a toda la humanidad. Allí, sobre la cruz, todos nosotros, uno por uno, estábamos presentes en Jesús, por el misterioso designio de Dios que había querido que Él recapitulara a la humanidad entera. Allí, en Él, se acumularon todos nuestros dolores, todas nuestras culpas, que había cargado a sus espaldas y hecho suyas, para dirigirse luego al Padre diciendo: “En tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23,46) En ese momento verdaderamente todo se había cumplido, nuestras culpas habían sido redimidas. Por lo tanto, si también nosotros, en cuanto cristianos, estamos llamados a vivir Cristo, tenemos que vivir lo que Él vivió. Y Cristo vivió de modo muy particular la redención del género humano. Entonces, revivir en nosotros a Jesús crucificado y abandonado significará ponerse a la altura de los sentimientos de Jesús; incluso, mucho más: será dejar revivir en nosotros ese dolor-amor vivido por Él en la cruz, para participar también nosotros en el cumplimiento de su pasión y compartir con Él su gloria”.
Pasquale Foresi
(Pasquale Foresi, Dios nos llama, Ciudad Nueva, Buenos Aires, 2005, pp. 58-61)
0 comentarios