Movimiento de los Focolares
«Poned por obra la Palabra y no os contentéis solo con oírla, engañándoos a vosotros mismos» (St 1, 22).

«Poned por obra la Palabra y no os contentéis solo con oírla, engañándoos a vosotros mismos» (St 1, 22).

La escucha y la práctica es un tema fundamental sobre el que insiste el autor del versículo de este mes. La carta continúa: «En cambio, el que considera atentamente la Ley perfecta de la libertad y se mantiene firme, no como oyente olvidadizo sino como cumplidor de ella, ese, practicándola, será feliz» (St 1, 25). Y es precisamente este empeño por conocer sus palabras y vivirlas lo que nos hace libres y nos da alegría.

Se podría decir que la cita bíblica de este mes es de por sí el motivo para la práctica de la Palabra de vida, que se ha difundido en todo el mundo. Una vez a la semana, y más adelante una vez al mes, Chiara Lubich elegía una frase completa de la Escritura y la comentaba. Nos reuníamos, compartíamos los frutos de lo que había obrado contando las experiencias de vida, y se iba creando una comunidad unida que mostraba en germen las consecuencias sociales que era capaz de obrar.

«No obstante su sencillez, la iniciativa de la fundadora del Movimiento de los Focolares contribuyó notablemente a redescubrir la Palabra de Dios en el mundo cristiano del siglo XX»[1], transmitiendo un método para vivir el Evangelio y poner en común sus efectos.

«Poned por obra la Palabra y no os contentéis solo con oírla, engañándoos a vosotros mismos».

La carta de Santiago retoma lo que Jesús había anunciado para que viviésemos y experimentásemos la realidad del reino de los cielos entre nosotros: declara bienaventurado a quien escucha su Palabra y la observa (cf. Lc 11, 28); reconoce como su madre y sus hermanos a quienes la escuchan y la ponen en práctica (cf. Lc 8, 21); la compara a la semilla que, si cae en un terreno bueno, es decir, en quienes la escuchan con corazón íntegro y bueno y la guardan, estos producen fruto con su perseverancia.

«En cada Palabra suya Jesús expresa todo su amor por nosotros –escribe Chiara Lubich–. Encarnémosla, hagámosla nuestra, experimentemos la gran potencia de vida que desarrolla si la vivimos, en nosotros y alrededor de nosotros. Enamorémonos del Evangelio hasta dejarnos transformar en él y derramarlo sobre los demás. […] Seremos libres de nosotros mismos, de nuestros límites, de nuestras esclavitudes;

y no solo, sino que veremos estallar la revolución de amor que Jesús, libre para vivir en nosotros, provocará en el tejido social en el que estamos inmersos» [2].

«Poned por obra la Palabra y no os contentéis solo con oírla, engañándoos a vosotros mismos».

¿Cómo poner en práctica la palabra? Miremos a nuestro alrededor y hagamos de todo para ponernos al servicio de quienes están necesitados, con pequeños o grandes gestos de cuidado mutuo, transformando las estructuras injustas de la sociedad, oponiéndonos a la violencia, favoreciendo gestos de paz y de reconciliación; con más sensibilidad y acciones a favor de nuestro planeta.

Así irrumpe una auténtica revolución en nuestra vida, en la de la comunidad donde vivimos y en el lugar de trabajo donde actuamos.

El amor se manifiesta en las acciones sociales y políticas que procuran construir un mundo mejor. Del compromiso de una pequeña comunidad de los Focolares para con las personas más frágiles, nace en Perú un centro para ancianos con el nombre de la fundadora del Movimiento, en Lámud, una ciudad de la Amazonia peruana a 2.330 metros sobre el nivel del mar.

«El Centro se inauguró en plena crisis de la pandemia y alberga a 50 personas ancianas y solas. La casa, los adornos, la vajilla y los alimentos llegaron como regalo de la comunidad vecina. Ha sido una apuesta no exenta de dificultades y trabas, pero en marzo de 2022 el Centro celebró su primer aniversario abriendo las puertas a la ciudad con una fiesta en la que participaron incluso las autoridades políticas. En los dos días de celebración se añadieron nuevos voluntarios, adultos y niños, que quieren cuidar de los mayores solos y ampliar así su familia»[3].

Patrizia Mazzola y el equipo de la Palabra de Vida


[1] C. LUBICH, Palabras de vida/1 (1943-1990) (ed. F. Ciardi), Ciudad Nueva, Madrid 2020, p. 5, Introducción.

[2] EAD., «Palabra de vida», septiembre de 2006: Ciudad Nueva n. 434 (8-9/2006), p. 23.

[3] Balance di Comunión 2022. Movimiento de los Focolares , in https://dev.focolare.org/wpcontent/uploads/2024/01/BdC-2022-2.pdf, p.67


LA IDEA DEL MES, basada en la Palabra de Vida del Movimiento de los Focolares, surgió en Uruguay en el contexto del diálogo entre personas de convicciones diversas. Su lema es “construyendo diálogo”. La finalidad de esta publicación es contribuir y promover el ideal de la fraternidad universal. Actualmente LA IDEA DEL MES se traduce a doce idiomas y se distribuye en más de 25 países.

«Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí!» (Mt 17, 4).

«Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí!» (Mt 17, 4).

«Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí!» (Mt 17, 4).

Jesús va hacia Jerusalén con sus discípulos. Al anunciarles que allí tendrá que sufrir, morir y resucitar, Pedro se rebela, erigiéndose en portavoz del desaliento y la incomprensión general. Entonces el Maestro lo lleva consigo, junto con Santiago y Juan, sube a «un monte alto», y allí se aparece a los tres con una luz nueva y extraordinaria: su rostro «se puso brillante como el sol» y con él conversan Moisés y el profeta Elías. El Padre mismo hace oír su voz desde una nube luminosa y los invita a escuchar a Jesús, su Hijo amado. Ante esta sorprendente experiencia, Pedro no quisiera irse de allí, y exclama:

«Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí!».

Jesús ha invitado a sus amigos más íntimos a vivir una experiencia inolvidable, a fin de que la guarden siempre dentro de ellos.

Tal vez también nosotros hayamos experimentado con estupor y emoción la presencia y la acción de Dios en nuestra vida en momentos de alegría, paz y luz que desearíamos que no tuviesen fin. Son momentos que en muchos casos vivimos con otros o gracias a otros, pues el amor recíproco atrae la presencia de Dios, ya que, como prometió Jesús, «donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mt 18, 20). A veces, en estos momentos de intimidad, Él nos hace vernos a nosotros mismos y leer los acontecimientos a través de su mirada.

Estas experiencias se nos dan para tener la fuerza de afrontar las dificultades, pruebas y penalidades que encontramos por el camino, teniendo en el corazón la certeza de que Dios nos mira, que nos ha llamado a formar parte de la historia de la salvación.

De hecho, una vez que han descendido del monte, los discípulos irán juntos a Jerusalén, donde los espera una muchedumbre llena de esperanza pero también peligros, enfrentamientos, rechazo y sufrimientos. Allí «serán dispersados y enviados a los confines de la tierra para ser testigos de nuestra morada definitiva, el Reino» de Dios (1).

Podrán comenzar a construir ya en esta tierra la casa de Dios entre los hombres, porque en el monte han estado con Jesús «en casa».

«Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí!».

«Levantaos, no tengáis miedo» (Mt 17, 7) es la invitación de Jesús al término de esta extraordinaria experiencia, que también nos dirige a nosotros. Como discípulos y amigos suyos, podemos afrontar con valentía lo que nos espera.

Así le sucedió a Chiara Lubich. Tampoco ella habría querido volver a la vida de todos los días después de un período de vacaciones tan lleno de luz que fue denominado «el paraíso de 1949» por la percepción de la presencia de Dios en la pequeña comunidad con la que estaba transcurriendo un tiempo de descanso y por una extraordinaria contemplación de los misterios de la fe. Volvió, y con un nuevo empuje, porque entendió que justamente por aquella experiencia de iluminación debía «descender del monte» y ponerse a trabajar como instrumento de Jesús en la realización de su Reino, inyectando su amor y su luz precisamente donde faltaban, y afrontando además penalidades y sufrimientos.

«Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí!».

En cambio, cuando echemos a faltar la luz, volvamos con el corazón y con la mente a los momentos en que el Señor nos ha iluminado. Y si no hemos experimentado su cercanía, busquémosla. Será necesario hacer el esfuerzo de «subir al monte» para ir a su encuentro en los prójimos, adorarlo en nuestras iglesias y también para contemplarlo en la belleza de la naturaleza.

Porque, para nosotros, Él siempre está: basta con que caminemos con Él y que, haciendo silencio, nos pongamos humildemente a la escucha, como Pedro, Juan y Santiago (2)

SILVANO MALINI y el equipo de la Palabra de Vida

1 T. RADCLIFFE, OP, Segunda meditación a los participantes en la Asamblea General del Sínodo de los Obispos, Sacrofano 1-10-2023. https://www.vaticannews.va/it/vaticano/news/2023-10/testi-meditazioni-padre-radclifferitiro-sacrofano-sinodo.html.
2 Cf. Mt 17, 6.
Foto: © Steven Weirather – Pixabay

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LA IDEA DEL MES, es elaborada por el “Centro para el diálogo con personas de convicciones no religiosas” del Movimiento de los Focolares. e trata de una iniciativa nacida en 2014 en Uruguay para compartir con amigos no creyentes los valores de la Palabra de vidaque es la frase de la Escritura que los miembros del Movimiento se esfuerzan por poner en práctica en su vida cotidiana. Actualmente LA IDEA DEL MES está traducida a 12 idiomas y se distribuye en más de 25 países, con adaptaciones del texto según las diferentes sensibilidades culturales.

«El Señor es mi pastor, nada me falta» (Sal 23[22],1).

«El Señor es mi pastor, nada me falta» (Sal 23[22],1).

El salmo 23 es uno de los salmos más conocidos y amados. Se trata de un cántico de confianza que tiene, a la vez, un carácter de profesión de fe gozosa. Quien reza lo hace como perteneciente al pueblo de Israel, al cual el Señor prometió por medio de los profetas ser su Pastor. El autor proclama su felicidad personal por saberse protegido en el Templo[1] , lugar de refugio y de gracia. Pero, de igual modo, con su experiencia quiere animar a otros a confiar en la presencia del Señor.

«El Señor es mi pastor, nada me falta».

La imagen del pastor y del rebaño es muy querida para toda la literatura bíblica. Para entenderla bien tenemos que trasladarnos mentalmente a los desiertos áridos y rocosos de Oriente Próximo. El pastor guía a su rebaño, que se deja llevar dócilmente, pues sin él se desorientaría y moriría. Las ovejas deben aprender a confiarse a él, escuchando su voz. Él es sobre todo su compañero de viaje constante.

«El Señor es mi pastor, nada me falta».

Este salmo nos invita a reforzar nuestra relación íntima con Dios y a experimentar su amor. Habrá quien se pregunte: ¿cómo es posible que el autor llegue a decir «nada me falta»? Nuestra experiencia de cada día nunca está exenta de problemas y desafíos: de salud, familiares, de trabajo, etc., sin olvidar los ingentes sufrimientos que tantas hermanas y hermanos nuestros viven hoy a causa de la guerra, de las consecuencias del cambio climático, de las migraciones, de la violencia…

«El Señor es mi pastor, nada me falta».

Quizá la clave de lectura esté en el versículo que dice «porque tú vas conmigo» (Sal 23, 4). Se trata de la certeza del amor de un Dios que nos acompaña siempre y nos lleva a vivir la existencia de un modo distinto. Escribía Chiara Lubich: «Una cosa es saber que podemos recurrir a un Ser que existe, que tiene piedad de nosotros y que ha pagado por nuestros pecados, y otra distinta es vivir y sentirse el centro de las predilecciones de Dios, lo que, en consecuencia, elimina todo miedo que hace de freno, toda soledad, todo sentido de orfandad y toda incertidumbre. […] La persona sabe que es amada y cree con todo su ser en este amor. A él se abandona confiada y a él lo quiere seguir. Las circunstancias de la vida, tristes o alegres, quedan iluminadas por un motivo de amor que las ha querido o permitido todas» [2].

«El Señor es mi pastor, nada me falta».

Pero quien llevó a cumplimiento esta bellísima profecía es Jesús, que en el Evangelio de Juan no duda en autodenominarse «el buen Pastor». La relación con este pastor se caracteriza por un vínculo personal e íntimo: «Yo soy el buen pastor; y conozco a mis ovejas y las mías me conocen a mí» (Jn 10, 14). Él las conduce a los pastos de su Palabra, que es vida; en particular la Palabra que contiene el mensaje expresado en el «Mandamiento nuevo», el cual, si se vive, hace «visible» la presencia del Resucitado en la comunidad reunida en su nombre, en su amor» (cf. Mt 18, 20).[3].

Augusto Parody Reyes y el equipo de la Palabra de vida


Foto: © Sergio Cerrato – Italia en Pixabay

[1]Cf. Sal 23,6.
[2] C. LUBICH, «Lo esencial de hoy»: Escritos espirituales/2, Madrid 1999, p. 148.
[3] Cf. Mt, 18, 20.

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LA IDEA DEL MES, es elaborada por el “Centro para el diálogo con personas de convicciones no religiosas” del Movimiento de los Focolares. e trata de una iniciativa nacida en 2014 en Uruguay para compartir con amigos no creyentes los valores de la Palabra de vidaque es la frase de la Escritura que los miembros del Movimiento se esfuerzan por poner en práctica en su vida cotidiana. Actualmente LA IDEA DEL MES está traducida a 12 idiomas y se distribuye en más de 25 países, con adaptaciones del texto según las diferentes sensibilidades culturales.

Evangelio vivido: la verdadera amistad

Un vínculo profundo en el que no sólo está en juego nuestro destino sino también el destino del otro, su historia. Esta es la verdadera amistad: un bien gratuito y no reembolsable; una relación auténtica donde cada uno, al apoyar al otro, al final se encuentra consigo mismo. El amigo en problemas Conducía al trabajo cuando vi a un antiguo colega de la universidad en la calle. Lo llevé y en el camino me contó sus problemas: por el COVID se había quedado sin trabajo de mesero; además, en el hospedaje donde residía no tenía agua caliente y energía eléctrica, pues no había pagado las cuentas. Fue espontánea mi invitación a tomar una ducha y lavar la ropa en mi casa, cuando lo necesitaba. Él aceptó con gusto. Un día vino como siempre, no estaba bien, pero no tuvo valor para decírmelo. Después de dos días, descubrí que tenía COVID. Cuando el amigo se enteró, entendió que era él quien me había contagiado, así que no tenía ganas de volver a lavar sus cosas. Pero le aseguré que no tenía nada contra él y volvimos a vernos seguido. Si encontré la fuerza para salir al encuentro de este hermano mío, fue porque como cristiano me siento llamado a detenerme y comprender las necesidades de mi prójimo, para ayudarlo y amarlo como nos dice Jesús en el Evangelio. (Steve – Burundi) Matrimonio en crisis Desde Brasil, tierra de su “gran amor”, Brigitte me había escrito que su esposo, que se había vuelto alcohólico, la había abandonado a ella y a sus tres hijos. Con el consentimiento de mi esposo, decidí visitarla. Aunque el viaje fue un gasto muy alto para nuestra economía, prevaleció el deseo de estar cerca de esta vieja amiga. Encontré a Brigitte destrozada, desilusionada, desorientada; se preguntó por qué ese destino: lejos de su patria y parientes, sola, fracasada en todos los sentidos. Hablamos de la posibilidad de un regreso a Francia. Sin embargo, ella no veía el alejamiento total del padre como algo positivo para los niños. Podía entenderla. Para su economía, estando allí me comuniqué con la editorial donde trabajo, que le encargó algunas traducciones al francés. Pero el verdadero regalo para Brigitte, y también para mí, fue que, recordando nuestra juventud, pensando en las preguntas sobre la fe y el deseo de construir un mundo más humano, ese sueño pareció revivir. Finalmente, ella misma identificó la forma más concreta de comprometerse con los demás, un camino hacia la reconstrucción. Volví con nuevas fuerzas. (J.P. – Francia)

Maria Grazia Berretta

(tomado de Il Vangelo del Giorno, Città Nuova, año IX – n.1- marzo-abril 2023)

Palabra de Vida – Septiembre 2018

La Palabra de este mes procede de un texto atribuido a Santiago –figura de relieve en la Iglesia de Jerusalén–, el cual recomienda al cristiano la coherencia entre el creer y el actuar. En el comienzo del versículo se subraya una condición esencial: «desechar toda abundancia de mal» para recibir la Palabra de Dios y dejarse guiar por ella, y de ese modo caminar hacia la plena realización de la vocación cristiana. La Palabra de Dios tiene una fuerza muy peculiar: es creadora, produce frutos buenos en la persona y en la comunidad, construye relaciones de amor entre cada uno de nosotros y Dios y entre las personas. Y, según dice Santiago, ya ha sido «sembrada» en nosotros. «Recibid con docilidad la Palabra sembrada en vosotros, que es capaz de salvar vuestras almas». ¿Cómo es posible? Ciertamente, porque Dios pronunció ya en la creación una Palabra definitiva: el hombre es «imagen» de Él. De hecho cada criatura humana es el «tú» de Dios, llamado a la existencia para compartir la vida de amor y comunión de Dios. Pero, para los cristianos, es el sacramento del bautismo el que nos introduce en Cristo, Palabra de Dios que ha entrado en la historia humana. Así pues, en cada persona Él ha depositado la semilla de su Palabra, la cual llama a la persona al bien, a la justicia, a la donación y a la comunión. Esta semilla, acogida y cultivada con amor en nuestra «tierra», es capaz de producir vida y frutos. «Recibid con docilidad la Palabra sembrada en vosotros, que es capaz de salvar vuestras almas». Un lugar claro donde Dios nos habla es la Biblia, que para los cristianos culmina en los Evangelios. Es preciso acoger su Palabra en la lectura amorosa de la Escritura; y si la vivimos, podemos ver sus frutos. También podemos escuchar a Dios en lo profundo de nuestro corazón, donde con frecuencia sentimos la injerencia de muchas «voces» y «palabras»: eslóganes y ofertas de opciones y modelos de vida, o también preocupaciones y miedos… ¿Cómo reconocer la Palabra de Dios y hacerle espacio para que viva en nosotros? Hace falta desarmar el corazón y «rendirnos» a la invitación de Dios de ponernos a escuchar con libertad y valentía su voz, que suele ser la más sutil y discreta. Y esta nos insta a salir de nosotros mismos y aventurarnos por los caminos del diálogo y del encuentro con Él y con los demás, nos invita a colaborar para hacer una humanidad más bella, en la que todos nos reconozcamos cada vez más hermanos. «Recibid con docilidad la Palabra sembrada en vosotros, que es capaz de salvar vuestras almas». En realidad la Palabra de Dios puede transformar nuestra vida cotidiana en una historia que nos libera de la oscuridad del mal personal y social, pero pide nuestra adhesión personal y consciente, aunque sea imperfecta, frágil y siempre en camino. Nuestros sentimientos y nuestros pensamientos se parecerán cada vez más a los del propio Jesús, nuestra fe y nuestra esperanza en el Amor de Dios saldrán reforzadas, a la vez que nuestros ojos y brazos se abrirán a las necesidades de los hermanos. Así lo sugería Chiara Lubich en 1992: «En Jesús veíamos una profunda unidad entre el amor que Él tenía por el Padre celestial y el amor a sus hermanos los hombres. Había  una coherencia extrema entre sus palabras y su vida. Y esto fascinaba y atraía a todos. Así debemos ser también nosotros. Debemos acoger con la sencillez de los niños las palabras de Jesús y ponerlas en práctica con la pureza y luminosidad que tienen, con su fuerza y radicalidad, para ser discípulos como Él quiere, es decir, discípulos iguales a su Maestro: otros tantos Jesús dispersos por el mundo. ¿Podemos vivir una aventura más grande y más hermosa?»1. Letizia Magri   1 C. LUBICH, «Come il Maestro», en Città Nuova n. 36 (1992/4), p. 33.

Palabra de Vida de Agosto de 2018

El profeta Jeremías es enviado por Dios al pueblo de Israel, que está viviendo una dolorosa experiencia de exilio en tierra babilónica y ha perdido todo lo que había representado su identidad y su elección: la tierra, el templo, la ley… Sin embargo, la palabra del profeta desgarra este velo de dolor y turbación. Es cierto: al entregarse a la destrucción, Israel se ha demostrado infiel al pacto de amor con Dios. Pero he aquí el anuncio de una nueva promesa de libertad, de salvación, de renovada alianza, que Dios, con su amor eterno y nunca revocado, prepara para su pueblo. «Con amor eterno te he amado: por eso he reservado gracia para ti». La dimensión eterna e irrevocable de la fidelidad de Dios es una cualidad de su amor: Él es el Padre de toda criatura humana, un Padre que toma la iniciativa en el amor y que se compromete para siempre. Su fidelidad alcanza a cada uno de nosotros y nos permite arrojar en Él cualquier preocupación que pueda frenarnos. Gracias a este Amor eterno y paciente podemos crecer y mejorar en la relación con Él y con los demás. Somos muy conscientes de que no nos mantenemos firmes en nuestro compromiso, aunque sincero, de amar a Dios y a los hermanos. Pero la fidelidad de Él para con nosotros es gratuita, nos precede siempre, independientemente de nuestras «prestaciones». Con esta gozosa certeza podemos liberarnos de nuestro horizonte limitado, ponernos cada día de nuevo en camino y convertirnos también nosotros en testigos de esta ternura «materna». «Con amor eterno te he amado: por eso he reservado gracia para ti». Esta mirada de Dios sobre la humanidad pone de manifiesto también un gran designio de fraternidad, que encontrará en Jesús su pleno cumplimiento. Pues Él testimonió su confianza en el amor de Dios con la palabra y sobre todo con el ejemplo de toda su vida. Nos abrió el camino para imitar al Padre en el amor a todos (cf. Mt 5, 43ss.) y nos desveló que la vocación de todo hombre y mujer es contribuir a edificar relaciones de acogida y diálogo en su entorno. ¿Cómo viviremos la Palabra de vida de este mes? Chiara Lubich invita a tener un corazón de madre: «[…] Una madre acoge siempre, ayuda siempre, espera siempre, lo cubre todo. […] De hecho el amor de una madre es muy parecido a la caridad de Cristo, de la que habla el apóstol Pablo. Si tenemos el corazón de una madre o, para ser más exactos, si nos proponemos tener el corazón de la madre por excelencia, María, estaremos siempre dispuestos a amar a los demás en todas las circunstancias y, por tanto, a mantener vivo en nosotros al Resucitado. […] Si tenemos el corazón de esta Madre, amaremos a todos: no solo a los miembros de nuestra Iglesia, sino también a los de las demás; no solo a los cristianos, sino también a los musulmanes, a los budistas, a los hindúes, etc.; también a los hombres de buena voluntad y a todo hombre que habita la tierra […]»1. «Con amor eterno te he amado: por eso he reservado gracia para ti». Esto cuenta una joven esposa que comenzó a vivir el Evangelio en la familia: «Sentía una ale- gría que nunca antes había experimentado y el deseo de derramar este amor más allá de las cuatro paredes de casa. Recuerdo por ejemplo que corrí al hospital para acompañar a la mujer de un compañero de trabajo que había intentado suicidarse. Conocía desde hacía tiempo sus dificultades, pero, absorta en mis problemas, no me había preocupado de ayudarla. Ahora sí hice mío su dolor, y no me quedé tranquila mientras no se resolvió la situación que la había empujado a dar ese paso. Este episodio marcó para mí el inicio de un cambio de mentalidad. Me hizo comprender que, si amo, puedo ser para cada uno que pasa a mi lado un reflejo – aunque sea pequeñísimo– del mismo amor de Dios». Y ¿qué pasaría si también nosotros, sostenidos por el amor fiel de Dios, nos pusiésemos libremente en esta actitud interior ante todos aquellos con quienes nos encontremos durante el día?   LETIZIA MAGRI ___________________________________ 1 Cf. C. Lubich, Buscando las cosas de arriba, Ciudad Nueva, Madrid 1993, pp. 44-45.