Movimiento de los Focolares

Enero 2014

[1] In Jo. Ep. tr., 7,8.

Del 18 al 25 de enero en muchas partes del mundo se celebra la Semana de oración por la unidad de los cristianos, mientras en otras se celebra en Pentecostés.

Este año la frase elegida para la Semana de oración es: “¿Está dividido Cristo?” (1 Cor 1,13).

Chiara Lubich siempre solía comentar el versículo bíblico. Para mantener su aporte, proponemos un texto suyo de enero del 2005 en el que comenta el versículo “Jesucristo, único fundamento de la Iglesia” (cf 1 Cor 3,11), que podría ser un aporte para profundizar la Palabra propuesta este año.

Diciembre 2013

«Que el Señor les haga progresar y sobreabundar en el amor de unos con otros»

Siendo el amor el centro de la vida cristiana, si no progresa, toda la vida del cristiano lo resiente,  languidece y después puede apagarse.

No basta con haber entendido la luz del mandamiento del amor al prójimo y ni siquiera haber experimentado el entusiasmo, sus impulsos y sus arrebatos a los inicios de la propia conversión al Evangelio. Es necesario hacerlo crecer manteniéndolo siempre vivo, activo, operativo. Y esto sucederá si se saben acoger, con mayor prontitud y generosidad, a las diversas ocasiones que la vida nos ofrece cada día.

«Que el Señor les haga progresar y sobreabundar en el amor de unos con otros»

Para San Pablo, las comunidades cristianas deben tener la frescura y la calidez de una verdadera familia.

Es comprensible por tanto la intención del apóstol de advertir sobre los peligros a los que con mayor frecuencia se ven expuestos: el individualismo, la superficialidad, la mediocridad.

Pero San Pablo quiere prevenir también sobre otro grave peligro, estrechamente vinculado al precedente: el de apoyarse en una vida tranquila y ordenada, pero cerrada en sí misma.

Él quiere comunidades abiertas, ya que es propio de la caridad amar los hermanos en la fe y, al mismo tiempo, ir hacia todos, ser sensibles a los problemas y las necesidades de todos. Hace parte de la caridad saber acoger a cualquier persona, construir puentes, poniendo en relieve el positivo y uniendo los propios deseos y esfuerzos para el bien de los que muestran buena voluntad.

«Que el Señor les haga progresar y sobreabundar en el amor de unos con otros»

¿Cómo viviremos entonces la Palabra de vida de este mes? Será tratando de crecer también nosotros en el amor mutuo dentro de nuestras familias, de nuestro ambiente de trabajo, de nuestras comunidades o asociaciones eclesiales, parroquias, etc.

Esta Palabra nos pide una caridad sobreabundante, es decir, una caridad que sepa superar las medidas mediocres y las varias barreras provenientes de nuestro sutil egoísmo. Será suficiente pensar en ciertos aspectos de la caridad (tolerancia, comprensión, acogida recíproca, paciencia, disponibilidad al servicio, misericordia hacia las verdaderas o presuntas faltas de nuestro prójimo, comunión de bienes materiales, etc.) para descubrir tantas ocasiones para vivirla.

Después es evidente que, si en nuestra comunidad hay este clima de amor mutuo, su calidez se irradiará sin falta hacia todos. También aquellos que todavía no conocen la vida cristiana advertirán su atractivo la atractiva y muy fácilmente, casi sin darse cuenta, se sentirán involucrados al punto de sentirse parte de una misma familia.

Chiara Lubich

Noviembre 2013

Es entrar en el corazón de quienes se nos acercan para comprender su mentalidad, su cultura, sus tradiciones y hacerlas, en cierto modo, nuestras, para entender realmente lo que necesitan y saber reconocer los valores que Dios ha sembrado en el corazón de cada persona. En una palabra: vivir por los que nos rodean.

Misericordia: acoger al otro como es, no como nos gustaría que fuera, con un carácter diferente, con nuestras propias ideas políticas, nuestras creencias religiosas y sin los defectos o las formas de ser que a veces nos chocan. No, hay que abrir el corazón y que sea capaz de acoger a todos con su diversidad, sus limitaciones y sus miserias.

Perdón: ver al otro siempre nuevo. Incluso en la convivencia más hermosa y pacífica, en la familia, en la escuela, en el trabajo, nunca faltan los momentos de fricción, desacuerdos y peleas. Se llega incluso a retirarse la palabra, a evitar encontrarse, por no hablar de cuando se arraiga  en el corazón un auténtico odio hacia los que no piensan como nosotros. El firme compromiso y la ardua tarea radican en tratar de ver cada día al hermano y la hermana como si fueran nuevos, no recordando todas las heridas recibidas, cubriendo todo con el amor, con la amnistía completa de nuestros corazones, a imitación de Dios que perdona y olvida.

La paz y la unidad verdadera vienen luego cuando la benevolencia, la misericordia y el perdón son vividos no sólo individualmente, sino  juntos y recíprocamente.

Y como en una chimenea encendida, se deben agitar de vez en cuando las brasas, para que la ceniza no las cubra; también es necesario, de vez en cuando, reavivar el propósito del amor mutuo, reavivar las relaciones con todo el mundo, porque si no, terminan cubriéndose de la ceniza de la indiferencia, la apatía y el egoísmo.

«Sean benévolos entre ustedes, misericordiosos, perdonándose mutuamente como les perdonó Dios en Cristo»

Estas actitudes tienen que ser traducidas en hechos y acciones concretas.

Jesús mismo  demostró qué es el amor cuando curó los enfermos, cuando dio de comer a la multitud, cuando resucitó los muertos, cuando lavó los pies a los discípulos. Hechos, hechos: esto es amar.

Recuerdo a una madre africana, que había sufrido cuando su hija Rosangela perdió un ojo, víctima de un muchacho agresivo que la había herido con una caña y seguía burlándose de ella. Ninguno de los padres del muchacho había pedido perdón. Silencio, se merecían el fin de la relación con esa familia. “¡Consuélate – decía Rosangela quien había perdonado – soy afortunada, puedo ver con el otro ojo!”

“Una mañana – cuenta la mamá de Rosangela – la mamá de ese muchacho me llama porque se siente mal. Mi primera reacción fue: ‘¡Mira, ahora viene a pedirme ayuda, con todos los vecinos que tiene, justo a mí después de lo que me ha hecho su hijo!’

Pero enseguida recuerdo que el amor no tiene barreras. Corro a su casa. Ella me abre la puerta y se desmaya en mis brazos. La acompaño al hospital y estoy con ella hasta que los médicos se hacen cargo de ella. Después de una semana, ya fuera del hospital, viene a mi casa para agradecerme. La acojo con todo el corazón. He sido capaz de perdonarle. Ahora la relación ha vuelto, es más, ha recomenzado todo de un modo nuevo”.

También nuestra jornada puede llenarse de servicios concretos, humildes e inteligentes, expresión de nuestro amor. Veremos crecer alrededor nuestro la fraternidad y la paz.

Chiara Lubich

Octubre 2013

 “No tengáis otra deuda con nadie, que la del amor recíproco, puesto que quien ama al prójimo, tiene cumplida la Ley”.

Esta Palabra de Vida pone en evidencia dos cosas.

En primer lugar nos presenta el amor como una deuda, esto es, como algo frente a lo cual no se puede permanecer indiferente, no se puede aplazar; como algo que nos empuja, nos acosa, que no nos deja en paz mientras no lo hayamos pagado.

Es como decir que el amor recíproco no es un “además”, fruto de nuestra generosidad, del que, hablando con rigor, podríamos dispensarnos sin incurrir en las sanciones de la ley, positiva; esta Palabra nos pide ponerlo en práctica con insistencia bajo pena de traicionar nuestra dignidad de cristianos, llamados por Jesús a ser instrumentos de su amor en el mundo.

En segundo lugar nos dice que el amor recíproco es el móvil, el alma y el fin hacia el que tienden todos los mandamientos.

Y continúa que, si queremos cumplir bien la voluntad de Dios, no nos podemos conformar con un cumplimiento frío y jurídico de sus mandamientos, sino que será necesario tener siempre presente este fin, que Dios nos propone a través de ellos. Así, por ejemplo, para vivir bien el séptimo mandamiento, no nos podremos limitar a no robar, sino que nos tendremos que comprometer seriamente en eliminar las injusticias sociales. Solamente así demostraremos que amamos a nuestros semejantes.

“No tengáis otra deuda con nadie, que la del amor recíproco, puesto que quien ama al prójimo, tiene cumplida la Ley”

¿Cómo vivir entonces la Palabra de Vida de este mes?

El tema del amor al prójimo que ésta nos propone, tiene infinidad de matices. Aquí nos fijaremos sobre todo en uno que nos parece que es sugerido especialmente por las palabras del texto.

Si, como dice San Pablo, el amor recíproco es una deuda, será necesario tener un amor que sea el primero en amar, como hizo Jesús con nosotros. Por tanto será un amor que toma la iniciativa, que no espera, que no aplaza.

En este mes, por tanto, hagamos así. Tratemos de ser los primeros en amara cada persona que encontremos, que llamemos por teléfono o que escribamos, o con la que vivamos. Y que nuestro amor sea concreto, que sepa comprender, prevenir, que sea paciente, confiado, perseverante, generoso.

Nos daremos cuenta de que nuestra vida espiritual dará un salto de calidad. sin contar la alegría que llenará nuestro corazón.

Chiara Lubich

Publicada por primera vez en Ciudad nueva n. 286/1990

Septiembre 2013

 «No amemos de palabra ni de boca, sino con obras y según la verdad»

Debemos amar entonces, dice el apóstol, además que con los hechos, también en la verdad. El amor cristiano, mientras intenta traducirse en hechos concretos, se preocupa por inspirarse en la verdad del amor que encontramos en Jesús; se preocupa por hacer obras conformes a sus sentimientos y enseñanzas. Debemos amar en la línea y en la medida mostrada por Jesús.

 «No amemos de palabra ni de boca, sino con obras y según la verdad»

¿Cómo vivir entonces la Palabra de vida de este mes? Su mensaje es muy claro. Es una llamada a la autenticidad cristiana, sobre la cual Jesús ha insistido tanto. ¿Pero no es ésta también la gran expectativa del mundo? ¿No es cierto que el mundo de hoy quiere ver testimonios del amor de Jesús?

Amemos entonces con hechos y no con palabras, comenzando por los humildes servicios que nos piden cada día las personas que nos encontramos.

Y amemos en la verdad. Jesús actuaba siempre en línea con la voluntad del Padre; de la misma manera también nosotros debemos actuar siempre en línea con la palabra de Jesús. Él quiere que lo veamos en cada prójimo. De hecho, lo que hagamos a cada uno lo considera hecho a sí mismo. Quiere que amemos a los demás como a nosotros mismos, y que nos amemos entre nosotros estando dispuestos a dar la vida uno por el otro.

Amemos así para ser también instrumentos de Jesús para la salvación del mundo.

Chiara Lubich

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Palabra de vida publicada en Città Nuova, 1988/8, p.11.

Agosto 2013

«Porque si ustedes aman a los que los aman, ¿qué mérito tienen? Hasta los pecadores aman a los que los aman»

La primera característica que más distingue al amor de Dios Padre es su absoluta gratuidad. Esto se opone radicalmente al amor del mundo. Mientras que este último se basa en el corresponder y la simpatía (amar a aquellos que nos aman o nos parecen simpáticos), el amor del Padre celestial es completamente desinteresado; se dona a sus creaturas independientemente de la respuesta que le pueda llegar. Es un amor cuya naturaleza es la de tomar la iniciativa comunicando todo lo que posee. Como resultado es un amor que construye y transforma. El Padre celestial nos ama no porque seamos buenos, de buena espiritualidad y por eso dignos de Su atención y benevolencia; sino que, al contrario, amándonos crea en nosotros bondad y belleza espiritual de la gracia, y nos hace amigos e hijos suyos.

«Porque si ustedes aman a los que los aman, ¿qué mérito tienen? Hasta los pecadores aman a los que los aman»

Otra característica del amor de Dios es su universalidad. Dios ama a todos indistintamente. Tiene como medida la ausencia de cada límite y cada medida.

Por otra parte este amor no podría ser gratuito y creativo si no fuera totalmente proyectado hacia donde sea necesario o haya un vacío que llenar.

Es por esto que el Padre celestial ama también a aquellos hijos que le son ingratos, lejanos o rebeldes; de hecho siente una particular atracción hacia ellos.

«Porque si ustedes aman a los que los aman, ¿qué mérito tienen? Hasta los pecadores aman a los que los aman» 

¿Cómo viviremos entonces la Palabra de vida de este mes?

Comportándonos como verdaderos hijos del Padre celestial, es decir, imitando su amor, sobre todo en las características que hemos evidenciado: la gratuidad y la universalidad. Intentaremos ser los primeros en amar, con un amor generoso, solidario, abierto hacia todos, especialmente hacia aquellos vacíos que podemos encontrar a nuestro alrededor. Amando con un amor desapegado a los resultados. Nos esforzaremos en ser instrumentos de la generosidad de Dios haciendo participes también a los demás de los dones de la naturaleza y de la gracia que hemos recibido de Él.

Dejándonos guiar de esta Palabra de Jesús, veremos con ojos nuevos y con corazón nuevo a cada prójimo que nos pase al lado, cada ocasión que nos llegue de la vida cotidiana. Y donde nos encontremos (familia, escuela, ambiente de trabajo, hospital, etc.), nos sentiremos empujados a ser administradores de este amor que es el de Dios y que Jesús ha traído a la Tierra, el único capaz de transformar el mundo.

Chiara Lubich

Palabra de vida publicada en Città Nuova, 1992/2, p.32-33.