Entrar en la oración significa hallar el centro del encuentro entre el yo y la presencia de Dios en nuestra vida. Chiara Lubich, Don Pasquale Foresi e Igino Giordani, a través de palabras que hoy día se hacen cada vez más actuales, trazan las líneas de una espiritualidad civil, de todos, vivida en las calles de las ciudades de todo el mundo. Me he dado cuenta de que los tiempos modernos exigen una oración especial. Antiguamente se pensaba que el mundo y el cosmos estaban inmóviles, estáticos. Entonces teníamos que encontrar a Dios admirando las estrellas, las flores… por medio de la contemplación, la paz, la unión con Dios, en momentos de recogimiento, de oración en la iglesia delante del Santísimo… En cambio ahora han visto que todo el mundo está en constante evolución, experimenta un cambio: todo cambia, el hombre está en medio de este movimiento, está involucrado en esta carrera hacia la perfección. Y entonces no puede quedarse quieto contemplando, debe ser partícipe con Dios de esta evolución, de esta creación. Por eso, todo lo que hacen, en la escuela, en la oficina, en la fábrica, es construir el mundo, junto con Dios creador, y llevarlo adelante. Pero nosotros tenemos que llevarlo adelante pensando que colaboramos con Dios en la creación y por lo tanto, que nuestro trabajo es un trabajo sagrado; somos un brazo de Dios creador que sigue construyendo el mundo.
Chiara Lubich (Castel Gandolfo, 25 de febrero de 1989, en “El aliento de Dios”, por Fabio Ciardi, Città Nuova, 2022, p.122-123)
Una forma de oración, muy importante, se puede tener en el trabajo. Pienso sobre todo en los obreros de las fábricas, en todas las personas que durante el día están abrumadas por un cansancio que casi les quita la facultad misma de pensar y, por tanto, en cierto sentido, también de rezar. Si con una simple intención por la mañana se ofrece la existencia cotidiana a Dios, se vive profundamente, durante todo el día, en relación con Dios. Pienso que cuando por la noche estos trabajadores, aunque sea por pocos instantes porque están cansados, pueden recogerse con Dios, encontrarán la unidad con Él: la encuentran porque han vivido todo su trabajo en relación con Él. Y esto es precisamente lo más importante: estar en la justa relación con Él. Y en el fondo esto es lo que la humanidad hoy desea oír: que todo el universo y lo que en él se realiza, religiosamente se entienda y pueda transformarse en una gran oración que se eleve a Dios.
Don Pasquale Foresi (en “Dios nos llama. Conversaciones sobre la vida cristiana” Città Nuova, 2003, p.116)
Esta mañana me pareció haberme acercado a Dios. Creo que nunca lo había sentido tan cerca. Mi alegría fue, y es, grandísima. Siento que he encontrado el acceso libre para ir hacia Él; y mi propósito es no alejarme nunca más. He vencido, por la gracia de Dios, los impedimentos que me tenían aferrado a la tierra. Ahora estoy en la tierra y habito en el cielo (mi ambición es enorme, pero la misericordia de Dios es mayor. ¡Lo amo tanto!). Ya no me obstaculizan los impulsos de vanidad, de preferencias en las amistades. Voy directamente a Dios, desechando estos harapos. Las personas pueden traicionarme, calumniarme, matarme: pero tengo a Dios y las amo, sin depender de ellas. Soy de Dios. Es todo lo que necesito.
Igino Giordani (en “Diario de Fuego”, Città Nuova, 1992, p.196)
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