Movimiento de los Focolares
Eli Folonari recuerda a Padre Novo

Eli Folonari recuerda a Padre Novo

Mi primer contacto con el P. Andrea Balbo y otro fraile franciscano de la Orden de los Frailes Menores, tuvo lugar en la escalinata de San Juan de Letrán en Roma, en 1953: fue un encuentro espontáneo, ideal, donde lo invité a participar en el encuentro veraniego del Movimiento de los Focolares. No sé cuánto tiempo pudo quedarse arriba en las Dolomitas, pero al regreso, muchos de nosotros íbamos en el mismo tren para Roma. Y yendo a su compartimiento, Chiara Lubich le dio el nombre de Padre Novo (Nuevo). Después recuerdo, en 1954, que sus palabras fueron decisivas para que Chiara, quien vivía pruebas espirituales y físicas, decidiera participar en la ordenación sacerdotal del Padre Pasquale Foresi en Trento. Más tarde los superiores de su Orden lo mandaron a Tierra Santa y fue precisamente por amor a P. Novo que, en 1956, Chiara fue allí. Éramos una pequeña comitiva: Mons. Pavel Hniliča (Padre María), el Padre Angelo Beghetto (Nazareno), el Padre Pasquale Foresi, Guido Mirti (Cengia), Aletta y yo. Tierra Santa era entonces, en su mayor parte, territorio palestino. Con gran competencia el padre nos acompañó a los lugares de Jesús: Jerusalén, Betania, Belén, Emaús, Jericó, el Mar Muerto… Después de una semana, regresando a Beirut –donde el padre nos había acompañado- viéndolo con los ojos llenos de lágrimas, Chiara se dirigió hacia mí diciéndome “¿quieres quedarte?” Me quedé todavía algunos meses, donando el Ideal a los padres franciscanos y a sus conocidos. En esos años, dado que el Movimiento estaba siendo todavía estudiado por la Iglesia, el obispo Gawlina, el P. María, el P. Nazareno y el P. Novo, dieron vida a la Liga Mystici Corporis, bajo cuya estructura el Movimiento pudo seguir desarrollando sus propias actividades. Siguieron años duros especialmente para nuestros sacerdotes y religiosos. Todavía recuerdo que, después del Concilio Vaticano II, el P. Novo trabajó como archivista durante 13 años, con el Card. König en el Secretariado para los no creyentes que recién había instituido Pablo VI (hoy Consejo Pontificio para la Cultura). En 1962 recibe una primera aprobación, pero sólo después de los coloquios entre Chiara y Pablo VI y después con Juan Pablo II, el Movimiento de los Focolares u Obra de María adquiere su auténtica fisionomía. En 1990 Chiara declara que la Obra de María está completa y María “contiene” todas las vocaciones. Es al carisma de la unidad, que es completamente evangélico, al que se sienten llamadas a adherir también personas que siguen carismas antiguos y actuales. La Obra de María quiere ser “otra María” que pone en evidencia a Jesús y en Él cada expresión particular que los Santos han subrayado, evidenciando las distintas bellezas de la Iglesia, cuerpo de Cristo. Con el tiempo habían nacido las distintas ramas del Movimiento: focolarinas/os, voluntarias/os, sacerdotes y religiosas/os ligados a él de distintas formas, pero todos portadores del carisma de la unidad. En 1980, sus superiores lo dejan libre para dedicarse a los religiosos del Movimiento, el P. Novo puede seguir más concretamente su desarrollo, con una escuela de formación al carisma de la unidad para religiosos en la ciudadela de Loppiano, la promoción de encuentros en el verano, la constitución de secretarías zonales, en las distintas zonas del mundo donde los religiosos están presentes en el Movimiento. Era grande su amistad con el Padre Silvano Cola, responsable de los sacerdotes diocesanos del Movimiento. Cuando nació la Escuela Abbá, con el obispo Klaus Hemmerle, Chiara invitó también a varios religiosos a formar parte llevando la riqueza de sus carismas: el P. Jesús Castellano, carmelita, el P. Fabio Ciardi de la OMI y de primero el P. Novo, franciscano. P. Novo se quedó en el Centro de los religiosos, fiel al Ideal, hasta cuando la salud se lo permitió. Tenía una relación personal con Chiara también como su confesor. En los momentos difíciles de largas pruebas, la acompañó con excepcional disponibilidad. Fue él quien le dio la unción de los enfermos en el Policlínico Gemelli. Ahora en el cielo imaginamos que fue acogido por la Trinidad, pero también por María, como constructor de su Obra y por Chiara, Foco, por el Padre María, Padre Nazareno, por P. Massimei, por P. Savastano, P. Cik, P. Leonardi que fueron los miembros del primer Centro de los religiosos, pero también por tantos focolarinos y focolarinas y otros más que se vieron beneficiados por sus consejos. Agradecemos al Padre Novo por su fidelidad a la Obra. También últimamente deseaba volver al Centro y ahora ha sido sepultado en Rocca di Papa, en la tumba común con el escrito “Nosotros hemos creído en el Amor”.

Palestina, una tierra donde vale la pena vivir

Palestina, una tierra donde vale la pena vivir

«Vale la pena vivir en esta tierra». Así rezan las estrofas de una composición poética palestina, que se recitó teniendo como base un power-point que presentaba los acontecimientos únicos ocurridos en la historia de la humanidad en esta parte del mundo: el nacimiento de Jesús, su bautismo, sus milagros, hasta su aparición a los discípulos de Emaús. Es el número que concluyó la fiesta al final del encuentro de la comunidad de Tierra Santa con María Voce y Giancarlo Faletti. Llegaron muchos de Jerusalén, Haifa, Nazaret, Ramala, Gaza (el grupo fue acogido con un calurosísimo aplauso) y Belén, donde se realizó el encuentro en la tarde del sábado 19 de febrero.

Precisamente esa frase que expresa el alma palestina parece la respuesta inmediata a lo que poco antes había dicho la Presidente de los Focolares, al responder a una pregunta de Ghada de Gaza, que le pedía una palabra para vivir en una situación tan difícil. «Quisiera darles una palabra de esperanza –dijo María Voce-. Hemos visto su situación, siéntanse los predilectos. Están especialmente en nuestro corazón. La Obra de María está con ustedes, toda la Obra de María».

Después tuvo lugar una presentación de varias experiencias de familias, jóvenes y adultos provenientes de varias partes de Tierra Santa, algunas imágenes acompañaron a los presentes en los varios momentos de la historia de la Obra en esta parte del mundo, empezando por las imágenes de la visita de Chiara Lubich en 1956. Se vieron los primeros pasos, realizados en Nazaret, a finales de los años ’60, gracias al Padre Armando Bortolaso, quien se convirtió después en el obispo de Aleppo. Las primeras Mariápolis en los años ’70 con Aletta Salizzoni y Guido Brini y otros provenientes de Líbano. Después, la llegada de los dos focolares en 1977 y en 1980 y el desarrollo de los focolares en medio de los muchos sufrimientos de estas décadas, pero también el progreso y los frutos inesperados en el diálogo en distintos niveles.

Las preguntas a la Presidente y al Co-presidente tocaban muchos puntos: desde los típicos problemas de los jóvenes al dolor, de la elección del propio camino al deseo de santidad despertado por la beatificación de Chiara Luce. Pero sobre todo se concentraron en la realidad específica de este mundo: las divisiones entre los cristianos, las relaciones con los musulmanes y los hebreos, la vida de una minoría, la cristiana, que disminuye cada vez más sin una aparente esperanza para el futuro.

Una nota de esperanza la aportó el Nuncio Apostólico Mons. Antonio Franco, quien, después de haber estado presente en buena parte del programa, dirigió cálidas palabras a la sala: «Los saludo con afecto. Saben que los quiero. La presencia de la Presidente y del Co-presidente aquí significa que tienen a todo el Movimiento con ustedes. Experimenté lo mismo cuando el Papa estuvo con nosotros. Sentí la misma fuerza. Es como el paso del Señor que nos quiere donar algo. ¡Vayamos adelante reforzados »

Por último la fiesta final, danzas y canciones participativas, pero también un mensaje fuerte que subrayaba el título de la jornada, que hondeaba en un banner en el palco: Piezas de un magnífico mosaico.

de Roberto Catalano