El congreso internacional titulado “Un carisma al servicio de la Iglesia y de la humanidad”, que reunió, primero en Trento y luego en Loppiano, a 7 cardenales y 137 obispos, amigos del Movimiento de los Focolares de 50 países, permitió vislumbrar interesantes perspectivas para el Iglesia. Ha sido una escena simbólica y solemne: en el santuario de Theotokós de Loppiano, es decir, en una iglesia dedicada a María, Madre de Dios, rodeados por los habitantes de esta ciudadela del Movimiento de los Focolares que representaban al pueblo de Dios, una gran asamblea de cardenales y obispos se han declarado recíprocamente el compromiso de vivir el amor fraterno según el mandamiento de Jesús, dispuestos a compartir alegrías y dolores, a amar la comunidad del otro como la propia, en resumen, a amarse hasta dar la vida el uno por el otro. Este “pacto” solemne, formulado el martes 11 de febrero, fue la culminación de un congreso internacional titulado “Un carisma al servicio de la Iglesia y de la humanidad” que reunió, primero en Trento y luego en Loppiano, a 7 cardenales y 137 obispos, amigos del Movimiento de los Focolares, que representaban a 50 países. Nunca antes la asistencia a este congreso anual había sido tan numerosa. Esto se debe también al hecho de que ha tenido lugar en el año centenario del nacimiento de Chiara Lubich. El programa reflejaba el lema elegido para el Centenario: “Celebrar para encontrar”. La primera parte del congreso, que tuvo lugar en Trento, la ciudad natal de la fundadora de los Focolares, de hecho, se dedicó a la celebración de este evento: la visita a la exposición “Chiara Lubich Ciudad Mundo” en la Galería de Trento; el saludo de las autoridades en la sede de la provincia autónoma de Trento; la celebración eucarística en la catedral de la ciudad y la evocación artística “Del Concilio tridentino a Chiara tridentina”, celebrada en la iglesia de Santa Maria Maggiore, que fue la sede conciliar y en la que Chiara Lubich recibió el bautismo. Momentos de celebración que no se caracterizaron por el simple recuerdo nostálgico de una figura histórica, sino que abrían la mirada hacia la actualidad del carisma de Chiara, como su dimensión mundial, eclesial y ecuménica. Una actualidad fuertemente subrayada por un largo mensaje del papa Francisco que se alegraba calurosamente por este congreso, expresando “gratitud a Dios por el don del carisma de la unidad a través del testimonio y la enseñanza (…) de Chiara Lubich”. La invitación del Papa a los obispos para “volver siempre a la escuela del Espíritu Santo” y vivir los puntos cardinales de la espiritualidad de Chiara Lubich, encontró una primera realización en la segunda parte del programa celebrado en la ciudadela internacional de los Focolares en Loppiano, cerca de Florencia. El contexto de una pequeña comunidad de 800 habitantes que ve en el mandamiento del amor recíproco de Jesús la ley de su convivencia, ha estimulado a los prelados a hacer lo mismo. Las escenas de comunión y de compartir han sido conmovedoras, partiendo de pequeñas cosas: ayuda mutua, escucha profunda, acogida atenta de necesidades, de las ideas de cada uno. Verdaderos “ministros” al servicio los unos de los otros. En el marco de un análisis profundo y rico del contexto histórico en el que Chiara Lubich vivió y actuó, presentado por Andrea Riccardi de la Comunidad de San Egidio, se profundizó en las dimensiones eclesiales que nacen del carisma de Chiara: una Iglesia que se hace diálogo; la “mística del nosotros” que se realiza en una Iglesia-comunión; la dimensión ecuménica; los diferentes itinerarios formativos ofrecidos por el Movimiento de los Focolares para ahondar y difundir estas dimensiones. Las experiencias de vida de los obispos de todo el mundo han ilustrado la posibilidad de su realización en la vida personal de los obispos y en su servicio a la Iglesia. “No ha sido una retrospectiva”, dijo un obispo africano al final del congreso, “sino una obertura, es decir, un comienzo y una apertura al futuro”. El “pacto” que los obispos hicieron en Loppiano, en la iglesia de la Madre de Dios, había sido firmado, en el mismo lugar, también por el papa Francisco junto con los habitantes de la ciudadela durante su visita a Loppiano. Es un pacto que, firmado con el apoyo del pueblo de Dios que continuamente lo practica y obtiene fuerzas, también puede ser un comienzo, un punto de partida, una obertura para los obispos que permite vislumbrar nuevas notas en el camino del diálogo, nuevas armonías en el camino de la comunión de la Iglesia del futuro.
Joachim Schwind – Anna Lisa Innocenti
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