Imaginen descubrir en los materiales de descarte la posibilidad de una forma nueva, ya presente en potencia, de transformarlos en “algo” lindo, útil y precioso, que antes no existía. Después, involucrar en este proceso regenerador a personas vulnerables como, por ejemplo, las mujeres que, habiendo pagado su pena en la cárcel, encuentran dificultades para reintegrarse a la sociedad, encontrar un puesto de trabajo y obtener una independencia económica. Ésta es la misión del “Project Lía”, una asociación sin fines de lucro y una empresa social que surgió en la ciudad de Indianápolis (USA). «Estas mujeres que tratan de reinsertarse en la sociedad, aprenden, a través nuestro, a crear objetos decorativos y muebles, en un ambiente de trabajo educativo, que es un espacio de comprensión y respeto recíproco, donde se transforman los materiales pero también la vida de las personas a través de relaciones basadas en la reciprocidad y la confianza», explica Elizabeth Wallin fundadora y directora ejecutiva de ética empresarial, salud y bienestar, además de promover la participación en la vida comunitaria y social». Según las estadísticas publicadas en el sitio web del proyecto, tomadas de los datos del “Bureau of Justice”, en los últimos tres decenios y medio, la población carcelaria femenina de los Estados Unidos ha crecido en más del 700 por ciento. En 1980, eran 12.144 las mujeres bajo la jurisdicción estatal o federal. Una cifra que ascendió a más de 100.000, en el 2015. Si, se suman a esta cifra las detenidas en las estructuras carcelarias locales, en libertad condicional o bajo arresto domiciliario, la suma llega a superar el millón de mujeres. «Cuando estas personas salen de la cárcel», continúa Elizabeth Wallin «deben encontrar un trabajo estable y una casa, mientras tratan de reanudar las relaciones con la propia familia. Si a esto, se asocia el estigma generado por la cárcel y la discriminación racial, es muy difícil para ellas lograr reintegrarse, y es posible que se produzca una reincidencia». “Project Lía”, ha elegido trabajar con las mujeres porque, ayudándolas, se refuerza indirectamente la familia y la comunidad. Según importantes estudios, la responsabilidad hace que estas mujeres piensen “comunitariamente”, invirtiendo el 90% de su ganancia en su propia familia. Llegando a este punto, alguien se puede preguntar ¿cuál fue la idea inspiradora? «Durante un viaje a Argentina», relata Elizabeth, «participé en la organización de un festival juvenil que tenía como título “No te detengas”. Un festival que reunió a más de 1.000 jóvenes. Hablaba de aquellas jaulas en las cuales a menudo nos quedamos aprisionados por miedo, por las presiones de los demás, por el conformismo o los prejuicios. Volviendo a los Estados Unidos, me di cuenta de que aquí las mujeres que salían de la prisión continuaban siendo “prisioneras” de una jaula más grande y sistemática. Para mí, “Project Lia” es una respuesta al miedo, a las presiones, al conformismo y a los prejuicios de un sistema de justicia penal y de una sociedad que, incluso después de haber descontado la culpa, continúa “aprisionando” a las ex convictas, sin ofrecerles posibilidades de una verdadera integración social». En síntesis, se trata de un proyecto inclusivo, que apunta a construir puentes de verdadera solidaridad social. Habiendo llegado a este punto, la única curiosidad que permanece insatisfecha es el nombre: ¿Por qué el nombre “Lía”? Elizabeth me explica que «”Lía” es el nombre de una mujer que dedicó toda su vida a construir puentes entre personas de razas, culturas, religiones y procedencias sociales distintas. Su nombre completo era Lía Brunet. Ella era de Trento y fue una de las primeras compañeras de Chiara Lubich, la fundadora del Movimiento de los Focolares». En 1961, Lía Brunet llegó a la Argentina, allí, en el corazón de la “Pampa Argentina” (en la Provincia de Buenos Aires), nació la ciudadela que hoy lleva su nombre. Fue allí donde también Elizabeth pudo experimentar el ideal de un mundo unido. Fuente: United World Project
Poner en práctica el amor
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