Un magnífico jardín con muchas flores de varios colores. Así se ven los numerosos cultivos, de privilegiada variedad floral, que se exporta desde Ecuador a todo el mundo. Es una imagen que Sor Vanessa, Misionera Franciscana de la Juventud, utilizó para introducir el retiro espiritual que tuvo lugar el 22 de octubre, en Quito, en la sede de la CER (Conferencia Ecuatoriana de Religiosas). Sor Vanessa concluyó hace poco un año de permanencia en la Casa Emaús de Loppiano – el centro de espiritualidad para las religiosas que quieren profundizar en el carisma de los Focolares –y no encontró un mejor ejemplo para describir a la Iglesia y sus varios carismas a las 27 consagradas y un religioso de 11 Congregaciones diferentes que respondieron a la invitación del CER. Mediante una dinámica de grupo, la joven religiosa pidió a cada uno de los participantes que colgara al Crucifijo que estaba en el aula la Palabra sobre la cual estaba basado el carisma de su fundador, haciendo visible la idea de que cada carisma suscitado por el Espíritu es un nuevo “Cristo desplegado a lo largo de los siglos”. Y para permanecer en la metáfora, a cada participante se le entregó una flor, cada una distinta de las demás, así como son diferentes los carismas: varias bellezas en comunión y en el servicio común a la Iglesia, que hace que se encuentren potenciadas y actualizadas. En el programa, además de los temas se profundizó en el valor de la comunión entre carismas antiguos y nuevos de la Iglesia y en modalidades concretas para favorecer o suscitar esta comunión. Se dio amplio espacio a los testimonios. La CER, de hecho, había convocado a este retiro con el título “Comunión entre carismas, testimonio de esperanza”, por la feliz coincidencia de la visita a Ecuador de la Madre General de las Pequeñas Esclavas del Sagrado Corazón, Sor Imelda Rizzato, quien conoció la espiritualidad de los Focolares desde que estaba en el noviciado. Pudo contar cómo el impacto con este espíritu, además de reforzar su elección vocacional, le transmitió una especial propensión interior a tejer relaciones de comunión con cuantos encuentra, encarnando así, como dijeron de ella sus superiores, el carisma de su fundador, el beato Carlo Liviero, en forma auténtica,. Con el tiempo la congregación le confió varias tareas, hasta pedirle que sea actualmente la mayor guía. Una responsabilidad que trata de desarrollar compartiéndola con sus hermanas de comunidad y en la apertura y comunión con otras realidades eclesiales y religiosas, desde la óptica de esa “Iglesia en salida” que el Papa espera. Sor Imelda y las otras religiosas que tomaron la palabra, dieron testimonio de cómo el Carisma de la Unidad no contrasta en lo absoluto con los carismas individuales, sino que por el contrario, es una válida ayuda para actuar lo que la Iglesia espera de cada carisma, individualmente y en la comunión entre todos. La noticia del retiro llegó también al Nuncio, Mons. Andrés Carrascosa, quien, no sólo favoreció la participación de las hermanas de la Nunciatura, sino que pidió a su Secretario que estuviera presente. También celebró la Misa y se quedó a todo el encuentro, declarando que “era un auténtico privilegio poder estar ahí”. Al día siguiente algunas religiosas presentes quisieron visitar el focolar, para poner las bases de un nuevo camino de unidad entre los carismas de Ecuador, para abrir nuevos horizontes y dar esperanza a la Iglesia y al mundo.
Poner en práctica el amor
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