Movimiento de los Focolares
Paolo VI, Santo entre los jóvenes

Paolo VI, Santo entre los jóvenes

«¡JÓVENES GEN! ¡Nosotros los acogemos con gran alegría! ¡Como hijos, hermanos, amigos! […] Busquen lo característico de la juventud. En cuanto la mirada de su conciencia se abre ante la escena del mundo que nos rodea, una inquietud se despierta en el alma de la juventud: quiere conocer, quiere sobre todo probar, quiere intentar. ¿Qué cosa buscan? […] Ustedes, jóvenes de este tiempo, ya tienen una respuesta negativa, y casi rebelde en sus corazones: ustedes dicen, ¡no queremos el mundo así como se nos presenta! Es un fenómeno extraño: un mundo que les ofrece los frutos más bellos, más perfeccionados, más deseables de la civilización contemporánea, no los satisface, no les gusta, ustedes aprovechan las conquistas, las comodidades, las maravillas, que el progreso moderno les pone a disposición. Pero un sentido crítico, de protesta e incluso de nausea detiene vuestra búsqueda en esa dirección. Es una dirección que les lleva fuera de ustedes mismos, es una alienación, porque en el fondo, es una dirección materialista, hedonista, egoísta. Que no satisface verdaderamente el alma, ni resuelve verdaderamente los problemas esenciales y personales de la vida. […] Ustedes han hecho otra elección. Por eso se llaman Gen, Generación nueva. Es sobre todo una elección liberadora. Liberadora del conformismo pasivo, que dirige a gran parte de la juventud de nuestro tiempo… La base de vuestra psicología es un acto personal y soberano de libre determinación. La elección de Cristo. […] Jesucristo se entrecruzó con vuestros pasos; y es por eso que hoy ustedes están aquí. Sí, por el encuentro con Él, con Jesucristo. ¿Pero quién es Jesucristo? ¡Qué pregunta inmensa!. […] Y bien: primero, en Sí mismo, Cristo es el verbo de Dios hecho hombre; Cristo, para nosotros, es el Salvador de la humanidad. Dos océanos: la divinidad de Jesucristo, y la misión de Jesucristo en el mundo. […] A nosotros nos parece que ustedes, focolarinos, han afrontado este doble problema: ¿Quién es Él, Cristo? y ¿Quién es Él, Cristo, para nosotros? Y por eso el fuego de la luz, del entusiasmo, de la acción, del amor, del don de sí y de la alegría se ha encendido dentro de ustedes, en una plenitud interior nueva ustedes lo han comprendido todo, Dios, ustedes mismos, su vida, los hombres, nuestro tiempo, la dirección que quieren imprimir a su existencia. Sí, esta es la solución, esta es la clave, esta es la fórmula, antigua y eterna, un descubrimiento, nuevo.  Ustedes la han intuido, y con todo el derecho han dado a su movimiento la definición de «Generación nueva», ¡Gen! Por lo tanto, ¡queridísima Juventud Gen! ¡Encuentren, conozcan, amen, sigan a Jesucristo! Este es su programa. Esta es la síntesis de su espiritualidad, que ustedes, celebrando el Jubileo del Año Santo, quieren reafirmar en sus conciencias y traducir con sus vidas. Con dos conclusiones. La primera: para condensar en un pensamiento central y fecundo el secreto de su Movimiento traten de tener siempre a Jesús como Maestro. Y después la segunda conclusión, escuchen atentamente de los labios del Maestro Jesús la palabra: «Todos ustedes son hermanos». Tengan la sabiduría y la valentía de llegar a esta conclusión, que es la raíz de la socialidad cristiana. A menudo es desconcertante observar como muchos, que se dicen seguidores del Evangelio, son incapaces de deducir del mismo Evangelio una socialidad basada en el amor. […] Ustedes, Generación nueva, sean fieles y coherentes. Si han elegido a Cristo como su Maestro, confíen en Él y en la Iglesia, que a Él les conduce y presenta. Demuestren con los hechos la fuerza de realización de la caridad, del amor social, instaurado por el Maestro. Sí, será una experiencia nueva, generadora de un mundo más justo y más bueno. Será una experiencia fuerte; que exigirá resistencia, sacrificio, heroísmo quizá; que exigirá que también ustedes sean robustos y decididos Cirineos, que ofrecen sus espaldas para sostener la Cruz de Jesús. Si, ¡también tienen que sufrir con Él, como Él, por Él! ¡Pero no teman, Gen! ¡Estén seguros! Habrán trabajado para su salvación y la de nuestro mundo moderno. Y siempre, como hoy ¡sean buenos y felices!».

Cuando la pobreza es un regalo

Cuando la pobreza es un regalo

«Cuando tenía seis años, mi madre me integró al programa de asistencia diurna de Bukas Palad, el proyecto social realizado por los Focolares a través de sus organizaciones AMU y AFN, tras haber conocido a una maestra que trabajaba allí. Recuerdo que me dijo: “Aquí aprenderás a tener una sonrisa luminosa”. Mi madre también participaba en las reuniones de formación y empezó a comprometerse como voluntaria. Inicialmente yo pensaba que lo hacía porque no tenía otra cosa que hacer, además de los trabajos de casa; pero luego cambié de opinión, viendo que iba también los sábados. Mi padre y mis hermanos notaban que ella estaba más feliz. Y yo también estaba feliz, atraída por el espíritu de amor recíproco y unidad que había entre los miembros del personal. Gracias al proyecto pude completar todo el curso de estudios hasta la graduación universitaria. Puedo dar testimonio de que Bukas Palad tuvo un rol fundamental en la mayoría de mis experiencias y de mis opciones de vida. Recuerdo muy bien todas las actividades que llevábamos a cabo en la escuela y durante los fines de semana, con todos los estudiantes, y la formación que recibimos y que nos hizo personas sensibles a las necesidades de los demás y que consideran la pobreza no como un obstáculo que te impide hacer lo que que quieres, sino como un regalo. A través del proyecto, conocí a Chiara Lubich y a los jóvenes del Movimiento de los focolares. Creciendo en ese contexto, aprendí que los sueños se pueden realizar y creemos que para cada uno de nosotros hay un plan de amor de Dios. Me gradué en Educación en la Universidad de Cebu, luego aprobé el examen de habilitación para maestras. Enseguida, una vez que me gradué, empecé a trabajar, acompañada por una gran “familia”, que siempre estuvo a mi lado, incluso cuando tuve que enfrentarme con el mundo del trabajo y la vida en general. Tanto en los momentos de tranquilidad y alegría como en los difíciles, tenía siempre como lema una frase de Chiara Lubich, “Ser familia”. Cuando pienso en Bukas Palad, entiendo bien lo que es una familia. Primero enseñé en una escuela privada, durante cinco años. Luego, en 2014, presenté una solicitud para trabajar en la escuela pública. Me asignaron una escuela de Mandaue, una ciudad que forma parte del área metropolitana de Cebu. Aquí las cosas eran completamente diferentes, no teníamos la misma organización y sistematicidad que conocía. Cuando enseñaba en la escuela privada, pensaba que para ser maestra había que tener un gran corazón y un corajudo entusiasmo. Pero ahora que trabajo en la escuela pública, creo que hay que tener un corazón aún más grande, un entusiasmo aún más valiente, una fuerza aún mayor. Cada vez, cuando me viene la tentación de abandonar este trabajo, algo me retiene. Son los chicos, sobre todo. En ellos me veo a mí y a mis compañeros, muchos años atrás, cuando soñábamos ser lo que somos ahora. Tal vez no pueda dar la misma ayuda y el mismo apoyo que mi familia y yo recibimos, pero trato de hacer las cosas lo mejor que puedo para transmitir el mismo amor».

Palabra de Vida – Septiembre 2018

La Palabra de este mes procede de un texto atribuido a Santiago –figura de relieve en la Iglesia de Jerusalén–, el cual recomienda al cristiano la coherencia entre el creer y el actuar. En el comienzo del versículo se subraya una condición esencial: «desechar toda abundancia de mal» para recibir la Palabra de Dios y dejarse guiar por ella, y de ese modo caminar hacia la plena realización de la vocación cristiana. La Palabra de Dios tiene una fuerza muy peculiar: es creadora, produce frutos buenos en la persona y en la comunidad, construye relaciones de amor entre cada uno de nosotros y Dios y entre las personas. Y, según dice Santiago, ya ha sido «sembrada» en nosotros. «Recibid con docilidad la Palabra sembrada en vosotros, que es capaz de salvar vuestras almas». ¿Cómo es posible? Ciertamente, porque Dios pronunció ya en la creación una Palabra definitiva: el hombre es «imagen» de Él. De hecho cada criatura humana es el «tú» de Dios, llamado a la existencia para compartir la vida de amor y comunión de Dios. Pero, para los cristianos, es el sacramento del bautismo el que nos introduce en Cristo, Palabra de Dios que ha entrado en la historia humana. Así pues, en cada persona Él ha depositado la semilla de su Palabra, la cual llama a la persona al bien, a la justicia, a la donación y a la comunión. Esta semilla, acogida y cultivada con amor en nuestra «tierra», es capaz de producir vida y frutos. «Recibid con docilidad la Palabra sembrada en vosotros, que es capaz de salvar vuestras almas». Un lugar claro donde Dios nos habla es la Biblia, que para los cristianos culmina en los Evangelios. Es preciso acoger su Palabra en la lectura amorosa de la Escritura; y si la vivimos, podemos ver sus frutos. También podemos escuchar a Dios en lo profundo de nuestro corazón, donde con frecuencia sentimos la injerencia de muchas «voces» y «palabras»: eslóganes y ofertas de opciones y modelos de vida, o también preocupaciones y miedos… ¿Cómo reconocer la Palabra de Dios y hacerle espacio para que viva en nosotros? Hace falta desarmar el corazón y «rendirnos» a la invitación de Dios de ponernos a escuchar con libertad y valentía su voz, que suele ser la más sutil y discreta. Y esta nos insta a salir de nosotros mismos y aventurarnos por los caminos del diálogo y del encuentro con Él y con los demás, nos invita a colaborar para hacer una humanidad más bella, en la que todos nos reconozcamos cada vez más hermanos. «Recibid con docilidad la Palabra sembrada en vosotros, que es capaz de salvar vuestras almas». En realidad la Palabra de Dios puede transformar nuestra vida cotidiana en una historia que nos libera de la oscuridad del mal personal y social, pero pide nuestra adhesión personal y consciente, aunque sea imperfecta, frágil y siempre en camino. Nuestros sentimientos y nuestros pensamientos se parecerán cada vez más a los del propio Jesús, nuestra fe y nuestra esperanza en el Amor de Dios saldrán reforzadas, a la vez que nuestros ojos y brazos se abrirán a las necesidades de los hermanos. Así lo sugería Chiara Lubich en 1992: «En Jesús veíamos una profunda unidad entre el amor que Él tenía por el Padre celestial y el amor a sus hermanos los hombres. Había  una coherencia extrema entre sus palabras y su vida. Y esto fascinaba y atraía a todos. Así debemos ser también nosotros. Debemos acoger con la sencillez de los niños las palabras de Jesús y ponerlas en práctica con la pureza y luminosidad que tienen, con su fuerza y radicalidad, para ser discípulos como Él quiere, es decir, discípulos iguales a su Maestro: otros tantos Jesús dispersos por el mundo. ¿Podemos vivir una aventura más grande y más hermosa?»1. Letizia Magri   1 C. LUBICH, «Come il Maestro», en Città Nuova n. 36 (1992/4), p. 33.

Carta a Dios

«Dios mío, recuerdo esos momentos, cuando era más joven, que te escribía cartas. Eran cartas llenas de preguntas, para las que quería respuestas inmediatas. Tenía 12 años cuando empecé a ver el mundo de una manera distinta. Había nacido en una hermosa familia, como las que se ven en las películas. Tenía una madre premurosa que se levantaba temprano para preparar el desayuno, un padre amoroso y dos adorables hermanitas más chicas, siempre felices por las pequeñas cosas de la vida. Pero exactamente como en las películas, un día todo eso se derrumbó. Al despertarme, vi que mi madre no estaba. Recuerdo claramente, el domingo era el día de los “pancakes”, mi padre prepararía “pancakes” y mi madre cocinaría huevos y tocino. Pero ese día vi que mi padre bebía su café, solo. No habia “pancakes”. No había ni huevos ni tocino. Y mamá no estaba. Papá me explicó que nos había dejado. Mis hermanas tenían 8 y 6 años. Las abracé, prometiéndole al cielo que iba a hacer todo lo posible para cuidarlas. En la ciudad, estábmos en la boca de todos. Los padres, los maestros y profesores, los niños, todos hablaban de nosotros. En muchos momentos habría querido sólo ir y contraatacar, para proteger a mis hermanas, o simplemente llorar y lamentarme contigo “¿Por qué? ¿Por qué nos ha pasado justamente a nosotros? Soy demasiado joven para afrontar todo esto. Dios, ¿en dónde estás?” Mi padre, la persona mejor del mundo, no se lo merecía. Nos fuimos a vivir con los abuelos. Un día, mientras estaba en la escuela, comiendo con mis compañeros, mis hermanas se precipitaron sobre mí para decirme que mamá estaba allí. Imposible, pensé. La vi venir hacia nosotros. Tenía una bolsa llena de regalos para mí y mis hermanas. No sabía qué estaba experimentando. La ignoré. “¿Por qué ahora? ¿Por qué has vuelto? ¿Después de haber dejado a tu familia? ¿Piensas que puedes volver atrás así? Y ¿piensas que te perdonaremos y te recibiremos con los brazos abiertos? ¿Piensas que los regalos pueden llenar el vacio de todos esos momentos en los que no estuviste? No”. Así, Dios, te pedí que me mandaras a tus ángeles como mensajeros. No sé cómo y cuándo, pero sentía en mi corazón que me estabas escuchando. Recuerdo que le escribí también a María. Le dije que tenía necesidad de una madre. Y tú me respondiste en serio. Se dio ese día, cuando hablé con la abuela. Ella me ayudó a comprender que tenía que ir más allá del dolor que mamá nos había causado. Estaba Jesús dentro de ella. Y a pesar de todas las cosas feas que podemos hacer en la vida, su amor por nosotros no cambia nunca. Incluso si caemos y cometemos errores, él nos amará siempre, inmensamente. No fue fácil, tuve que liberar mi corazón, y dejarla entrar, poco a poco. Empezamos a construir una relación, y ahora mi madre forma parte de mi vida nuevamente. El amor que tengo por mi familia es tan grande que siempre habrá espacio para los errores y la aceptación. Puedo no tener una familia como la de las películas, pero tengo una historia que es real, y es mejor gracias a ti, mi Dios, que la has guiado. Y la has escrito. La vida no se detiene aquí, aún tengo muchas batallas por superar, hay tantos desafíos, pero una cosa es cierta, tengo confianza en tus planes para mí. Podría no entenderlos enseguida, pero tengo esta fe en mi corazón: siempre estarás para mí, no importa cómo».

Un clima de gozosa espera

Un clima de gozosa espera

«¿Qué hacías cuando tenías mi edad? ¿Qué juegos me aconsejas?». Es la pregunta que Luis Francisco, de 10 años, mexicano, le quiere hacer al Papa Francisco mientras espera su llegada. Como él, todos los habitantes de la ciudadela internacional han estado haciendo la cuenta regresiva. Una espera iniciada en los primeros días de febrero, cuando llegó de la secretaría del Papa Francisco el anuncio de su visita, el 10 de mayo, a las ciudadelas de Nomadelfia y de Loppiano. En la primera de las 24 ciudadelas de los Focolares, surgidas en el tiempo en varias partes del mundo, el Papa Francisco vendrá a ver personalmente cómo se vive “en la escuela del único Maestro”, como él mismo la definió. “Sorpresa y profunda alegría”, exclamó María Voce, presidente de los Focolares, cuando supo la noticia totalmente inesperada de esa visita. Loppiano en estos días, su gente, muchísimos jóvenes de paso, todos están en ebullición. Caras sonrientes, felices. Ha concluido hace muy poco el evento del Genfest, que desde toda Italia, pero también de otros países, ha llamado a cientos de jóvenes, a finales de abril, y a miles la mañana del 1 de mayo, radiantes a pesar de la lluvia que amenazaba. El clima de fiesta continuó en una espera llena de entusiasmo y esperanza, como es natural ante la inminencia de un acontecimiento que se recordará por mucho tiempo. Hemos estado, con la telecámara, realizando breves entrevistas a la gente de Loppiano, en sus puestos de trabajo, o en las normales actividades, para sondar qué se piensa. Benedetta se encuentra en la ciudadela por un período de formación en la escuela de las focolarinas. Para ella la visita del Papa es también un regalo de Dios, porque cae justo en el día de su cumpleaños: «Aunque se quedará poco tiempo, espero que pueda encontrarse con una familia, la que tratamos de construir cada día». Desde 1966 en Loppiano tiene su sede el grupo musical Gen Rosso, nacido por un deseo de Chiara Lubich para difundir con la música el mensaje de un mundo más justo, pacífico y solidario. Sus integrantes viven en primera persona este espíritu, un estilo de vida con la impronta de la comunión y la fraternidad. Desde hace algún tiempo forma parte del grupo también Michele Sole, que en el atrio delante del santuario dedicado a la Madre de Dios (Theotokos), en donde todo está preparado para este histórico encuentro, él cantará “Madre dolcissima”. Al Papa le envía un mensaje de agradecimiento «por haber tenido el coraje de llamarse Francisco. Creo que no fue fácil elegir un nombre que significa una opción preferencial por los pobres, por los últimos». Desde la sala de ensayo, mientras tanto, salen las notas de “Accendi la pace”, que los componentes del Gen Rosso están ensayando junto con la otra banda internacional de Loppiano, el Gen Verde, un grupo multidisciplinario, formado por artistas, profesionales de la música, que se distingue por su perfil claramente internacional. Roberto Cipollone, con su seudónimo artístico Ciro, que vive en Loppiano desde 1977, tiene el talento de saber usar la imaginación y la habilidad para transformar objetos ya en desuso o material de descarte en obras que llegan a tocar el corazón y lo llenan de maravilla. Es el “artista que les da nueva vida”. Con su arte hizo nacer un taller, expresión de originalidad y amor por la naturaleza a través de la escultura, la pintura y la artesanía. «Espero que el Papa pueda encontrar aquí sus deseos más recónditos realizados». Aranza, mexicana, está participando con su familia de la “Escuela Loreto” en donde las familias de países e idiomas diferentes profundizan la espiritualidad de la unidad. La internacionalidad y la inmersión “full time” en los cursos, que empiezan todos los años en septiembre y terminan en junio, hacen de esa escuela una experiencia única de intercambio y enriquecimiento entre culturas. Del Papa quisiera una respuesta a una pregunta, breve pero exigente: «¿Qué podemos hacer, nosotros los jóvenes, para vencer las imposiciones y los estereotipos del mundo?». Natalia, en cambio, es una estudiante brasileña que en Loppiano cursa en el Instituto Universitario Sophia. Del Papa espera conocer el rol de los jóvenes casados en la Iglesia. Mucha preguntas, interrogantes y expectativas. Pero la misma, gozosa espera. Chiara Favotti


LIVE STREAMING from Loppiano on 10th May at 10.00 (CEST) http://live.dev.focolare.org Vatican Media Live: 08.00 am -12.00