Movimiento de los Focolares
Filipinas, entre las aldeas de la montaña

Filipinas, entre las aldeas de la montaña

«Soy una maestra de escuela y a menudo me mandan a dar clases a las aldeas de la montaña. Aquí, escondidos en medio de territorios remotos e inaccesibles, viven también grupos de terroristas que se proclaman los liberadores del pueblo. Ya me había topado con una de estas patrullas, pero me había escapado, encontrando un escondite entre las rocas.

Lamentablemente, una vez no logré esconderme a tiempo. Me raptaron y me arrastraron a su campo. Durante esos días interminables en los que estuve apresada, me sometieron varias veces a largos interrogatorios.

A pesar del temor, trataba de responder con mucho respeto, diciendo siempre la verdad. Uno de ellos, en especial, trataba por horas de adoctrinarme según su ideología, quería convencerme de que me sumara a su causa. Cuando me preguntó qué pensaba al respecto no quise hacer comentarios. Al día siguiente, cuando repitió el discurso, objeté diciendo que primero tenemos que cambiarnos a nosotros mismos si queremos transformar las estructuras de poder que nos parecen injustas.

 “Los que nos cambia es el amor que cada uno tiene por el otro”, traté de explicarles. Quizás lo tocaron mis palabras, quizás le hicieron recordar los principios en los que creía. El hecho es que después de ese interrogatorio me dejaron ir.

A partir de ese día seguí rezando por ese hombre y sus compañeros. Recientemente, para mi sorpresa, lo reconocí en la televisión, mientras daban la noticia de que un terrorista que había entregado sus armas a los militares, dejando su grupo».

Nelda, Filipinas.

Tomado de “Una buena noticia”, Ed. Città Nuova, Roma, pp. 56/57

El volumen se presenta como un aporte y una propuesta a la Nueva Evangelización, en vista del Sínodo de octubre. Contiene 94 historias breves provenientes de todo el mundo.

Cuando el diálogo vence sobre la diversidad

Cuando el diálogo vence sobre la diversidad

“Nuestra historia –cuenta Lucía– comienza hace 42 años cuando decidimos compartir nuestro camino. Frecuentándonos, sin embargo, notábamos que no pensábamos de la misma forma, sobre todo en el campo religioso: yo tenía fe, él no. Al principio, no me preocupé; no creía que esto habría influenciado en nuestra vida futura juntos. En cambio, el primer desencuentro lo tuvimos cuando, quedé embarazada y había que decidir si continuar con el embarazo o no.

“Yo era demasiado joven –continúa Tonino– para imaginarme como padre y marido; estaba todavía estudiando, tenía muchos proyectos para el futuro, y ahora me encontraba teniendo que tomar una decisión que me cambiaba la vida! De mala gana, acepté la determinación de Lucía de tener el bebé y de celebrar el matrimonio civil. Durante el embarazo todo salió bien, pero apenas nació la chiquita, me sentí nuevamente aplastado por una enorme responsabilidad al punto de escapar de todo y de todos.

“Imprevistamente me encontré sola –aunque mis padres no me abandonaron nunca– con una niña que estaba creciendo. Los años siguientes estuvieron marcados por el sufrimiento, sobre todo cuando él decidió pedir la separación.

“Yo quería vivir mi vida –confirma Tonino–. Conseguí la separación y posteriormente el divorcio. Era nuevamente libre. Muy a menudo, sin embargo me encontraba pensando en ellas, y así fue que maduró en mi la decisión de echarme atrás. Recomencé a cortejar a mi ex esposa y a ver a mi hija. Pronto sentimos la necesidad de tener una casa nuestra, con nuestra intimidad, para reconstruir la familia. Acepté también celebrar el nuevo matrimonio en la iglesia.

“Esos años llenos de sufrimiento y tormentos ya formaban parte del pasado –recuerda Lucía. Teníamos una nueva vida y también una segunda hija, Valentina. Con su nacimiento comenzó un período de mayor serenidad, ya sea por una conquistada seguridad en el campo laboral y económico como también por el hecho, de que, poco a poco, comenzaba a aceptar el vivir mi vida al lado de una persona tan distinta.

Después de algún año, de improviso, en nuestra familia, apareció algo que transformó todo, llegó el Movimiento de los focolares! Valentina, invitada por una maestra, había conocido a las Gen4, las niñas de los Focolares. Comenzó para ella, y sucesivamente para nosotros, un camino distinto.

“Tenía que acompañar a Valentina a los encuentros de las Gen4 –explica Tonino. Cuando iba a buscarla ella estaba siempre contenta, y apenas entraba en el auto, se disculpaba por la tardanza (me hacía esperar siempre por lo menos media hora) y comenzaba a contarme lo lindo que pasó la tarde. Contagiado por este entusiasmo de ella y por el festivo recibimiento que todos en el Movimiento –aún no teniendo yo ninguna referencia religiosa– me dirigían, me volví también yo un miembro de esta familia. Al principio me integré en el grupo de los “amigos del diálogo”, formado por personas de convicciones distintas.

“Más adelante también yo – llena de curiosidad de que un movimiento católico aceptase a mi marido no creyente- comencé a asistir y a medida que iba profundizando el conocimiento de la espiritualidad focolarina muchas preguntas encontraban respuesta.

Recorrimos mucho camino juntos, muchas barreras cayeron. Aprendí a escuchar, sin el miedo de perderme a mí misma, y a dar lugar al silencio interior y exterior para recibir y comprender al otro.

“Nuestra diversidad, no solo religiosa –subraya Tonino–, no fue obstáculo para nuestro recorrido de vida juntos. La elección de Valentina, de ser focolarina, no me encontró desprevenido, habiendo compartido tantas cosas con ella; la relación entre nosotros no se ha debilitado, al contrario, se consolidó más, a diferencia de Lucía, que, al principio, no lo aceptaba de buena gana.

“Para mi, no fue fácil aceptar enseguida la elección de Valentina –confiesa Lucía. Habría querido que hiciera antes otras experiencias, por ejemplo tener un novio, un trabajo, de forma de que ella pudiera comparar las dos realidades y decidir con serenidad. Ella en cambio, sentía fuertemente que ése era su camino. Ya pasaron ocho años desde que está en el focolar, siempre más convencida. Ahora estoy contenta de haberla secundado: aún habiéndose consagrado a Dios, no descuida nunca su relación con toda la familia.

“Agradezco a Chiara Lubich y a toda la comunidad de la que formo parte –concluye Tonino–, por haberme dado a mi y a todos aquellos que comparten mi mismo pensamiento, la oportunidad de reforzar este deseo de unidad para seguir un camino basado en los valores fundamentales de la fraternidad y del amor hacia el prójimo”

Publicado por el Centro internacional para el diálogo entre personas de convicciones no religiosas.

Un descubrimiento, mientras la tierra tiembla

Un descubrimiento, mientras la tierra tiembla

«Llegué a casa de mi madre, pocas horas después del primer terremoto fuerte. Estuvimos tratando de entender qué hacer, cómo organizarnos para la noche… cada pocos minutos nos parecía que teníamos que salir corriendo! ¿Y cómo hacer con las personas que viven en mi mismo edificio? Así, con un poco de coraje, las invito a todas a salir juntas, a ubicarnos para pasar la noche en un gimnasio comunal cercano, donde la Protección Civil estaba organizando un Centro para recibir la gente.

Alrededor nuestro un centenar de miradas perdidas, niños y recién nacidos con lágrimas, ancianos en silla de ruedas….

Me callo, no digo nada, porque el que sufre tiene una sensibilidad especial por lo cual no se precisan muchas palabras. Las personas sienten el amor a través de pequeños hechos concretos de compasión. Es lo que trato de hacer esa noche. Pero dentro el corazón se me parte en dos.

Llega un momento en que cada palabra parece inútil y muy frágil, las palabras rechinan más que los ladrillos que se desmoronan en la zona de Emilia, mi tierra que –nunca lo habría dicho – ha engullido la vida de personas que hasta ayer tenían una existencia tranquila y sin muchos sobresaltos, a pesar de la crisis.

La tierra sigue temblando. El tiempo transcurre inexorable y lentísimo, la noche parece no terminar nunca.

Y así ocurre en los días siguientes, en cada momento…

Después de haber acomodado el apartamento por la caída de un mueble y la rotura de otros objetos de poco valor, convenzo finalmente a mi mamá que se vaya de la zona “roja”, y que se mude a lo de mi hermana que vive a casi 150 Km de distancia.

Luego un segundo movimiento, mi ciudad natal es ahora una ciudad fantasma: muchas casas destruidas, miles de personas que duermen afuera de la casa, en carpas o se van lejos. Y la tierra sigue temblando.

En Modena una maestra cuenta: “Esta mañana me encontré bajo la cátedra, el brazo de un niño que estaba cerca mío y que temblaba, mientras los otros me llamaban y yo no podía hacer otra cosa más que decirles: quédense tranquilos. Veinte segundos son un soplo pero pueden convertirse en una eternidad. Alguno llora, pero salen todos atrás mío. Nos agarramos a pocas cosas seguras, con el otro que tenemos al lado. En medio del jardín, entre los árboles, los padres llegan poco a poco, las caras aterrorizadas que buscan la única cosa que queda firme en el terremoto: las caras de sus hijos”.

Tengo en los ojos la tristeza y las miradas desconsoladas de las personas que conozco de mi pueblo, de los ancianos principalmente, y de los niños…. y también de los sacerdotes que no tienen más la iglesia en pie: Jesús Eucaristía fue el primer desalojado, en todos los pueblos tocados por el terremoto.

Las iglesias de ladrillos no están más, pero el primer ladrillo para reconstruir somos nosotros. La pregunta que hay que responder es: ¿hay algo en la vida que no tiemble? ¿Qué quiere decirnos el Señor con todo esto? A veces la suya es una escritura “ilegible”. Se precisa fé, y basta un poquito para “mover las montañas”, pidamos que pueda de verdad “detener las llanuras”!

¿Hay algo que no cae? Sí, Dios Amor. Todo se puede derrumbar, pero Dios queda.

Mientras tanto, llegan mensajes de todas partes del mundo, de amigos, familiares: estamos con ustedes, rezamos por ustedes, somos el mismo cuerpo y cuando una parte del cuerpo sufre todo el cuerpo sufre. Sí, somos una cosa sola y esto da fuerza, da energía y nueva vida!

La gente de Emilia es fuerte, tenaz y trabajadora. Tiene un profundo sentido de la solidaridad y de lo que significa compartir. Las maestras de mi pueblo, algunos días después del cierre de las escuelas, fueron a los campamentos donde estaba la gente alojada, vestidas de payasos para que sus alumnos se diviertan, ésos alumnos que habían pasado la noche en carpa o en el auto….

Estamos viviendo un tiempo de oscuridad, pero existe también la esperanza de que los escombros no sean la palabra “fin”.»

Sr. Carla Casadei, sfp

Simposio budista-cristiano

Simposio budista-cristiano

Fue una “peregrinación de la Verdad”, como Benedicto XVI había definido el evento de Asís en el 2011”, comenta uno de los organizadores del quinto simposio promovido en Castel Gandolfo por el Movimiento de los focolares. Un centenar de personas, entre budistas y cristianos de proveniencias, corrientes y experiencias religiosas distintas.

Los budistas, que llegaron de Tailandia, Japón, Taiwán, Sri Lanka, Malasia y Corea, representaban distintas corrientes del budismo: theravada con un grupo de monjes Thai, mahayana del Japón, además la Rissho Kosei-kai, asociación budista que desde hace más de treinta años colabora con el Movimiento de los focolares. Estaban presentes también miembros de escuelas tradicionales como la Tendai-shu, la Nichiren-shu, y la Hosso-shu y el budismo chino representado por las monjas que vinieron de Taiwán, Sri Lanka y Malasia pertenecientes a dos nuevas asociaciones: el Drama Drum Mountain y el Fo-Guang-Shan. De Corea asistió un representante del Won Buddhism.

Los cristianos, en  total unos cuarenta, provenían de Tailandia, Japón, Corea, Taiwán, Estados Unidos, Austria, Suiza, Inglaterra e Italia, con la asistencia del cardenal Jean-Louis Tauran, presidente del Pontificio Consejo para el diálogo interreligioso, y también la asistencia de la presidente de los Focolares María Voce.

No solo encontrar los puntos en común, sino construir juntos un mundo lleno de amor y de compasión, permaneciendo fieles a la identidad de cada religión, es el aspecto extraordinario de este simposio que difícilmente se encuentra en otros lados”, escribía en su mensaje el Presidente de la Rissho Kosei kai, Nichiko Niwano, resumiendo muy bien el clima de profunda fe, construido en el transcurso de los años, que se respiraba en el simposio y que envolvió a los que asistían por primera vez a un evento de este tipo.

El título del convenio “Interpretar y vivir las Escrituras para construir la armonía y la paz universal”, fue profundizado por varios estudiosos que se alternaron en las distintas exposiciones. Ya en la fase de preparación existió una gran colaboración sea por el contenido de las intervenciones como por la traducción en cuatro idiomas. Todo este trabajo permitió que después de cada presentación existiese el tiempo suficiente para el diálogo que se expresaba sobre todo como comunión personal de los asistentes.

Las diferencias, no solo entre cristianismo y budismo sino también entre las diversas corrientes budistas, en este ámbito de profunda espiritualidad, no creaban dificultades o tensiones, al contrario, se convertían en un precioso don recíproco, afirmando al mismo tiempo la propia fe.

“Escuchando las Escrituras de cada religión he visto que hay puntos en común y las divergencias también las he visto, pero el simposio fue un aumento de sabiduría para cada uno de nosotros recíprocamente” decía Phrakhru Suplan, maestro de meditación Vipassana y abad del Templo Wat Ram Poeng en Chiang Mai (Tailandia)

Un dato que debemos señalar es el interés de los monjes de las escuelas tradicionales por los movimientos modernos budistas. Fue apreciada también la presencia entre los cristianos de un sacerdote anglicano, un pastor reformado y una laica luterana.

Durante el encuentro muchos resaltaron “la atmósfera especial” que percibían, a tal punto que recordaban las proféticas palabras de Juan Pablo II en 1986 en el encuentro con exponentes de las religiones no cristianas, en Madrás (India): “Dios está presente en medio nuestro, porque mientras nos abrimos uno al otro en el diálogo, nos abrimos también a Dios”

Familia y sociedad: los tiempos del trabajo y de la fiesta

Familia y sociedad: los tiempos del trabajo y de la fiesta

“Me llamo Jay, soy de origen jamaiquino y trabajo como contador. Ella es mi esposa Anna y es maestra de educación especial. Y ellos son nuestros seis hijos, que tienen entre 2 y 12 años”. Con estas palabras la familia Rerrie se presentó ante el Papa Benedicto XVI, durante la “Fiesta de los testimonios” el sábado 2 de junio en directo por TV desde Milán, durante el 7° encuentro mundial de las familias. La espiritualidad de la unidad ha ayudado a Jay y a Anna Rerrie a mantener la estabilidad de las relaciones entre ambos y la unidad de la familia en los momentos de dificultad. De hecho cuando, a principios del 2006, el mercado de trabajo entra en fuerte crisis, Jay tiene que buscar otro empleo. Deciden mantener vivo entre ellos, a pesar de los obstáculos, el amor recíproco, afrontando este momento con valentía, aunque Anna, que esperaba el cuarto niño, se pregunta con cierta preocupación, como se habían mantenido cuando Jay quedara sin trabajo. Deciden juntos que, a pesar del embarazo, ella puede volver a dar clases, y se mudan a otra ciudad donde habían aceptado su solicitud de trabajo. También allí Jay encuentra un trabajo en una oficina donde pasa largas horas tratando de resolver los muchísimos trámites sin contestar, dado que durante cuatro meses nadie se había hecho cargo, despertando por ello gran aprecio por parte de su nuevo jefe. Pero en casa no sucede lo mismo. “Los niños pequeños y la esposa en la escuela: ¡la receta para un desastre!” explica Jay. “El tiempo para estar juntos sin apuro escasea cada vez más”, a Anna le parece difícil aceptar esta situación, habiendo crecido en una casa donde la familia siempre se reunía para cenar, mientras que Jay regresa a menudo cuando todos duermen. Mientras tanto, siempre debido a la crisis, también la empresa empieza a tener dificultades que se traducen esta vez, en el despido. La reacción comprensiva de Anna ante esta dolorosa noticia, es de consuelo para Jay. Como consecuencia experimentan una unidad más profunda entre ellos. “Los siguientes dos meses –recuerda Anna- fueron divertidos y tensos al mismo tiempo. ¡Pero fue fantástico tener a Jay en casa!”. Con el pasar de los meses, sus ahorros se reducen, pero no por esto dejan de creer y esperar y finalmente, llega una llamada telefónica. Una oferta de un trabajo mejor, más cerca de la casa, con horarios bastante compatibles con la vida de familia. “Lo más importante es tratar de mantener la armonía y la relación de unidad entre nosotros con el amor recíproco. Aunque la vida no es fácil. Perennes carreras contra el tiempo, afanes y situaciones complicadas…-le dicen al Papa-. También aquí, en los Estados Unidos, una de las prioridades absolutas es mantener el trabajo y, para hacerlo, no se consideran los horarios y a menudo se ven afectadas las relaciones familiares”. «Pienso que entiendo este dilema… –responde el Santo Padre Por lo tanto quisiera invitar a los empleadores a pensar en la familia,… para que se puedan conciliar las dos prioridades… Me parece que hay que tener cierta creatividad…, al menos una vez al día, llevar algún elemento de alegría a la familia, un detalle, alguna renuncia a la propia voluntad para estar juntos en familia… Y finalmente está el domingo, la fiesta… el día del Señor… pero también “el día del hombre”, porque somos libres. Y en esta libertad del uno con el otro, para sí mismos, somos libres para Dios. Pienso que así defendemos la libertad del hombre, defendiendo el domingo y las fiestas como días de Dios y por ende días del hombre. ¡Augurios para ustedes! Gracias».