La paz es el resultado de un proyecto: un proyecto de fraternidad entre los pueblos, de solidaridad con los más débiles, de respeto recíproco. Así se construye un mundo más justo, así es como se desecha la guerra como práctica inhumana perteneciente a una faceta oscura del género humano. Y Giordani la guerra la conocía bien: había participado en el primer conflicto mundial, haciéndose merecedor de un reconocimiento por una grave herida con la que volvió del frente austríaco. Pero no es sólo el horror por la sangre y por la muerte lo que debe inducir a la persona a rechazar la guerra como instrumento para resolver los problemas de orden internacional. La guerra puede ser considerada como algo natural por mentes pobres que piensan que el ser humano es una máquina sedienta de poder y dispuesta a arremeter contra cualquier enemigo para realizar sus propios sueños de poder. Pero no hay nada de natural en procurarse recíprocamente sufrimientos, miseria, muerte. Las guerras no producen vencedores, sino sólo derrotados. La historia nos lo enseña, y Giordani lo demuestra: los graves problemas que cada guerra deja en el campo son mucho más angustiantes que los que querían resolverse cuando se empieza el conflicto. Es por lo tanto la razón la que nos sugiere deponer las armas y los sentimientos bélicos y preparar un orden pacífico. Pero además para quienes creen que el ser humano es una criatura de Dios, la ofensa al prójimo no debe pasar a la acción. ¿Cómo se puede complacer a Dios atentando contra la vida de sus criaturas? Ha transcurrido medio siglo desde cuando Giordani escribió los textos que reportamos acá abajo, tomados del libro La inutilidad de la guerra, editado por Cittá Nuova, sin embargo parecen escritos para nuestra actualidad lacerada por conflictos tan peligrosos. «La guerra es un homicidio en grande, revestido por una especie de culto sagrado, como lo era el sacrificio de los primogénitos al dios Baal, y esto debido al horror que despierta, a la retórica que la envuelve y a los intereses que implica. Cuando la humanidad progrese espiritualmente, la guerra será catalogada, junto a los otros ritos cruentos, a las supersticiones de la brujería y a los fenómenos de la barbarie. Ella es a la humanidad lo que la enfermedad a la salud, o el pecado al alma: es destrucción y estrago y atropella el alma y el cuerpo, a los individuos y la colectividad». «La historia confirma la lógica cristiana, la fabricación de armas conlleva temor, desconfianza, guerra. Son falsos realistas los que dicen: ‘Si quieres la paz, prepara la guerra’. Basta con abrir cualquier libro de historia para ver a dónde conduce la acumulación de armas y municiones. La paz es difícil. Porque los cristianos no somos ingenuos. Nosotros queremos la paz y no la ilusión. La paz no va a caer del cielo lista. La paz es una acción paciente que debemos realizar juntos. Es decir, la paz se obtiene con la paz». «Quien tiene miedo defiende la guerra. Las guerras se hacen porque tenemos miedo. Quien tiene miedo injuria y dispara, por un instinto de liberación. Es necesario ser valientes –valientes racionales- para sostener la paz». Alberto Lo Presti L’inutilità della guerra, Città Nuova 2003 (pp. 7, 71-72, 83)
Poner en práctica el amor
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