A finales de 2013, empezaron los disturbios en Kiev que desembocaron, en abril de 2014, en la revolución de Ucrania del este. Desde entonces todo quedó igual. Situaciones que ocupaban las primeras páginas de los periódicos, y de las que los medios de comunicación ya no hablan. Pero la violencia sigue manteniendo paralizada a la población que vive en condiciones dramáticas. En Ucrania viven pequeñas comunidades de los Focolares (Mukácheve, Leópolis, Kiev), que tratan de responder al mal que los rodea. En los últimos meses se realizaron varios viajes, y la visita de un pequeño grupo de los Focolares de Eslovaquia a la capital, Kiev y a Járkov, ciudad en el noreste del país. Elena Vladova y Martin Uher comparten su experiencia directa. «Por el éxodo de personas en edad laboral, en las familias se han quedado sólo los ancianos, tal vez uno de los padres y los niños de varias edades. Estos niños son “huérfanos sociales”, como afirma Su Beatitud Sviatoslav Sevcuk, el Arzobispo Mayor de la Iglesia greco-católica: “saben lo que es la familia sólo a través de internet y también en el futuro no sabrán crear una familia verdadera y sana”». Entre las entidades que valientemente tratan de dar vida a iniciativas humanitarias, se encuentra la Iglesia Católica a través de Cáritas y de los Institutos religiosos. Gracias, también a los numerosos llamados del Papa Francisco, como el del pasado 3 de abril, ha sido posible crear una red de ayuda y apoyo a los sectores más afectados, reconocida con gratitud por muchos, incluso por las autoridades gubernamentales. Está conformada por comedores para los pobres, centros de rehabilitación, casas de acogida para madres solteras y sus niños nacidos por la violencia. En este sentido resulta significativo el trabajo de las hermanas de Don Orione que han equipado una casa para cuidarlos. También los Focolares tratan de expresar su cercanía a las personas ucranianas con las que están en contacto, a través de las comunidades de Eslovaquia. Recientemente, en mayo, un grupo de Eslovaquia viajó a Kiev, la capital, para encontrarse con las familias y otras personas. «Visitar los lugares que fueron escenario de “la revolución”, hace dos años, es siempre muy impactante. Forman parte de la cultura contemporánea ucraniana. Están escritos los nombres de las personas que murieron durante los combates en la plaza Maidán de Ucrania y los de quienes murieron en la guerra en Ucrania del este (que todavía sigue en curso). La gente está orgullosa de ellos», escribieron a su regreso. «Muchos coloquios personales, mucho dolor con tantos temores que hay que llevar juntos… Y así las familias tratan de poner en práctica la invitación de S.B. Sviatoslav Sevcuk: “Necesitamos familias que sean ‘médicos’ para nuestras familias”».
«Desde el inicio de este año, el Padre Anton Konecny de los Focolares, por pedido del Obispo de Mukácheve (Ucrania) Antal Majnek, se trasladó de su diócesis ubicada en Košice (Eslovaquia del este) a una parroquia en Ucrania del oeste. Su presencia y su servicio contribuyen al desarrollo de las relaciones tanto dentro de la parroquia como en el plano ecuménico y también con las autoridades civiles». Elena y Martin, luego, viajaron a Ucrania del este llegando hasta Járkov, una hermosa ciudad que cuenta con 2 millones de habitantes y que fue capital del país antes de la revolución rusa, pero que ahora lleva las huellas de la situación actual. Visitaron a Mons. Stanislav Szyrokoradiuk, amigo de los Focolares y desde hace dos años Obispo de la diócesis de Járkov, que abarca todos los territorios donde hasta hoy se combate. Ahí se dieron cuenta «de la gran necesidad que tiene la población de poder contar con la solidaridad de todos. Y de la importancia, para los cristianos ucranianos, de saber que también fuera de su país hay quienes rezan y ofrecen por la paz en Ucrania. Precisamente como subrayó el Cardenal Parolín durante su reciente visita a Ucrania: “¡Dios no los ha olvidado…!”». Maria Chiara De LorenzoPoner en práctica el amor
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