Son las 9 de la mañana del 25 de noviembre. Hay una suave brisa en la isla. Heybeliada (Halki), un pequeño oasis de paz en el Mar de Mármara, a pocas millas de Estambul. En la cima de la colina, sobre el puerto, se erige el monasterio ortodoxo Aya Triada (SS. Trinidad), que hospeda este año, el 34° Congreso de obispos de varias iglesias, promovido por el Movimiento de los Focolares. Fundado en el siglo IX, este monasterio varias veces fue devastado por incendios y terremotos. El edificio actual es de finales del siglo XIX y fue la sede de la prestigiosa Academia teológica greco-ortodoxa. Tiene una biblioteca que conserva preciosos manuscritos antiguos y un total de 120mil volúmenes. En la entrada del Monasterio, un insólito escenario: 35 obispos de 16 Iglesias, provenientes de 19 naciones conversan fraternalmente. Con ellos están también María Voce y Jesús Morán, presidente y copresidente de los Focolares, y otros participantes del Congreso. Llega al puerto el Patriarca Ecuménico Bartolomé I. «Estoy contento de estar junto a ustedes», afirma con sencillez y se dirige junto con todos al interior del monasterio. Será él quien hará el discurso de apertura del encuentro: “Juntos por una casa común: la unidad de los discípulos de Cristo en la diversidad de dones”. El Cardenal de Bangkok, Francis Kriengsak, saludó en nombre de todos al Patriarca y le agradeció por haber querido hospedar el Congreso. «Aquí estamos en el corazón de la Ortodoxia, compuesto por Iglesias antiquísimas y no pocos mártires» afirmó, y presentó a los participantes. Se hizo presente también en el Congreso con un mensaje, el Primado de la Comunión Anglicana, el Arzobispo de Canterbury Justin Welby. «Sigo considerando al Movimiento de los Focolares –escribe- como uno de los faros de esperanza de nuestro mundo dividido. Con su compromiso por la unidad mediante el respeto mutuo y el diálogo, ofrece un camino característico hacia la reconciliación yendo más allá de las diferencias y las enemistades». Bartolomé I recordó su reciente visita a Loppiano para el doctorado honoris causa que le otorgó el Instituto Universitario Sophia. «Fue un encuentro – dijo – en el que experimentamos el amor sincero, sin ‘pero’ y sin ‘cómo’». Después pasó a hablar del Congreso. «¿Cómo podemos llegar a armonizar los distintos carismas de nuestras Iglesias hoy, con la unidad de los discípulos de Cristo y ser “typos” (un modelo) para la unidad del mundo?», se preguntó y observó: «Demasiadas veces las diversidades se presentan como el fundamento y no como un carisma y esto lo sentimos todos los días ante las dificultades, que el género humano vive con exclusividad y conflictividad». En el panorama mundial en el que dominan la frustración, la incertidumbre y la desconfianza, acentuadas por los acontecimientos de los últimos días, la mirada del Patriarca estuvo dirigida a la esperanza. «Llegué hasta aquí todavía más feliz porque los encontré a ustedes que me acogieron… como una familia», confió. Como cristianos –subrayó– «tenemos que recuperar velozmente el sentido de la unidad como recapitulación de los dones», la «riqueza de la diversidad… para ofrecer a cambio». «La unidad del mundo, el respeto por la Creación de Dios, don de su amor –explicó–, serán dados a partir de la capacidad de acoger la experiencia del otro como una riqueza para todos, como un camino de unidad, de respeto y de reciprocidad», «libres de todo tipo de condicionamientos ideológicos, políticos y económicos». Al final el Patriarca lanzó un llamado a los obispos presentes y al pueblo que tienen confiado: si como cristianos hacemos esta experiencia, «realmente seremos ‘sal del mundo’ y el mundo empezará a vivir una profunda metamorfosis». De la invitada Adriana Avellaneda
Poner en práctica el amor
Poner en práctica el amor
0 comentarios