Focolares en el mundo Así como sucedía en las primeras comunidades cristianas, hoy surgen, en el espíritu de los Focolares, comunidades locales en todas partes del mundo en donde hay un grupo, grande o pequeño, de personas que adhieren a la espiritualidad de la unidad. Dice Emmanuel Mounier, filósofo francés fundador del personalismo, que vivió en la primera mitad del siglo pasado: “La primera experiencia de la persona es la experiencia de la segunda persona. Es el ‘tú’. Por lo tanto el ‘nosotros’ viene antes que el ‘yo’, o por lo menos lo acompaña”. En dos palabras, ello quiere decir comunidad. Y puesto que “somos” comunidad, tenemos que “formar” una comunidad. El esfuerzo, no fácil en nuestra época, es ir más allá del individualismo, mirando a nuestro alrededor y reforzar los vínculos con quienes compartimos el espacio geográfico de una ciudad o de un barrio, un ambiente de trabajo, un colegio… Es el reto que los grupos de los Focolares tratan de llevar adelante en distintas partes del mundo, desde los grandes centros hasta los pueblitos o aldeas de montaña, o en medio de las grandes llanuras del planeta. Fue una sensación muy agradable la que experimenté tiempo atrás en una pequeña ciudad en el medio de la campiña argentina. Yo había ido allí para visitar un centro para niños discapacitados y a medida que iba llegando y adentrándome me daba cuenta de la presencia de una comunidad viva, unida por fuertes vínculos de hermandad. Una comunidad activa y presente en los varios rostros de la ciudad misma, como el club deportivo, la parroquia, el municipio y el colegio. Adultos, jóvenes y niños juntos, sin distinción. Y ello no sólo en esa ocasión. Me sucedió también otras veces, visitando varias partes del mundo. En la provincia de Namibe, Angola, las comunidades locales se han unido para desempeñar varias actividades, impulsadas por los desafíos que habían ido surgiendo durante la Asamblea General de los Focolares del año 2021. La idea es ir al encuentro del grito de una humanidad enferma, que refleja el rostro de Jesús Abandonado. De esa forma, los adultos preparan y distribuyen una “sopa solidaria” a quienes la necesitan, subdividiéndose las tareas entre los varios miembros de la comunidad. Es una actividad que se lleva a cabo junto con la Iglesia local a la que se añadió también una recolección de ropa y utensilios para la casa, que se ofrecen luego a quienes carecen de ellos. Mientras tanto, los jóvenes se han hecho promotores de un centro para niños de la calle, más de 30, de entre los 5 y los 17 años. Recogen mensualmente alimentos y artículos para la casa. Los adolescentes, por su parte, respondiendo al Grito del Planeta, se ocupan de recoger botellas de plástico de agua mineral (hoy ampliamente usadas y tiradas por las calles de la ciudad) para luego entregarlas a los que, estando en dificultades, han hecho de ello una verdadera actividad laboral. Reciben ayuda de los adultos para movilizar a las familias, a los amigos del barrio y a los compañeros de trabajo en la entrega gratuita de botellas vacías. La comunidad de Tombwa, siempre en Angola, se concentra concretamente en la organización de la limpieza y recolección de desechos en la ciudad, salvaguardando y cuidando la vida de los árboles. Pasando a Holanda, en la región de Limburgo, en el sur de ese país, Peter Gerrickens (voluntario de Dios) cuenta: “A finales de noviembre de 2019 visitamos a una persona de una ciudad cercana. Sabíamos que allí ofrecían comida a los más necesitados y queríamos lanzar la misma iniciativa en nuestra parroquia”. Lamentablemente, cuando la iniciativa estaba por encaminarse, llegó el Covid y no fue posible para ellos poner en funcionamiento un comedor. Entonces empezaron a repartir almuerzos para llevar. Maria Juhasz (adherente de los Focolares), que ayuda en la preparación de las comidas, añade: “No es sólo cuestión de repartir la comida, quisiéramos hacer algo más. Queremos que sea mucho más que una acción social”. Al cabo de un año consiguieron repartir 400 comidas por día y el número fue creciendo tanto que no pudieron solos sostener esa actividad. Pero no claudicaron, y al poco tiempo llegaron los refuerzos. El Ejército de Salvación y la Comunidad de San Egidio fueron manos dispuestas a ayudar y con su experiencia práctica, sumamente valiosa, dieron su aporte. Además, la ayuda de la Providencia sigue llegando. Algunos empresarios dan de lo que les sobra, y también, por ejemplo, hay un negocio que todas las semanas les envía mucha fruta y verdura… “Cada dos semanas, por la noche –cuentan– hacemos un momento de oración juntos. Están todos invitados: los amigos que reciben la comida y los voluntarios de la cocina que distribuyen los platos. Son cristianos de todas las Iglesias, personas de otras religiones y otros que no tienen una fe particular”. Han armado incluso un espacio en donde ofrecen café en la plaza que está frente a la Iglesia, todas las semanas. El párroco siempre está disponible. “La gente tiene muchas preocupaciones y sufrimientos que no se pueden solucionar solamente con un plato de comida –sigue diciendo Peter–. Nuestros amigos quedan muy agradecidos por la comida, pero también por la oración que se hace por un amigo difunto o por un nieto que acaba de nacer. Además de dar de comer, es importante construir amistades fuertes, ver a Jesús en el otro. Éste es nuestro punto de partida, crear un contacto real, entrar en diálogo, de persona a persona, y descubrir la necesidad de cada uno. Mucha gente viene sólo para charlar un rato. Un señor, por ejemplo, tras concluir su almuerzo, nos agradeció por haberlo escuchado, algo que en su familia no le sucede nunca”. Actualmente son alrededor de 2000 personas las que reciben de comer cada semana, pero la comunidad no se detiene en ello. Un nuevo proyecto está empezando. La Municipalidad de Heerlen ya ha entregado un primer aporte financiero. Con eso se creará una escuela profesional técnica para jóvenes provenientes de varias zonas desfavorecidas. Recibirán una formación culinaria y ellos mismo ayudarán en la preparación de las comidas. “En todo esto la Palabra de Vida es de gran ayuda –concluyen–. Podemos realmente dar de comer a Jesús en los que tienen hambre”. Se podría continuar, realmente, siguiendo una recorrida por el mundo. Las comunidades locales de los Focolares surgen justamente allí, en donde dos o tres han hecho propia la espiritualidad de la unidad y que inspirándose en las primeras comunidades cristianas, quieren dar testimonio del amor recíproco: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos: si tenéis amor unos para con otros” (Juan 13, 35). Así, juntos, son una contribución en la transformación de la propia realidad, con una particular mirada a los hermanos más necesitados.
Carlos Mana
Escuela comunidades locales Para reflexionar sobre el potencial de las comunidades justamente en el amor preferencial por los que sufren, y así dar testimonio y anunciar el Evangelio en las variadas realidades de la Iglesia en el mundo hoy, líderes de las comunidades locales del Movimiento de los Focolares se reunirán en una Escuela del 7 al 10 de abril. Se encontrarán presencialmente y al mismo tiempo desde cientos de puntos en el mundo se conectarán entre ellos por vía telemática durante un par de horas por día. Vivirán así una experiencia “global”, o sea la de estar profundamente arraigados en lo local y formar parte de una gran familia universal.
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